Donald Trump y Xi Jinping.
Donald Trump y Xi Jinping.

Cuando se trata de , a menudo parece que es su propio peor enemigo. Si aumentara los aranceles de manera unilateral, como bien ha amenazado, sería como castigar a los consumidores estadounidenses por el mal comportamiento de China.

La mayoría de los economistas consideran que los aranceles más bajos son una victoria para la economía de Estados Unidos, incluso si China no es recíproca. Por supuesto, dicen, la economía mundial sería aún más fuerte si redujeran los aranceles en todos los ámbitos.

Sin embargo, hay un puñado de economistas que no están de acuerdo, y se pueden dividir en dos escuelas de pensamiento básicas, una de las cuales podría dar un indicio del método correspondiente a la locura de Trump.

Llamemos neomercantilista a la primera escuela. Los neomercantilistas, como el asesor de Trump Peter Navarro, consideran que el déficit comercial de EE.UU. con China es intrínsecamente malo. Dado que las importaciones se restan del PBI, mientras que las exportaciones se agregan, Navarro argumenta que la economía de EE.UU. sería más fuerte si importara menos y exportara más.

Pero la fortaleza de la economía de EE.UU., señalan los economistas de la corriente principal, está determinada en última instancia por la capacidad productiva de sus trabajadores y empresas. Limitar las importaciones simplemente aumenta los precios para los consumidores y las empresas estadounidenses.

Los precios más altos conducen a menos gasto del consumidor y menos inversión, neutralizando cualquier ganancia del PBI y dejando a los consumidores de EE.UU. en una situación peor.

La otra escuela de pensamiento, llamada bilateralista, ofrece una perspectiva mucho más matizada. Los bilateralistas, como John Nye de la Universidad George Mason, tienen una crítica compleja y detallada del pensamiento estándar de libre comercio.

Sin embargo, una idea clave es que es mejor considerar a las naciones no como entidades únicas unificadas, sino como una colección de intereses especiales. Estos intereses especiales pueden presionar a los políticos que sabotean los esfuerzos por aumentar el comercio.

El objetivo de las conversaciones comerciales, según esta escuela, es que cada parte acepte renunciar a sus intereses especiales particulares a cambio de que sus socios renuncien a los suyos. Las negociaciones comerciales multilaterales, como el Acuerdo de Asociación Transpacífico, a menudo hacen exactamente lo contrario: los intereses especiales de cada país invariablemente tienen poder de veto sobre todo el acuerdo.

Por consiguiente, los acuerdos comerciales multilaterales tienden a realizarse con excepciones que socavan el libre comercio. Nye indica que la Unión Europea es un ejemplo de tal acuerdo.

Este patrón de "libre comercio para ti, pero no para mí" se repite a través de sucesivas rondas de negociaciones comerciales. El resultado es que toda la mayor competencia del libre comercio recae en los sectores menos favorecidos de la economía, mientras que toda la protección se concentra en los sectores más favorecidos.

Las negociaciones bilaterales interrumpen este patrón. Los negociadores pueden utilizar las conversaciones como fuente de presión externa para romper el poder de los intereses especiales internos.

En teoría, esto significa que el daño a corto plazo causado por las negociaciones comerciales de Trump podría en realidad ser una fuente de fortaleza: al exponer la economía estadounidense a los costos de las restricciones comerciales, el presidente está aumentando el consenso en torno al libre comercio y disminuyendo el poder relativo de intereses especiales proteccionistas.

De hecho, las encuestas han revelado que la fe de los estadounidenses en los beneficios del comercio está en su punto más alto.

Una vez más, la teoría bilaterialista es bastante compleja, y no estoy argumentando que Trump la esté poniendo en práctica. Cuando le pregunté a Nye si creía que Trump estaba actuando de acuerdo con su teoría, objetó. Probablemente no, dijo Nye. Pero Trump podría tener "el instinto de un hombre de negocios que huele que algo no anda bien aquí", dijo.

La pregunta crucial es si el enfoque de Trump remplazará el status quo en los acuerdos comerciales por algo mejor. Sobre esto, confesó Nye, no tenía idea alguna. Infortunadamente, para la economía de EE.UU. y los mercados globales, nadie más tampoco lo sabe.

Por Karl Smith

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