Frente al fracaso militar, un nuevo responsable. Rusia eligió el miércoles a su jefe de Estado Mayor para dirigir las operaciones en Ucrania, reflejo de la impaciencia y el desconcierto de Moscú ante una guerra que no consigue ganar, según los expertos.
Nombrado a finales de octubre, el temido Serguéi Surovikin habrá permanecido en el cargo apenas tres meses. Fue relegado a número dos, por detrás de Valeri Guerasimov, en la cima de la jerarquía militar rusa desde hace una década.
Tanto en Moscú como en Occidente, los observadores hablan de la impaciencia del presidente ruso, Vladimir Putin, ante la resistencia ucraniana, la confusión del mando ruso confrontado a exigencias irrealizables y la promesa de una ofensiva mayor.
En Rusia, y en el mundo, es muy poco habitual que un jefe del Estado Mayor --Guerasimov conserva esta función-- se dedique a una operación en particular. Y es que quien coordina, anticipa y evalúa la amenaza global no puede ser quien dirige en el terreno.
“La última vez que esto ocurrió fue en 1941 durante la invasión nazi”, recuerda un analista moscovita, bajo anonimato.
“En plena batalla”
Guerasimov, número dos en la jerarquía militar después del ministro de Defensa, lleva el maletín nuclear. “¿Lo llevará con él” a Ucrania? ironiza el experto.
En su opinión, este nombramiento “viola todas las reglas existentes” del mando militar. Una decisión que muestra que “las cosas no están sucediendo como estaban previstas”.
En efecto, tras casi 11 meses de ofensiva, Rusia sólo puede constatar el estancamiento del conflicto.
Actualmente, las ciudades de Bajmut y Soledar (este) son escenario de intensos combates. “No es coherente cambiar de jefe de operaciones en plena batalla”, estima para la AFP Tatiana Kastoueva-Jean, investigadora sobre Rusia en el Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI).
“Esto desequilibra toda la jerarquía, de arriba abajo. No puede ser una buena señal”, añade.
Los expertos coinciden en que esta decisión podría apuntar a una aceleración de la operación rusa. Desde hace varios meses se habla de una ofensiva y tampoco se excluye una nueva movilización, tras un primer llamamiento en septiembre de 300,000 hombres.
“Es evidente que este reajuste significa que hay proyectos de extensión de la escala de combates”, afirma el experto militar ruso independiente Alexander Jramchijin, para quien el objetivo es asegurarse el control efectivo de las regiones reivindicadas por Rusia (Lugansk, Donetsk, Jersón y Zaporiyia).
Para Mark Galeotti, del centro de reflexión británico Royal United Services Institute (RUSI), esta decisión es la “confirmación, si es que es necesaria, de que van a producirse ofensivas considerables y que Putin admite que la mala coordinación es un problema”.
Lealtad
Ante la ausencia de éxitos militares recientes, Putin constata la menguante eficacia de su ejército. Esto lleva a las “eternas preguntas rusas: ‘de quién es la culpa’ y ‘qué se debe hacer’”, comenta en Twitter Tatiana Stanovaya, especialista de las élites rusas.
Pero el nombramiento de Guerasimov no parece responder a estas cuestiones.
“Todo el mundo está sorprendido: los hombres de Prigozhin (el jefe del grupo paramilitar privado Wagner), los corresponsales militares y el ejército. Un gran número de personas muy informadas parecen no comprender la sustancia de esta decisión”, añade.
Algunos consideran que se trata de enviar a Ucrania a un hombre de una lealtad indiscutible. Pero, para Galeotti, “si no se deja de nombrar, cambiar, quemar sus estrellas, fijar exigencias irreales y retrogradar de forma arbitraria, esto no genera ninguna lealtad”.
Con este nuevo cambio en la dirección militar, Putin no tranquilizará a una parte de la élite de Moscú ni a la opinión rusa.
Está aumentando “un descontento sobre por qué no hemos ganado esta guerra”, admite Jramchijin, que acusa a “las malas estimaciones en el principio” del conflicto.
Otros analistas también ven en este giro jerárquico una señal de las intrigas entre bastidores.
“La batalla de la comunicación en torno a Soledar muestra que cada uno, tanto el ejército como Wagner, intenta barrer para casa y atribuirse los méritos”, asevera Kastoueva-Jean.