Esa maldita “cultura del alivio”

Redacción Gestión

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Enrique Castillo ParedesPERIODISTA

Desde los inicios del gobierno nacionalista nos referimos en esta columna a lo que denominamos la "cultura del alivio". Esa inexplicable actitud que llevaba a muchos políticos, periodistas y, sobre todo, a muchos empresarios, a señalar cuando se criticaba la mediocridad de este Gobierno que no se debía mover el avispero, que debíamos sentirnos afortunados, aliviados y satisfechos de que Ollanta Humala se hubiese olvidado de la Gran Transformación, y que no hubiese implementado ninguna medida populista o radical. No importaba que no hiciese nada más.

Así las cosas, todos los aliviados empezaron a convivir y a aceptar algunos con aplausos y felicitaciones incluidas que se le llamaran reformas a los avances y retrocesos como lo de las AFP, lo de educación, lo de la Policía, etc.; política social e inclusión a la creación de algunos programas asistencialistas específicos de reparto de becas, de alimentos o de dinero, y política económica al piloto automático. Muchos aceptaban de buen grado la participación en el Gobierno de quienes no habían sido elegidos para gobernar, y justificaban que se designen o se mantuvieran como ministros a quienes tenían como único mérito el formar parte del entorno más cercano de Palacio y ser incondicionales de los gobernantes, aunque no tuviesen ni las credenciales ni las capacidades para el cargo.

Con el correr del tiempo, y luego de que los errores eran recurrentes y evidentes, y los resultados escasos, las críticas se empezaron a hacer en voz baja y en privado.

Hoy, cuando la realidad demuestra que fue muy poco lo que se hizo para aprovechar el buen momento de nuestra economía; cuando las evidencias nos muestran que la desaceleración se debe a factores externos, pero en mayor medida a nuestras limitaciones e inacciones internas; cuando el mismo Gobierno empieza a dar marcha atrás en muchas de las medidas y decisiones que impulsó desde hace tres años, y cuando el mismo ministro de Economía reconoce que están desmontando lo que ellos mismos hicieron porque no funcionó, recién se alzan las voces para respaldar a los críticos a quienes hasta hace poco se les llamaba pesimistas cuando señalan una vez más y de manera clara y directa que se han perdido tres años, que al Gobierno le falto ambición, y que la actual reacción es tardía.

Esa lamentable "cultura del alivio o del conformismo" la misma que hace que nuestros futbolistas se contenten con ir ganando 1-0 o 2-0 hasta que nos empatan o nos voltean el partido ha llevado a muchos a decir que aunque estemos desacelerados todavía debemos estar contentos porque seguimos liderando el crecimiento; que la gestión de Juan Jiménez fue buena; que tenemos un Gabinete de lujo; que estos ministros deben durar los cinco años; y que el trabajo del Ministerio del Interior es muy bueno. Es decir, hemos perdido la capacidad de ser exigentes, de querer siempre más, de buscar la excelencia, de luchar por lo mejor. No solo nos sentimos aliviados, sino que nos conformamos con poco.

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