Apenas unos días después de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) emitiera un llamativo pronóstico –la inflación llegará a 1’000,000% en Venezuela este año–, los datos reales sugieren que incluso esa cifra puede ser demasiado baja.
El precio de una taza de café medido por el Índice Café con Leche de Bloomberg se disparó a 2’000,000 de bolívares esta semana, frente a los 1’400,000 bolívares de la semana pasada. A fines de abril, el precio era de 190,000 bolívares.
Ese aumento de tres meses equivale a una tasa anualizada de 1’227,638%. (La tasa de inflación de los últimos 12 meses, aunque todavía está fuera de control, es muy inferior por ahora: 86,857%).
En su informe emitido esta semana, el FMI comparó la crisis económica de Venezuela con algunas de las peores de la historia, como la de Alemania en la década de 1920 y Zimbabue hace una década.
La hiperinflación en Venezuela se arraigó durante el último año, sumiendo aún más a la población en una profunda pobreza, al tiempo que el presidente Nicolás Maduro intensifica las políticas de impresión frenética de dinero de su gobierno. Este año, por ejemplo, ha aumentado el salario mínimo cuatro veces, a alrededor de 5´000,000 de bolívares al mes, aunque eso ni siquiera alcanza para comprar tres tazas de café.
El gobierno, que no ha querido implementar medidas duras para estabilizar la economía –como reducir los subsidios a los combustibles pesados–, ha estado recurriendo a políticas que básicamente solo buscan tapar el problema.
El plan más reciente es emitir una nueva moneda que eliminará ceros de los billetes que existen actualmente en circulación. Se esperaba que el nuevo billete con tres ceros menos saliera a la calle a principios de agosto.
Pero Maduro anunció el miércoles por la noche que el lanzamiento se retrasaría un par de semanas y que se quitarían cinco ceros, en lugar de tres.