Dónde está el amor: científicos encuentran su ubicación en el cerebro

Científicos han localizado las áreas del cerebro relacionadas con el amor, revelando cómo diferentes tipos de amor activan regiones específicas del cerebro y su impacto emocional.
Los investigadores han llevado la búsqueda del amor a un nivel completamente nuevo, revelando que diferentes tipos de amor iluminan diferentes partes del cerebro. (PeopleImages/iStock)

El amor es una emoción que experimentamos en muchas formas, desde el afecto por nuestros hijos hasta la admiración por la naturaleza. Usualmente se asocia al corazón, pero en la cabeza lo podemos encontrar. ¿Dónde y cómo se procesa este sentimiento en nuestro cerebro? Un reciente estudio ha comenzado a desentrañar este misterio, mostrando qué áreas del cerebro se activan según el tipo de amor que sentimos.

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Descubriendo el amor en el cerebro

En un esfuerzo por comprender mejor cómo el cerebro procesa diferentes formas de amor, investigadores de la Universidad Aalto llevaron a cabo un utilizando imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI). Este método les permitió medir la actividad cerebral de los participantes mientras reflexionaban sobre seis tipos distintos de amor. Los sujetos del estudio eran padres que se describían a sí mismos como estando en una relación amorosa.

Según Pärttyli Rinne, el filósofo y coordinador del estudio, “Ahora ofrecemos una imagen más completa de la actividad cerebral asociada con los diferentes tipos de amor en comparación con investigaciones anteriores”. Los resultados mostraron que el patrón de activación asociado al amor se genera en varias áreas del cerebro: los ganglios basales, la línea media de la frente, el precuneus y la unión temporoparietal, situada en los laterales de la parte posterior de la cabeza.

El amor parental: una activación intensa

El amor hacia los hijos mostró la actividad cerebral más intensa, seguido de cerca por el amor romántico. “En el amor parental, se observó una activación profunda en el sistema de recompensa del cerebro, en el área del estriado, mientras se imaginaba el amor, y esto no se vio en ningún otro tipo de amor”, explica Rinne.

El estudio también incluyó el amor hacia parejas románticas, amigos, extraños, mascotas y la naturaleza, y fue en la revista Cerebral Cortex de Oxford University Press. Los investigadores descubrieron que la actividad cerebral no solo se ve influida por la cercanía del objeto de amor, sino también por si se trata de un ser humano, otro tipo de especie o la naturaleza.

Amor por los extraños y la naturaleza

Como era de esperar, el amor compasivo hacia los extraños resultó menos gratificante y produjo una menor activación cerebral en comparación con el amor en relaciones cercanas. Por otro lado, el amor por la naturaleza activó el sistema de recompensa y las áreas visuales del cerebro, pero no las áreas sociales del cerebro.

La imagen representa un promedio estadístico de cómo diferentes tipos de amor iluminan diferentes regiones del cerebro. (Pärttyli Rinne et al 2024, Aalto University)

Los dueños de mascotas: una sorpresa cerebral

Una de las sorpresas más notables del estudio fue que las áreas del cerebro asociadas con el amor entre personas resultaron ser muy similares, con diferencias principalmente en la intensidad de la activación. Todos los tipos de amor interpersonal activaron áreas del cerebro relacionadas con la cognición social, a diferencia del amor hacia las mascotas o la naturaleza.

Los investigadores también notaron que la actividad cerebral de los participantes revelaba si eran o no dueños de una mascota. “Al observar el amor por las mascotas y la actividad cerebral asociada, las áreas cerebrales vinculadas con la sociabilidad revelan estadísticamente si la persona es un dueño de mascota o no”, afirma Rinne. Los dueños de mascotas mostraron una mayor activación en estas áreas en comparación con quienes no tienen mascotas.

Método del estudio y futuras implicaciones

Los investigadores controlaron las activaciones del amor con historias neutrales en las que ocurría muy poco. Por ejemplo, mirar por la ventana del autobús o cepillarse los dientes sin prestar mucha atención. Después de escuchar la narración de cada “historia de amor” por un actor profesional, los participantes debían imaginar cada emoción durante diez segundos.

Este no es el primer intento de Rinne y su equipo, que incluye a Juha Lahnakoski, Heini Saarimäki, Mikke Tavast, Mikko Sams y Linda Henriksson. Han realizado varios estudios para profundizar nuestro conocimiento científico sobre las emociones humanas. Un estudio anterior mapeó las experiencias corporales del amor, vinculando las experiencias físicas más intensas del amor con las relaciones interpersonales cercanas.

Entender los mecanismos neurales del amor no solo puede guiar las discusiones filosóficas sobre la naturaleza del amor, la conciencia y la conexión humana, sino que también podría mejorar las intervenciones en salud mental para trastornos como los de apego, la depresión o problemas en las relaciones. Los investigadores esperan que su trabajo continúe enriqueciendo nuestra comprensión de una de las emociones más complejas y fundamentales del ser humano.

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