María González tiene 77 años y está cansada de levantarse temprano de lunes a viernes para ir a vender papel higiénico al centro de la capital chilena. Su escuálida pensión de US$ 146 mensuales la ubica bajo la línea de la pobreza, que en Chile ronda los US$ 222.

“Honestamente estoy agotada y estos 15 días que estuve en mi casa, dormía y comía”, dijo.

El estallido social que sacudió a Chile el 18 de octubre inició con protestas estudiantiles por un leve incremento al precio del subterráneo, pero escaló con una oleada de atentados que dañaron la mayor parte de ese servicio, provocando una inédita falta de transporte público. Además hubo saqueos a supermercados y farmacias.

El caos de las primeras semanas impidió a decenas de miles de personas acudir a sus trabajos.

María, además de tener problemas de transporte, perdió algunos compradores potenciales en una céntrica galería de Santiago.

En la cuarta semana del conflicto, miles siguen llegando atrasados a sus trabajos y terminan antes de la jornada debido al funcionamiento parcial del subterráneo, que movilizaba a más de 2.4 millones de usuarios y sufrió daños en más de 80 de sus 136 estaciones.

María vende grandes rollos de papel higiénico para oficinas, así como papel absorbente. “A veces me queda todo el negocio... pero cuando vendo me ganó 5,000 a 6,000 luquitas (pesos, lo que equivale a unos US$ 7 a US$ 8)”.

“Con eso cargo el celular, (compro) el pancito, compro un poquito de pollo”, relató.

Aunque no es habitual, en un mes óptimo puede ganar US$ 160, que sumados a los US$ 146 que recibe de pensión llegan a US$ 306. A esa cifra debe restar los US$ 133 que paga por arriendo en la barriada pobre de Cerro Navia, al norponiente de Santiago.

Sus ingresos están por debajo del ingreso mínimo de US$ 400.

En las comidas de María, la carne no es usual. “Como siempre porotos, garbanzos. Por ejemplo, hoy no pasé a la vega (mercado) y ando con el puro desayuno, que fue leche, tecito y un pastelito de 1,300 pesos (US$ 1.7)”.

“Si no fuera una vieja autovalente, no podría trabajar. Tendría que vivir del pancito frío, de la crema de abuelito, de la lechecita”, dijo aludiendo a la leche en polvo y sopas que los centros básicos del sistema estatal de salud entrega a los ancianos más pobres.

Sus limitaciones son visibles en varios aspectos de su vida.

“No tengo estufa, no tengo nada.... Estoy durmiendo en un catre regalado. No tengo para comprarme una cama”, dijo la mujer, que vive sola. Agregó que “un día me puse a sacar la cuenta... y me di cuenta que yo gasto más de 500,000 pesos (US$ 660) anuales en puro transporte”.

En Chile una persona que tome sólo dos transportes diarios gasta unos US$ 42, lo que equivale al 29% de los ingresos que reciben como pensión los más pobres. Y mientras que un hogar de clase media --compuesto de dos personas-- paga mensualmente unos US$ 28 en electricidad, US$ 21 de agua y US$ 45 en gas, el costo de una canasta básica de alimentos cuesta unos US$ 58 por persona cada mes.

El actual modelo de Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) fue impuesto en 1981 por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). De éste quedaron excluidas las fuerzas armadas y policías --que reciben una jubilación similar al salario que percibían cuando se retiraron-- y se basa en tres pilares: el obligatorio para los trabajadores formales, el de ahorro adicional voluntario y el básico solidario, que es la pensión que recibe el 60% de los chilenos más vulnerables, más de 500,000 ancianos pobres.

Chile tuvo desde 1975 pensiones asistenciales de alcance muy reducido hasta que en el 2008 la expresidenta Michelle Bachelet (2006-2010) impulsó el pilar solidario, que extendió al 60% de los más vulnerables y reajustó en un 10% en su segundo mandato (2014-2018) presionada por multitudinarias protestas callejeras que exigían “No+AFP”.

María es drástica en su crítica: el sistema es “pésimo”.

Miles de jubilados se sumaron otros que piden mejores sueldos, viviendas sociales, rebajas en los precios de medicamentos y una nueva Constitución.

Como María, muchos jubilados que carecen de apoyo financiero deben trabajar en empleos informales.

El ahorro previsional en Chile es el 10% de los salarios. Las mujeres pueden jubilar a los 60 años y los hombres a los 65. El ahorro de ellas es casi siempre menor y se refleja en el monto de las pensiones, aunque su expectativa de vida es hasta los 90 años, cinco más que los varones.

Tras las protestas, Piñera anunció un proyecto de ley para que la cotización suba de 10% a 14%, y que sean los empleadores los que paguen el tercio adicional.

Segundo Vergara, aseador de 69 años, contó mientras protestaba contra la desigualdad que gana 400,000 pesos mensuales (US$ 530), que suma a una cantidad inferior que recibe su esposa. Si ella no trabajara, dijo, “estaríamos a pan y agua, comiendo fideo y arroz todo el día”.

El chileno dijo que espera una ley de incentivo al retiro para jubilarse, pues dice que su pensión rondaría los US$ 260. No existe una cantidad definida del monto que tendría este incentivo, pues diferiría según el oficio.

Magdalena Álvarez, pensionada por invalidez de 64 años que trabaja en una organización de derechos humanos, expresó que las AFP deben desaparecer “porque al final ganan quienes manejan el dinero”.

Las seis AFP del mercado reportaron que durante los primeros meses del año las ganancias del sector registraron un alza de 70.6%, lo que explican por mejor rentabilidad, aumento en remuneraciones y mayor número de cotizantes.

Magdalena vive con su esposo, sus nietos y una hija. Contó que comen carne cada 15 días. "Lo demás son sopitas de verdura (y) por suerte salieron las alcachofas, que son más baratas, y los huevos que... ayudan mucho en la casa, sobre todo cuando tienes niños, porque de alguna manera hay que sacar las proteínas”.

Fernando Larraín, gerente general de la entidad gremial de las AFP, dijo a la AP que en el país hay “una situación de bajos salarios” con muchos jubilados que trabajaron activamente en los ochenta y noventa, “en donde los salarios en Chile eran salarios muy bajos y en donde además, hoy día tenemos un 30%, más o menos, de la población que no cotiza” en forma permanente.

El salario promedio en Chile oscila entre los US$ 530 y los US$ 660 mensuales.

Añadió que la tasa de ahorro de 10% actual “está muy por debajo de los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Tenemos edades de jubilación que no se han adaptado a la realidad del mercado laboral... y una pensión básica en la que el Estado usa un 0.8% del PBI, frente a 6% en promedio de los países de la OCDE.

Benjamín Saez, economista de Fundación Sol, una ONG especializada en temas de desigualdad, afirmó que personas que cotizaron durante 30 años y más “están obteniendo pensiones cercanas a los 200 mil pesos (US$ 266) aproximadamente”.

Opinó que con la aplicación en Chile de una pensión básica de US$ 146 para los más pobres, “han sido medidas que lo que han hecho es postergar la crisis”, que “no alcanza a cubrir ni siquiera el 70% de una línea de la pobreza".

“En el mediano y largo plazo se requiere un cambio de la estructura en que está operando hoy este sistema, que es la capitalización individual”, concluyó.

En Chile más de 1.2 millones de personas mayores de 65 años reciben una pensión inferior a los US$ 216, porque igual número recibe un subsidio de invierno otorgado a igual número de personas con más de 65 años y con jubilaciones inferiores a los US$ 216.

Las AFP pagan en torno a 1.3 millones de pensiones, además de entregar el aporte estatal para las pensiones básicas.

Chile, con sus 18 millones de habitantes, es uno de los países que envejece aceleradamente. Según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas, una de cada diez personas pertenece al grupo de adultos mayores y hacia el 2025 serán uno de uno de cada cinco.