Una debacle repetida

Redacción Gestión

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DESAYUNANDO CON KRUGMANPaul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008, es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton.

Algunas veces es difícil explicar por qué Estados Unidos necesita una fuerte regulación financiera, especialmente en una era saturada por la propaganda pro-negocios y pro-mercado. Es por ello que debemos estar agradecidos cuando alguien hace que sea más fácil y convincente entender esa necesidad. Y por ello, hay que dar crédito a dos personas: Mitt Romney y el presidente y CEO de JPMorgan Chase, Jamie Dimon.

En un rato me referiré a las tribulaciones de ese banco, pero primero déjenme hablar de Romney, cuyos comentarios sobre dichos problemas estuvieron tan fuera de lugar que constituyen un momento aleccionador.

El virtual candidato presidencial del Partido Republicano dijo respecto a la pérdida de US$ 2,000 millones en que incurrió JPMorgan que bien pudieron haber sido US$ 3,000 millones o US$ 5,000 millones, ¿pero eso importa? que "esta fue una pérdida para los accionistas y propietarios de JPMorgan y esa es la forma en que Estados Unidos funciona. Algunos experimentaron una pérdida en este caso debido a una mala decisión. Por cierto, hubo alguien que obtuvo una ganancia". ¿Qué está mal en esta declaración? Pues bien, supongamos que alguien, digamos el personaje de James Stewart en la película de 1946 "¡Qué bello es vivir!", administra un banco que recibe depósitos del público e invierte ese dinero. Y supongamos que una de esas inversiones es una apuesta riesgosa en un instrumento financiero complejo. En el otro lado de la apuesta figura Mr. Potter, el malvado plutócrata del filme.

Si la apuesta de James Stewart tuviera éxito, estaríamos en Romneylandia: ha hecho dinero y Mr. Potter lo perdió. Pero supongamos que Stewart pierde la apuesta: si esta fue lo suficientemente grande, entonces no tendría los activos necesarios para pagarles a los depositantes. Su banco colapsaría, probablemente en una caótica corrida de depósitos que como daño colateral se traería abajo la economía del pueblo. Mr. Potter haría dinero, pero ¿y qué más da?

El punto es que no está bien que los bancos asuman la clase de riesgos que son aceptables para los individuos, porque cuando aquellos toman demasiados riesgos ponen a toda la economía en peligro a menos que confíen en que pueden ser rescatados por el Estado. Y por supuesto que la perspectiva de tales rescates solo refuerza el argumento de que no se debe permitir que los bancos se desboquen porque lo que están haciendo es jugar con el dinero de los contribuyentes.

A propósito, ¿cómo es posible que Romney no entienda todo esto? Toda su candidatura está basada en la afirmación de que su experiencia en extraer dinero de empresas en problemas significa que él sabrá cómo administrar la economía. Pero cuando habla sobre política económica, resulta estar completamente despistado.

En todo caso, no hace falta decir que Jamie Dimon no es James Stewart, aunque en cierta forma le ha estado interpretando en TV, posando como un banquero responsable que sabe cómo administrar el riesgo y de esa manera, presentándose como el hombre clave en la lucha de Wall Street para bloquear cualquier profundización de la regulación, a pesar del inmenso daño que los bancos desregulados han infligido a la economía estadounidense. Dimon ha estado diciendo que confiemos en ellos, que tienen el asunto cubierto y que lo de antes no volverá a ocurrir.

Pero ahora la verdad se está revelando. Esa pérdida multimillonaria no ha sido un evento aislado sino un accidente que iba a ocurrir, pues aunque Dimon pronunciaba discursos sobre banca responsable, su propia entidad estaba acumulando riesgos. The Financial Times informa que "el área de JPMorgan que incurrió en la pérdida de los US$ 2,000 millones ha tomado posiciones por más de US$ 100,000 millones en títulos respaldados por activos y productos estructurados el tipo de bonos complejos y riesgosos que estuvieron en el centro de la crisis financiera del 2008. A estas tenencias hay que agregar los derivados de créditos que ocasionaron las pérdidas".

¿Y qué estaba ocurriendo mientras estas posiciones se acumulaban? De acuerdo con un fascinante informe en la edición dominical de The New York Times, la realidad detrás de la fachada de entidad competente de JPMorgan era demasiado reminiscente de la conducta que se trajo abajo firmas como AIG en el 2008: ejecutivos arrogantes abucheando a cualquiera que intentase cuestionar sus actividades, altos gerentes que no hacían preguntas pues el dinero seguía llegando. Realmente se trata de un déjà vu.

Nuevamente, el punto es que una institución como JPMorgan un banco demasiado grande como para caer, sin mencionar que sus depósitos ya se encuentran garantizados por los contribuyentes estadounidenses no debería involucrarse en esta clase de inversión especulativa. Y esa es la razón de por qué se necesita retomar una regulación financiera mucho más fuerte que incluso la que se aprobó en el 2010.

¿Obtendremos esa clase de regulación? Obviamente no si Romney gana las elecciones, pues él quiere derogar dicha norma y, en general, ha puesto en claro que haría todo lo que está en su poder para meternos en otra crisis financiera. Incluso si el presidente Barack Obama resulta reelecto, obtener la regulación que necesitamos será una lucha muy ardua. Pero como lo ha demostrado la debacle causada por Dimon, esa lucha sigue siendo más necesaria que nunca.

Antonio Yonz MartínezTraducción

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