Redacción Gestión

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(Bloomberg) Chris Hentemann tiene dos obras de arte en las paredes de su amplia oficina ejecutiva en el centro de Manhattan. Una es una fotografía ampliada de la cabina de su Beechcraft Baron bimotor. La otra es un grabado de Andy Warhol de Muhammad Ali con los puños cerrados.

Para Hentemann, un gerente de fondos muy delgado que lleva 25 años en las finanzas, las dos imágenes captan la dualidad de Wall Street. Es un sector donde es necesario manejar el riesgo con precisión y disciplina, pero que también es impulsado por audacia, autoestima e instinto asesino. O al menos, así era antes.

En una era definida por una reacción populista contra el capitalismo rapaz, el negocio de las finanzas perdió su encanto. Un sector que antes celebraba la mano invisible del libre mercado, que solía prodigar a los accionistas y a los empleados una riqueza sin precedente, fue escarmentado con multas por US$ 284,000 millones en los últimos ocho años. Wall Street se jactó durante mucho tiempo de ser un semillero de innovación, pero actualmente está entrampado en una red de normas destinadas a impedir que los banqueros vuelvan a poner en peligro la economía mundial. La rentabilidad y las remuneraciones caen en tanto las fuerzas desatadas por la crisis financiera de 2008 causan estragos.

"Cuanto más presionan los reguladores, más transforman a los bancos en empresas públicas financieras", dice Hentemann, de 48 años, ex responsable de finanzas estructuradas en Bank of America Corp. que maneja actualmente un fondo de cobertura centrado en el crédito por US$1.500 millones llamado 400 Capital Management. "Pero después de lo que pasó en la crisis, ¿podemos culparlos?"

Las medidas severas no parecieron importarles a los simpatizantes del candidato demócrata Bernie Sanders estas medidas severas, que exigían la disolución de las entidades muy grandes para quebrar. Ahora, la plataforma del partido republicano y el borrador final del que aprobaron los demócratas exigen el restablecimiento de la Ley Glass-Steagall de 1933, que separó la banca comercial y de inversión. En caso de ser sancionada, la medida podría disolver a JPMorgan Chase & Co., Bank of America y Citigroup Inc. A los 17 millones de británicos que el mes pasado votaron a favor de salir de la Unión Europea no les preocupó que el sector de servicios financieros de su país, que representa 8% de la economía, pudiera verse obligado a trasladar algunas operaciones al exterior.

Es una noticia seria para un negocio que se atrevía a esperar que el ajuste de cuentas post-crisis estuviera llegando a su fin. Durante ocho años, los hombres y mujeres que trabajan en las finanzas han jugado a la defensiva. Más de medio millón de empleos desaparecieron de los bancos más grandes del mundo desde 2008, muestran datos recopilados por Bloomberg. Los fondos especulativos y las firmas de gestión de fondos de primer nivel están bajando las comisiones y reduciendo empleados para seguir siendo competitivos.

Con nuevos requisitos de capital y pruebas de solvencia más duras por delante, es probable que los líderes de los bancos compriman aún más los gastos de sus empresas en los años venideros. Este año, la ganancia en los bancos de inversión de los Estados Unidos y Europa se contraerá un quinto en comparación con 2010, hasta US$ 212,000 millones, según el Boston Consulting Group. Los profesionales de las finanzas enfrentan una realidad que antes consideraban impensable –el juego divertido que jugaron durante tanto tiempo se ha vuelto aburrido.

Mientras los organismos reguladores públicos intensifican su severidad, una economía mundial vacilante y una horda de empresas emergentes de tecnología financiera que golpean las murallas están imponiendo cambios que pocos previeron luego de la crisis. Banqueros influyentes como el máximo responsable de JPMorgan, Jamie Dimon, y Ana Botín, la presidenta de Banco Santander SA, están invirtiendo millones de dólares en empresas para defender su terreno de los intrusos y conquistar a los "millennials" que viven en sus teléfonos celulares. Hasta el Banco de Inglaterra, con sus 322 años, está tomando medidas: en junio, el gobernador Mark Carney anunció el lanzamiento de un acelerador de tecnología financiera.

A pesar de todos los esfuerzos tendientes a controlar el sector financiero desde 2008, éste tiene antecedentes de haberse librado de los desastres, desde la crisis estadounidense del ahorro y el crédito en los años 80 hasta el estallido de la burbuja de las punto.com en 2001. Los escándalos envolvieron a los bancos de inversión más grandes en los últimos años, desde las hipotecas de alto riesgo hasta la manipulación del mercado cambiario o haber ayudado a clientes ricos a eludir impuestos. Pero Wall Street casi siempre encuentra una manera de adaptarse a nuevas normas, hechizar a los inversores con nuevos productos y aumentar sus beneficios.

"Éste es un sector que tiene períodos de calma, pero no debemos suponer que se han eliminado los accesos de imprudencia y fraude directo", dice Phil Angelides, que ejerció la presidencia de la Comisión de Investigación sobre la Crisis Financiera, designada por el Congreso en 2009. "Siempre existe un peligro claro y presente de que ese tipo de conducta se repita".

No se vislumbra un fin inmediato de estas medidas drásticas. El sector, por su parte, está cambiando a nivel estructural. No pasa un mes sin que un banco o agencia de corretaje anuncie otro cierre de empresa o un retiro del mercado. Crédit Suisse Group AG y Deutsche Bank AG procedieron recientemente a reorganizaciones completas, y Barclays Plc anunció en marzo que se retiraba de todo un continente, África, después de 91 años. Hasta Goldman Sachs Group Inc., que ha visto caer sus acciones un 23% en los últimos 12 meses, se vio afectado. En abril, comenzó a ofrecer a los consumidores cuentas de ahorro online. El precio de admisión: US$1.

El sufrimiento para algunos generó oportunidades para otros. El próximo capítulo del mercado de bonos está cobrando forma en un edificio de ladrillos de 106 años en el bajo Manhattan que antes almacenaba lapiceras fuente. Actualmente alberga empresas emergentes. Amar Kuchinad, fundador y máximo responsable de una de ellas, Electronifie Inc., está construyendo una plataforma de operaciones digital para deuda corporativa.

Sentado en una sala de reuniones en la oficina sin divisiones de la empresa, con mesa de Ping-Pong incluida, Kuchinad describe cómo comenzó su fascinación por los cambios que trajeron aparejados la ley Dodd-Frank y el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea. En ese momento, abandonó su puesto de director ejecutivo en la unidad de comercialización crediticia de Goldman Sachs en 2011 y se incorporó a la Comisión de Títulos y Valores estadounidense (SEC por su sigla en inglés) como asesor sénior en materia de política. De pronto, pasó a estar del otro lado de la mesa de su antiguo sector mientras manejaba nuevos ratios de capital.

"Vi que los actores del mercado venían a Washington y decían ante el organismo 'Esto aplastará la liquidez del mercado de bonos corporativos'", dice Kuchinad.

Sacó también otra conclusión: había llegado la hora de ofrecer una alternativa digital que pudiera conectar a compradores y vendedores sin la necesidad de distribuidores. En 2013, formó Electronifie, y desde entonces ha ejecutado transacciones por alrededor de US$2.000 millones con una red de más de 450 operadores. No es el único. Docenas de plataformas, como el líder del sector MarketAxess Inc. y una que es propiedad de Bloomberg LP, la sociedad matriz de Bloomberg News, están incursionando en ese modelo.

"Eso significa que una parte mucho mayor de esta actividad se verá impulsada por los datos antes que las relaciones", dice Kuchinad, de 42 años.

Pese a todo este tumulto, algunos banqueros sénior confían en que su sector saldrá adelante fortalecido y más austero.

"Imagine lo que ocurrirá cuando se quite el pie del freno y los clientes comiencen a operar más activamente y las tasas de interés comiencen a subir", dice Chris Purves, uno de los responsables globales de tasas de renta fija y operaciones de crédito en UBS Group AG en Londres, que ha dado un paso atrás en el área de renta fija para concentrarse en la gestión patrimonial. "Tendremos operaciones curtidas en la batalla, sumamente eficientes que pueden crecer rápidamente".

Es una idea optimista. Pero la gran incógnita para el resto de la sociedad es si el sector de servicios financieros cambiará de manera indeleble su modo de hacer las cosas.

Los políticos a ambos lados del Atlántico apuestan a que obligando a los bancos a rehuir el apalancamiento y tener más capital se puede acabar de una vez por todas con sus hábitos peligrosos. Queda mucho camino por recorrer para cumplir con esos objetivos. En los Estados Unidos, el enojo por el rescate de los bancos alimentó movimientos populistas que abarcaron desde Occupy Wall Street y el Tea Party hasta las campañas de Bernie Sanders y Donald Trump. En Europa, los acontecimientos de 2008 expusieron las debilidades fiscales de la UE integrada por 28 países y dieron paso a un período de austeridad y rebeldía popular que parece intensificarse.

A pesar de todos esos cambios, cuatro de los seis principales bancos de los Estados Unidos son más grandes de lo que eran en 2008. En el Reino Unido, los activos de los cuatro bancos más importantes duplican el tamaño de la economía del país.

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