A los británicos se les insta -aunque en la mayoría de los casos no se les exige- cubrirse la cara en espacios cerrados abarrotados. Pero el primer ministro, Boris Johnson, aparece de forma periódica en la abarrotada y mal ventilada Cámara de los Comunes, hombro con hombro con otros legisladores conservadores sin mascarilla.
Para los críticos, esa imagen refleja el problema en la estrategia del gobierno, que ha abandonado la mayoría de las restricciones de la pandemia y ha apostado por la moderación voluntaria y una alta tasa de vacunación para frenar los contagios de coronavirus.
Conforme se acerca el invierno, con el riesgo de un nuevo repunte del COVID-19, la falta de restricciones distingue a Gran Bretaña de otros países más cautos.
“La historia de este gobierno en la pandemia es demasiado poco, demasiado tarde”, dijo Layla Moran, legisladora opositora del Partido Liberal Demócrata y que lidera el Grupo Parlamentario sobre Coronavirus, integrado por todos los partidos.
Moran afirmó que algunos hospitales británicos ya tienen el número de pacientes del virus en cuidados intensivos que esperarían en pleno invierno, aunque la tasa diaria de admisiones hospitalarias totales es aproximadamente un quinto que en el pico de enero.
Y si bien los casos subieron con el levantamiento de restricciones en verano, las muertes no siguieron el mismo ritmo. Pero los meses de frío, cuando las enfermedades respiratorias suelen golpear más, podrían plantear un desafío adicional.
“A menos que el gobierno empiece a hacer algo diferente, no creo que vayamos a poder evitar lo peor este invierno”, manifestó Moran.
El gobierno alega que su plan ha funcionado hasta ahora y puede cambiar de rumbo si es necesario.
Gran Bretaña ha registrado más de 135,000 muertes por coronavirus, el número más alto en Europa después de Rusia y en torno a la misma cifra per capita que Estados Unidos. Sin embargo, también ha organizado una exitosa campaña de vacunación, con el 65% de la población titular inmunizada.
Esa tasa relativamente alta llevó al gobierno de Johnson a determinar en julio que era seguro levantar las restricciones sobre la actividad empresarial y la vida diaria: sin exigencias de distanciamiento social, límites a las reuniones ni mascarillas en ninguna parte de Inglaterra. Los negocios pueden imponer sus propias medidas, pero por lo demás Johnson ha instado a la gente a “ser sensata”.
En contraste con muchos países europeos -incluso algunos con tasas de vacunación más altas-, en Inglaterra la gente no necesita demostrar que está vacunada para comer en restaurantes, asistir a eventos masivos o entrar en recintos abarrotados como clubes nocturnos. Escocia, que forma parte de Gran Bretaña pero fija sus propias normas de salud, está siendo más prudente y ha introducido pasaportes de vacunas para clubes nocturnos, además de mantener la orden de uso de mascarilla en espacios cerrados.
Los alumnos y profesores en las escuelas inglesas no tienen que cubrirse la cara, pese a las objeciones de sindicatos y funcionarios de salud pública, un contraste con países como Francia, Italia y España, que han mantenido las mascarillas obligatorias en escuelas.
Mientras que Estados Unidos ha hecho las vacunas obligatorias para millones de trabajadores, el gobierno de Johnson sólo requiere la vacunación para el personal de residencias y la está considerando para trabajadores de salud.
Gran Bretaña tuvo en su día una de las normas de viaje más estrictas de Europa, pero a partir del mes que viene suavizará las reglas de cuarentenas y pruebas diagnósticas para muchos viajeros.
A menudo, el país ha ido por su cuenta durante la pandemia, por ejemplo, al ampliar la espera entre dosis para acelerar la campaña de vacunación o demorar las inyecciones a niños de entre 12 y 15 años, para finalmente reducirlas a una dosis.
El gobierno de Johnson ha contado con que las vacunas hagan la mayor parte de la lucha contra el virus, complementadas con un comportamiento voluntario de “sentido común”.
Pero tras una larga y excepcionalmente estricta cuarentena este año, no está claro que los británicos vayan a elegir libremente cualquier medida de prevención que no sea obligada. Cuando se levantaron las restricciones, algo menos de dos tercios de los británicos dijeron que tenían previsto llevar mascarilla en comercios o el transporte público. Ahora el número de personas con cubrebocas ha caído de forma drástica en el metro de Londres, que requiere su uso, pero apenas lo vigila.
Los críticos dicen que el gobierno no ha aprendido con la experiencia y parece actuar más movido por el optimismo que por las pruebas.
Moran, la legisladora opositora, y otros opinan que medidas moderadas como mejorar la ventilación en las escuelas y emplear mascarillas podrían evitar medidas más duras en invierno.
Pero el gobierno señala que las predicciones más pesimistas de los expertos, que dijeron que los casos podrían alcanzar los 100,000 diarios para cuando reabrieran las escuelas en setiembre, no se han cumplido.
Gran Bretaña registra ahora unas 140 muertes diarias, apenas una décima parte de las cifras de su peor repunte- y 30,000 nuevos casos al día.
Johnson dijo que las restricciones como mascarillas obligatorias y las órdenes de teletrabajar podrían reintroducirse si suben las hospitalizaciones, pero que confiaba en que no fuera necesario.
“El resultado de esta campaña de vacunación es que tenemos una de las sociedades más libres y una de las economías más abiertas en Europa. Y por eso ahora nos atenemos a esta estrategia”, afirmó.
A su lado en la conferencia de prensa, el asesor científico Patrick Vallance hizo una advertencia. “Si esto evoluciona en la dirección errónea es importante que se pongan medidas lo bastante rápidas y lo bastante significativas”, comentó.