El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sigue atacando a la Reserva Federal y recientemente ha nominado partidarios a la junta directiva del organismo. Esto ha generado temor de que el mandatario pueda adquirir cierto control del banco central más poderoso del mundo y lograr que se cumpla su voluntad en lugar de hacer lo mejor para la economía del país a largo plazo.
¿Se justifica ese temor? Si bien mi nivel de preocupación ha subido, no estoy cerca de entrar en pánico.
El Comité Federal de Mercado Abierto, que establece la política monetaria de EE.UU., está conformado por gente que deja los temas políticos en casa. Incluso si Trump consigue que el Senado apruebe a Stephen Moore y a otro aliado, y ambos demuestran ser leales al presidente, ellos tendrían solo dos de 12 votos en el comité. Aquello es insuficiente para politizar las decisiones de la Fed.
Los miembros actuales del comité están muy de acuerdo sobre el curso apropiado de la política monetaria. Ninguno ha discrepado públicamente acerca de las decisiones del grupo en las nueve reuniones desde que Jerome Powell asumió la presidencia en febrero del 2018. Si el comité ya estuviese más fracturado, añadir miembros que puedan disentir sería mucho más problemático.
Incluso en ese caso, la influencia dentro del comité no es solo un tema de números. Los miembros con mayor experiencia - en la actualidad Powell, Richard Clarida y John Williams - trabajan más de cerca con el personal de la Fed, fijan la agenda y por lo tanto tienen la mayor influencia a la hora de fijar la política monetaria.
Asimismo, como las normas federales de transparencia exigen que las reuniones de cuatro o más gobernadores se hagan públicas, usualmente solo dos o tres gobernadores discuten directamente para formular estrategias y tácticas antes de las reuniones formales del comité y la junta directiva. Entonces, aquellos no incluidos en el grupo central tienen menos influencia.
En resumen, los nominados de Trump no serán importantes a la hora de formular políticas monetarias a menos que uno de ellos se convierta en presidente. Es improbable que eso ocurra en el corto plazo, ya que Powell ha manifestado su intención de cumplir con la totalidad de su mandato, que se extiende hasta febrero del 2022.
Dicho todo esto, no soy totalmente optimista. El cambio respecto a la calidad de los posibles nominados - de Powell y Clarida a Moore y Herman Cain (quien hace poco retiró su candidatura) - es notorio.
Si se abren más vacantes en la junta de gobernadores de la Fed, existe la posibilidad de que más nominados con agendas abiertamente políticas terminen socavando la política monetaria del banco central, y si el presidente Trump logra la reelección tendrá la oportunidad de reemplazar a Powell por alguien más dócil.
Entonces, el resultado de las próximas elecciones podría tener consecuencias importantes para la independencia a largo plazo de la Fed.
Más allá del personal, los ataques del presidente amenazan con mermar la confianza en la Fed. En primer lugar, su tendencia a culpar a la entidad por el mal desempeño económico podría incentivar a otros a hacer lo mismo.
En segundo lugar, en particular en momentos en que las decisiones sobre tasas de interés de la Fed son difíciles, las críticas de Trump podrían llevar a la gente a creer que el organismo sucumbió ante sus demandas. Pese a que no es cierto, tal percepción podría causar dudas sobre la integridad de la autoridad monetaria.
Los presidentes de EE.UU. han tendido a evitar las críticas a la Fed desde 1993, cuando Robert Rubin, timonel del Consejo Nacional Económico en el gobierno de Bill Clinton, reconoció que formularlas trae muy pocos beneficios. Probablemente no cambiarían la dirección hacia la cual se encamina la Fed, pero podrían incidir en la confianza de los mercados sobre la independencia del banco central.
Si los mercados decidieran que la Fed tiene una agenda política - por ejemplo, buscar agilizar la economía antes de las elecciones - se volverían más volátiles y los costos de endeudamiento a largo plazo probablemente subirían para contrarrestar el riesgo de mayor inflación. Ese costo eclipsaría con creces cualquier posible beneficio de influir en las decisiones sobre política monetaria de la Fed.
El presidente Trump ha tirado por la borda tales consideraciones. Su deseo de apuntar a la Fed como chivo expiatorio parece estar por sobre su preocupación por comprometer la independencia del banco central.
Lo irónico es que mientras mejor hagan su trabajo Powell y sus colegas - mientras más puedan resistir a Trump y mantener la confianza de los mercados en su independencia - será menos lo que el presidente tenga que pagar por su decisión desafortunada de criticar frecuentemente a la Fed.
Por Bill Dudley
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