No más Unasur para Maduro

Redacción Gestión

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Como si los países sudamericanos fueran todos cómplices de los excesos totalitarios que se producen en Venezuela y de la catástrofe económica que se inflige a su pueblo, Nicolás Maduro está promoviendo una reunión extraordinaria de cancilleres de Unasur para evaluar un supuesto golpe y las sanciones que Estados Unidos ha impuesto a determinados miembros de su entorno político.

A estos efectos, bajo la dirección de la presidencia pro témpore de Uruguay, se han reunido en Montevideo los cancilleres de Venezuela, Argentina, Brasil y Ecuador y el cuestionado secretario general de esa entidad, Ernesto Samper. El propósito: favorecer "la paz y la concordia" entre Estados Unidos y Venezuela.

Aunque Samper se refirió a la cláusula democrática de Unasur dejando entrever que, bajo circunstancias normales, podría examinarse también las arbitrariedades del Gobierno venezolano, esa fantasía quedó marginada por el interés de este en que la región ejerza nuevamente el rol de escudo protector.

De momento, no ha habido plena reacción en el área. Por tanto, el Perú podría dejar morir el tema o exigir que la eventual reunión se convoque para cuestionar al Gobierno venezolano por incumplir con llevar a cabo un diálogo adecuado con la oposición. Este no quiso ser enérgicamente demandado cuando Maduro fue presurosamente legitimado cuando el Perú ejercía la presidencia pro témpore de la Unasur.

Si la iniciativa fuera aceptada, fortalecería a una región hoy tan debilitada como la nuestra. Pero ello no ocurrirá porque no solo no haremos de la debilidad virtud sino que nuestros países podrán excusarse en su precariedad para eludir el tema.

En efecto, con Brasil sumido en una crisis económica de dimensiones amazónicas y la presidenta Rousseff ya amenazada con una destitución constitucional en la fétida atmósfera de los escándalos de Petrobras, la presidenta Fernández oficialmente encausada en los asuntos de la muerte del fiscal Nisman y contemplando el abismo económico (-1.3% de crecimiento este año), la caída en la aprobación del presidente Humala, que tampoco elude un contexto de corrupción, y con Colombia en el último tramo de una negociación con las FARC cuya solución es atajada por el expresidente Uribe y por la incógnita del rol cubano-venezolano en ella, no parece haber energía que distraer para identificarse con el dictador Maduro.

Y menos cuando Estados Unidos, habiendo recuperado su función de locomotora de la economía global, quizás quisiera, a la luz del deterioro geopolítico global, mejorar su relación con varios de los países de la región levantando, para este asunto, las atribuciones no intervencionistas de la Carta Democrática.

Por lo demás, si Unasur desea redimirse de la original tutela chavista, la región no puede mostrar solidaridad con gobernantes que han logrado que su país sea considerado, solo por debajo de Siria, como el segundo productor de miseria en el mundo en un contexto en el que los latinoamericanos contribuyen a ese índice de CATO con el 12% del total.

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