El mandatario de Estados Unidos, Donald Trump. (Foto: AP)
El mandatario de Estados Unidos, Donald Trump. (Foto: AP)

Es difícil expresar la magnitud del impacto que se siente al presenciar cómo el presidente de ataca a los aliados de la OTAN, califica a la UE de "enemigo", critica e insulta a la primera ministra del Reino Unido mientras se encuentra en suelo británico, y pone en tela de juicio un acuerdo comercial posterior al brexit entre EE.UU. y el Reino Unido.

Esto es particularmente cierto al contrastarlo con la vergonzosa y desconcertante conferencia de prensa del presidente Donald Trump con el mandatario ruso, .

Los viajes que Trump realizó esta semana y la anterior al extranjero ponen en duda de si comprende y está comprometido con las relaciones, disposiciones e instituciones fundamentales que han mantenido a Occidente seguro y libre durante décadas.

Seguro y libre, además de próspero. Gran parte de la discusión posterior a las desventuras del presidente en el extranjero se ha centrado en sus repercusiones diplomáticas y de seguridad. Pero también hay serias implicancias económicas.

Las relaciones comerciales estadounidenses con el Reino Unido y la son vitales. La Cámara de Comercio de EE.UU. informa que Gran Bretaña es el mayor inversionista en EE.UU. y que EE.UU. es el mayor inversionista en el Reino Unido.

Más de un millón de estadounidenses trabajan para empresas británicas en EE.UU. en una serie de industrias, incluidas manufactura, farmacéutica, tecnológica y financiera. La oficina del representante de Comercio de EE.UU. informa que el Reino Unido es el quinto mercado más grande para bienes exportados desde EE.UU.

Según el Departamento de Comercio, 665,000 empleos son respaldados por las exportaciones estadounidenses al Reino Unido.

La relación económica con la UE es posiblemente aún más importante. Las exportaciones estadounidenses a la UE respaldan 2.6 millones de empleos, según se estima.

Los países de la UE (incluido el Reino Unido) son el mayor mercado de exportación de EE.UU. y el segundo mayor proveedor de importaciones estadounidenses.

Según la cámara, un tercio del PBI mundial está representado en el flujo de comercio transatlántico entre EE.UU. y la UE y más de cuatro millones de estadounidenses trabajan para empresas europeas.

Relaciones de tal importancia deberían manejarse con cuidado y determinación; eso no ha ocurrido.

Los aranceles al aluminio y al acero que impuso la administración contra los aliados europeos son bastante problemáticos. Y las consecuencias de las críticas del presidente al plan de la primera ministra británica, Theresa May, para abandonar la UE podrían ser significativas.

Cuando Trump hizo sus comentarios poco diplomáticos, el gobierno del Reino Unido ya estaba inmerso en un desorden debido a desacuerdos respecto de la visión de la primera ministra para abandonar la UE, incluidas renuncias en protesta del ministro de Relaciones Exteriores Boris Johnson y del negociador jefe del Brexit.

El gobierno tenía la esperanza y estaba a la espera de que un acuerdo comercial con EE.UU. se produjera rápidamente una vez que llegara el momento de negociarlo. Al arrojar dudas no solo sobre un acuerdo rápido, sino también sobre el éxito de cualquier tipo de acuerdo, Trump ha desestabilizado aún más al gobierno británico.

Cómo terminará esto es una incógnita. Pero muchas de las posibilidades –la incapacidad del gobierno de May para llegar a un acuerdo sobre un plan para el brexit, las difíciles negociaciones entre la UE y el Reino Unido, la promulgación de un acuerdo desfavorable respecto del brexit, la posibilidad de negociaciones prolongadas con EE.UU. posteriores al brexit– conllevan un riesgo significativo para las empresas y consumidores estadounidenses al amenazar con interrumpir la inversión y el comercio que promueven el bienestar económico de ambas naciones.

Las continuas agresiones a la UE podrían tener repercusiones económicas a más largo plazo aún más importantes. El orden internacional liberal ha sido requisito no solo para la relación económica entre EE.UU. y la UE, sino más ampliamente para la prosperidad después de la Segunda Guerra Mundial de la que han disfrutado los países occidentales.

Este orden liberal solo puede sobrevivir siempre y cuando las democracias occidentales –básicamente, su gente, no solo sus líderes– así lo quieran. Es preocupante que partidos políticos y valores antiliberales avancen en Hungría, Polonia, Italia, Francia y otros lugares.

Incluso en Alemania, un partido populista de derecha ha estado logrando avances. La agitación política de la semana pasada en el Reino Unido ha dado lugar a un aumento del apoyo al partido populista de derecha UKIP, según una encuesta publicada el fin de semana.

Para beneficiar los intereses económicos de EE.UU., el país debe apuntalar el sistema global basado en normas que fomenta la cooperación, la competencia sana, la especialización, los mercados abiertos, el intercambio y la innovación.

Las políticas y los gobiernos autoritarios y antiliberales amenazan la prosperidad que crea el orden liberal al hacer que sus naciones se orienten hacia sí mismas y al avivar las tensiones con los vecinos.

Y Trump debilita este sistema creando confusión, atacando a los aliados, acogiendo a Putin y tratando el comercio internacional como un conflicto de “suma cero” donde hay que ganar, no como algo que se debe gestionar.

He señalado en columnas anteriores que este giro contra el orden liberal es probablemente una situación pasajera. Una investigación económica que examinó más de 800 elecciones en 20 países avanzados entre 1870 y 2014 concluyó que los partidos populistas de derecha aumentan significativamente sus proporciones de votos parlamentarios tras las crisis financieras, pero que la política vuelve a la normalidad posteriormente.

Esto es reconfortante, pero no decisivo. La capacidad del orden liberal para recuperarse de la actual oleada de populismo dependerá en gran medida de cuánto daño se haga en los años venideros. Si le importa la prosperidad para sus hijos y los de ellos, debería preocuparse por esto.

Por Michael R. Strain

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.