El segundo domingo de marzo y el primer domingo de noviembre; es decir, dos veces al año, quienes viven en Estados Unidos deben ajustar sus relojes por el cambio de horario. Aunque es una medida que se ejecuta en casi todo el país norteamericano, pocos saben desde cuándo se realiza y por qué. En los siguientes párrafos, te respondemos a estas preguntas.
Cabe mencionar que en marzo se avanza una hora y en noviembre se retrocede. En ambos casos, debe hacerse a las 2:00 de la madrugada; por tanto, en el primero, el reloj tiene que cambiarse por las 3:00 a.m. y en el segundo, las agujas deben marcar la 1:00 a.m.
El cambio de horario en marzo y noviembre que se hace en Estados Unidos empezó oficialmente en 2007, aunque en otras naciones inició varios siglos antes. Pese a que en 1784, Benjamin Franklin habló por primera vez del concepto de ahorro de energía cuando escribió una carta al editor del Journal of Paris, el uso del horario de verano comenzó un siglo después en Gran Bretaña y Alemania durante la primera Guerra Mundial, época en la que se buscaba reducir en las tropas la utilización de luz artificial con el fin de conservar combustible para los enfrentamientos.
Muchísimos años después, en 1966, EE.UU. decidió estandarizar este sistema tras aprobar la Ley de Tiempo Unificado. Aunque al inicio, consideraban “el horario de verano desde el primer domingo de abril hasta el último domingo de octubre. En 2005, el presidente George W. Bush extendió el horario de verano cuatro semanas más, y éste entró oficialmente en vigor en 2007″, publica CNN.
Esta medida aplica en casi todo Estados Unidos. Los territorios en los que no se ajustan los relojes son Hawái y Arizona; el primero porque mantiene el horario estándar hawaiano (HST) y el segundo sigue el horario estándar de montaña (MST), excepto en la Nación Navajo.
El cambio de horario en Estados Unidos tiene como principal objetivo aprovechar mejor la luz natural y ahorrar energía. En otras palabras, el Daylight Saving Time, también conocido como horario de verano u horario de ahorro de luz diurna, busca reducir el consumo de la electricidad.
Aunque tiene dicho fin, hay estudios que aseguran que el ahorro que se produce es mínimo, incluso a veces el consumo de luz artificial puede llegar a ser mayor. Por ejemplo, en verano cuando hay más luz solar, no se prenden los focos en el día, pero sí el aire acondicionado.
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