deforestación
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La es la víctima más evidente de la guerra comercial entre y China. Sin embargo, los efectos más profundos y dañinos podrían verse en los bosques del planeta.

Esto porque convergen dos tendencias. Pese a la desaceleración económica y el brote de que ha arrasado con los cerdos, el apetito de los chinos por la carne sigue creciendo de manera inexorable. Entre 1990 y 2016, el consumo de cerdo per cápita en el gigante asiático se duplicó (a nivel mundial, el consumo subió 25% en el mismo lapso).

Eso significa que el país no está para reducir sus importaciones de soja, usada para alimentar a las cabezas de ganado, a pesar de los aranceles que elevaron el costo de la oleaginosa estadounidense. China importa más del 60% de la soja mundial y las importaciones representan casi el 90% de su oferta.

Dejar de comprar a EE.UU. y recurrir a otros países como Brasil, que desde el 2011 es el mayor proveedor de China, plantea una nueva amenaza: la .

Mientras los terrenos de cultivo estadounidenses fueron talados hace varios años, los agricultores brasileños tienen un historial ambiental relativamente malo. Entre el 2001 y 2006, los campos de soja se expandieron en un millón de hectáreas en la cuenca amazónica. Cerca del 30% de esa área antes era bosque virgen.

Desde entonces el Amazonas ha recibido algo de ayuda. En el 2006, grandes comerciantes de granos como Cargill se asociaron con empresas como McDonald’s y Walmart para establecer una moratoria a la soja de la zona, que prohíbe la compra de oleaginosas provenientes de terrenos deforestados.

Como resultado, la soja ya no es una amenaza seria en materia de deforestación en el Amazonas (aunque otras actividades como la tala y el clareo lo siguen siendo). De hecho, los niveles de deforestación comenzaron a bajar antes del acuerdo. No obstante, la moratoria no incluye el otro gran bioma de Brasil, la sabana del Cerrado.

Entre el 2003 y 2013, los terrenos de cultivo en la región se duplicaron de un área de estudio de 45 millones de hectáreas debido a que los agricultores reubican su producción desde el Amazonas. Tres cuartos de esos nuevos cultivos resultaron en la destrucción de vegetación nativa del Cerrado.

La presión en la zona no hará más que aumentar. Luego de que China aplicara un arancel de 25% a las importaciones de soja estadounidense en julio de 2018, estas declinaron un 49% en todo el año. Brasil llenó el vacío e incrementó sus exportaciones a China en 30.

El país ahora representa cerca del 75% del total de importaciones chinas de soja. En marzo, investigadores alemanes advirtieron en la revista Nature que el área destinada a la producción de soja en Brasil podría crecer 39% a 13 millones de hectáreas.

Las empresas chinas históricamente ponen menos atención a los costos ambientales de la agricultura local que las multinacionales que siempre están preocupadas por su imagen. En mayo, por ejemplo, investigadores publicaron los resultados de un estudio sobre el financiamiento de 30 empresas chinas ligadas a la soja, incluidos comerciantes y productores de pienso. Estimaron que cerca del 40% de esos créditos (por un valor en torno a los US$ 2,100 millones) corrieron el riesgo de financiar la deforestación.

Por si eso fuera poco, el presidente ultraderechista de Brasil, Jair Bolsonaro, está eliminando las protecciones ambientales en regiones sensibles del país. En mayo, la tala en el Amazonas llegó a su nivel más alto en años.

Los costos ambientales, tanto para la diversidad como para el clima, son potencialmente devastadores. La deforestación da cuenta de hasta el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. En tanto, gracias a su capacidad de capturar el dióxido de carbono, la restauración de bosques puede aportar hasta el 30% de la mitigación necesaria para prevenir una catástrofe por el cambio climático.

Afortunadamente no todo está perdido. En febrero, seis grandes comerciantes de materias primas con intereses en Brasil, incluida la china COFCO International, acordaron monitorear y reportar compras de soja proveniente de zonas de alto riesgo del Cerrado. Los datos ayudarán a determinar la escala del problema y dar a los bancos un estándar para medir a la hora de decidir sobre el otorgamiento de créditos a la industria de la soja.

Dada la escala de sus adquisiciones, China en particular debería requerir evaluaciones de riesgo de deforestación como parte de cualquier decisión relacionada con la entrega de créditos para proyectos. Los chinos pueden comprar soja a quien quieran, pero eso les da derecho a dañar al planeta en el proceso.

Por Adam Minter

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.