La Reserva Federal digirió los recortes de impuestos y los planes de elevar los gastos del presidente Donald Trump apenas con un hipo, pero la decisión del Gobierno de subir los aranceles a las compras de acero y aluminio de Estados Unidos enfrenta al banco central con sus dos peores pesadillas: una inflación acelerada y una ralentización global.
La combinación de estímulo fiscal con una guerra comercial en ciernes es una receta para el tipo de situación desafortunada que los jefes de bancos centrales encararon en la década de 1970, cuando tuvieron que soportar una elevada inflación para no correr el riesgo de que las alzas de tasas de interés desataran una recesión.
Los aranceles que Trump dijo impondría la semana próxima, y la reacción global al anuncio, terminaron con la que había sido una atmósfera calmada e incluso entusiasta sobre la economía estadounidense, al menos bajo la descripción del presidente de la Fed, Jerome Powell, en su primer testimonio ante el Congreso estadounidense esta semana.
El banco central ahora no sólo tiene que evaluar el impacto macroeconómico de los nuevos aranceles - que se espera en realidad no sean tan graves en sí mismos - sino también calcular las eventuales respuestas de otros países, las presiones a los precios en base a una serie de productos y la posibilidad de una disminución de la actividad comercial global.
Canadá, Brasil y la Unión Europea ya han amenazado con medidas de represalia, en reflejo de los que los economistas califican como "una pérdida de dinero y tiempo" en detrimento de la estabilidad global. El Fondo Monetario Internacional (FMI) dijo que la decisión de Trump posiblemente dañaría a Estados Unidos tanto como a otras economías.
"De lo que tenemos que preocuparnos es que esto ponga a los gobiernos sobre una senda de proteccionismo y de guerra comercial", dijo Ward McCarthy, economista de banca de inversión de Jefferies. "Si eso es lo que va a ocurrir, es muy malo para el crecimiento económico. Realmente complicaría y confundiría el panorama", aseveró.
Hay mucho de incertidumbre. Los aranceles - un 25% para el acero y 10% al aluminio - no han sido impuestos aún, pero Trump prometió que cumplirá con su anuncio.
Eso fue suficiente para provocar una fuerte caída de las acciones estadounidenses el jueves por la tarde y el viernes. Wall Street se recuperó hacia el final de la sesión del viernes, pero el promedio Dow Jones de todas formas bajó 3% en la semana y el S&P 500 cayó 2%.
Efecto dominó
No está claro a cuántos países afectarán los nuevos aranceles comerciales, ni cuán dramáticamente podrían reaccionar esas naciones.
Aunque inicialmente la Casa Blanca desestimó los riesgos y Trump dijo en Twitter que "las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar", los aranceles podrían socavar algunos de los beneficios económicos generados por la reforma al código tributario estadounidense, aprobada a fines del año pasado.
Los principales fabricantes de metales y los 373,000 trabajadores de esas industrias en Estados Unidos que serían los más beneficiados por los aranceles representan apenas una pequeña parte del Producto Interno Bruto del país, aunque geográficamente están concentrados en áreas de importancia política.
Más del 40% de esos puestos de trabajo están en cinco estados. Tres de ellos son Ohio, Pensilvania y Michigan, de donde provino buena parte del respaldo que obtuvo Trump para ganar las elecciones presidenciales del 2016, y que resultan cruciales para el destino político de los republicanos en los comicios legislativos de este año.
Los efectos, sin embargo, serán a nivel nacional.
Las ganancias de empresas que usan acero podrían deteriorarse, causando que detengan las inversiones o los aumentos de salarios que según la Casa Blanca se producirán debido a los recortes de impuestos corporativos.
Y en una era en la que la fibra de carbono se utiliza para las alas de los aviones y en productos del consumidor final como bicicletas, un aumento en los precios del aluminio y el acero en Estados Unidos podría apuntalar la demanda por sustitutos o dar paso a la búsqueda de alternativas.
La forma en que el tema se desarrolle a nivel mundial es impredecible, según economistas y observadores.
La Fed podría eludir el dilema por un tiempo corto. Se espera que el banco central eleve las tasas de interés en su reunión de este mes y tras el anuncio de los aranceles los inversores no parecen haber cambiado sus expectativas de que la entidad aplicará el ajuste monetario.
Pero después de esa reunión y si el proteccionismo se concreta, la esperanza de la Fed de un "aterrizaje suave" acompañada por el empleo pleno y una inflación dentro del objetivo podría transformarse en cuestión de elegir un mal menor: el aumento de los precios o un alza del desempleo.
"La verdadera preocupación es que esto marque un punto de inflexión en la política comercial de Estados Unidos, alejada de la estrategia bien calculada para adentrarse de lleno en las medidas proteccionistas", escribió el viernes Andrew Kenningham, economista jefe de Capital Economics.
"Hemos advertido consistentemente que esto podría ser probable a medida que se acercan elecciones de medio término. Si eso pasa, el presidente Trump podría descubrir que, contrariamente de lo que dijo en su tuit esta mañana, rara vez surgen ganadores de las guerras comerciales", aseveró.