El jefe de la ANA, Abelardo De La Torre. (Foto: USI)
El jefe de la ANA, Abelardo De La Torre. (Foto: USI)

El primer contacto que tuvo con un río fue cuando tenía seis años, producto de un engaño.

Su abuela paterna le pidió a su papá que viajara a Yauca, un distrito en Caravelí (Arequipa) para darle la herencia que le correspondía.

Entonces, su padre lo llevó con la ingenua idea de regresar, quizá, ese mismo día. Sin embargo, Abelardo De la Torre, hoy jefe de la ANA, se quedó hasta terminar la primaria.La única distracción que tenía en aquella época era el río que estaba cerca de la casa donde vivía.

“Jugaba con el río y veía cómo reaccionaba cuando le hacía ciertas cosas. No sabía nada, pero me gustaba. Me fui obsesionando”, cuenta.

Esa sensación despertó muchos años después.

A un mes de terminar el ciclo en el centro de preparación de la Universidad Agraria La Molina, De la Torre estaba convencido de que no iba a postular a esa casa de estudios

“Pero un grupo de profesores llegaron a mi salón con varios folletos y dijeron que se había abierto la carrera de Ingeniería Agrícola.

He trabajado en todos los proyectos del Perú. No hay uno solo en el que no haya participado como diseñador, asesor o supervisor.


Explicaron de hidráulica de ríos, y desde chico siempre había querido manejar ríos”.

La experiencia

“Tengo 50 años de ejercicio profesional, 25 años en el Perú y 25 años fuera”. Esta es la carta de presentación que lleva consigo. Es especialista en temas hidráulicos, experto en riego, control de inundaciones y drenaje, pero asegura que ingresó a la ANA de manera accidental.

“Me resulta incómodo el manejo administrativo en la función pública, soy un técnico por naturaleza”.

No obstante, su historia empieza durante el gobierno del general Juan Velasco Alvarado, a fines de los 60.

Proyectos

Por aquellos años, llegó un misión del Banco Mundial. El jefe era el padrino de su promoción universitaria y le encargó armar el proyecto de drenaje de San Lorenzo, en Piura. Justamente, este proyecto fue el primero que financió el Banco Mundial.

“Con 28 años, viajé al norte a dirigir San Lorenzo, que era un desierto”, recuerda.

Efectivamente, no había casas ni espacios para las reuniones con el equipo. Allí se quedó cuatro años.

“Construí 11 casas para los ingenieros y una oficina, un área de trabajo”.

Después de eso, llegó un télex “de alquien que llegó al Perú buscando un experto de lluvia”.

La propuesta fue viajar a Centroamérica. Era 1974 y Abelardo De la Torre aceptó y se quedó hasta 1999.

“Mi primer destino fue El Salvador”, precisa.

Pero esto era solo el comienzo, pues lo esperaban más destinos y más proyectos, cada vez más complejos.

Honduras, Boston, Venezuela, Chile, Brasil , son algunos de los destinos a los que viajó. En el 2005 regresó al país para diseñar la institución que hoy dirige. Recuerda que lo que más trabajo le costó fue convencer al Congreso.

“He trabajado en todos los proyectos del Perú. No hay uno solo en el que no haya participado, como diseñador, asesor o supervisor”, se enorgullece.