El esperado informe del sector de empleos de Estados Unidos que se dio a conocer el viernes respondió algunas importantes interrogantes sobre el estado del mercado laboral.
Sin embargo, al dejar sin resolver algunos asuntos importantes, no servirá como el catalizador externo necesario para solucionar tanto el estancamiento de la política en Capitol Hill como la dinámica de tira y afloja cada vez más visible en los mercados financieros.
El limitado mensaje del informe de empleos se escuchó alto y claro en cuatro cifras mensuales. A pesar de todas las dificultades que enfrenta la economía, su dinamismo y emprendimiento inherentes —además de una positiva influencia excepcional de la contratación del censo— llevaron a una pujante creación de empleos (1.4 millones) y una brusca caída en la tasa de desempleo (de 10.2% a 8.4%).
Esto se sumó a un aumento tanto de la participación en la fuerza laboral como de la igualmente importante relación empleo-población.
Abrir un poco la perspectiva entregó un segundo mensaje, menos tranquilizador. El ritmo de mejora en el mercado laboral sigue siendo moderado.
La creación de empleos mensuales ha caído de un promedio de tres meses de 3 millones después de que se reanudaron los avances a raíz de la repentina paralización económica en marzo relacionada con el impacto del COVID-19 a tasas mensuales de 1.7 millones en julio y 1.4 millones en agosto.
Este es un problema debido al tercer mensaje, más macro, en el informe de empleos. La situación general del mercado laboral sigue siendo preocupante. Casi 30 millones de estadounidenses dependen de alguna forma de ayuda por desempleo en momentos en que los datos de la Oficina de Estadísticas Laborales muestran que la proporción de desempleados a largo plazo está creciendo.
Estos tres mensajes diferentes son problemáticos cuando se trata de romper el estancamiento en el debate de política fiscal en Washington. Tanto los demócratas como los republicanos encontrarán suficiente información en la lectura de empleos para respaldar sus posiciones contrapuestas sobre el proyecto de ley de ayuda que permanece estancado en el Congreso.
Para los republicanos que favorecen un paquete de ayuda más pequeño, el limitado mensaje favorable del informe proporciona reservas, especialmente porque la tasa de desempleo fue otro informe de datos que superó las expectativas de consenso de economistas y analistas de Wall Street la semana pasada. Los demócratas apuntarán a los otros dos mensajes para presionar por un paquete de ayuda mucho mayor.
Existe una tensión similar en los mercados financieros como resultado del tira y afloja entre los inversionistas que piensan en términos relativos y aquellos que comienzan a observar más de cerca las valoraciones absolutas, especialmente a medida que aumenta la conciencia sobre cómo la actividad de negociación de opciones ha impactado el precio tanto de las acciones individuales como los índices generales del mercado.
Específicamente, los argumentos de valor relativo que favorecen las acciones apuntarán a datos que superan las expectativas. Los “deltas” son lo que importa.
Sin embargo, aquellos preocupados por las valoraciones absolutas argumentarán que la disminución de la tasa de mejora del mercado laboral es problemática, no solo por la magnitud del daño ya causado a la economía de EE.UU., sino también por las inminentes señales de despidos corporativos y el efecto acumulativo de la disminución de los beneficios para los desempleados.
Tanto la incertidumbre política como la del mercado se ven compensadas en cierta medida por la claridad exhibida por la Reserva Federal.
Dada la profundización de su paradigma de mitigación de riesgos unilateral —como se ilustra más recientemente en las revisiones de su marco de política monetaria—, el banco central no está de humor para flexibilizar su enfoque de liquidez rápidamente hasta que vea evidencia inequívoca de mejoras económicas generalizadas que le permitan cumplir con sus objetivos tanto de empleo como de inflación.
Esto puede brindar aún más tiempo para un Congreso estancado y mercados en conflicto, pero a costa de una carga aún mayor de para los bancos centrales, con todas las distorsiones y riesgos de daños colaterales y consecuencias no deseadas que conlleva.