Después de algunas de las mayores pérdidas de este año en los mercados emergentes, los alcistas han vuelto a apostar a que ha llegado el momento de un repunte.
Con la salvedad de que las tasas de interés mundiales se estabilicen, de que China relaje las restricciones de COVID y de que se evite una guerra nuclear, las previsiones anuales de los bancos de inversión para el 2023 presentan de repente unas predicciones bastante elevadas para los mercados emergentes (ME).
UBS, por ejemplo, espera que las acciones de los ME y la renta fija obtengan una rentabilidad total de entre el 8% y el 15%, después de la baja de entre el 15% y el 25% de este año.
Un Morgan Stanley “alcista” espera una rentabilidad cercana al 17% para la deuda en moneda local de los ME. A Credit Suisse le gusta “especialmente” la deuda en divisa fuerte, mientras que la última encuesta de gestores de fondos globales de BofA muestra que la inversión “larga en ME” es la principal operación “contraria (a la tendencia general del mercado)”.
“Se trata de una especie de reducción del riesgo”, afirma el gestor de carteras de ME de T. Rowe Price, Samy Muaddi, que ha comenzado a sumergirse de nuevo en lo que describe como países de ME “bien anclados”, como República Dominicana, Costa de Marfil y Marruecos.
“Ahora, creo que el precio es lo suficientemente atractivo como para justificar una visión contraria”.
El aumento de las tasas de interés de este año, la guerra de Ucrania y la batalla de China contra el COVID se han combinado para demoler a los ME.
Podría ser la primera vez en los tres decenios de historia de esta clase de activos que la deuda de los mercados emergentes en “moneda fuerte” -la que suele estar en dólares- pierda más de un 20% en términos de rentabilidad total anual y la primera racha de dos años de pérdidas.
La pérdida del 15% que acumula actualmente la deuda en moneda local sería un récord, mientras que las acciones de los mercados emergentes sólo han tenido años peores durante la crisis financiera de 2008, el estallido de las puntocom en el 2000 y el desplome de la deuda asiática en 1998.
“Este ha sido un año muy duro”, dijo el gestor de fondos de DoubleLine, Bill Campbell. “Si no ha sido el peor, es uno de los peores”.
Es la experiencia de los descalabros pasados lo que ha llevado a la actual ola de optimismo.
El índice de renta variable de los mercados emergentes de MSCI se disparó un 64% en 1999 y un 75% en el 2009, después de haber perdido un 55% durante los desplomes de los mercados asiáticos y de la crisis financiera.
La deuda en moneda fuerte de los mercados emergentes también se recuperó un 30% tras la caída del 12% de la crisis financiera, y la deuda local, que había perdido algo más del 5%, pasó a ganar un 22% y un 16% el año siguiente.
“Hay mucho valor en los niveles actuales”, añadió Campbell, de DoubleLine.
“No creemos que sea el momento de entrar ciegamente a una operación en mercados emergentes, pero se puede empezar a armar una cesta (de activos para comprar) que tenga sentido”.
Reloj roto
Los analistas de Societe Generale afirmaron el martes que el enfriamiento de la inflación y la inminente recesión en los mercados desarrollados eran “sumamente propicios para que los bonos locales de los mercados emergentes tuvieran un rendimiento superior”. Sin embargo, la mayoría de los grandes bancos de inversión apostaban por una recuperación de los mercados emergentes el año pasado por estas fechas. Ninguno predijo la invasión rusa de Ucrania ni la subida de las tasas de interés.
Existe un ritual casi anual de banqueros que hablan de las posibilidades de los mercados emergentes, dicen los que han seguido a los mercados emergentes durante años.
La encuesta de inversores de BofA de diciembre de 2019 mostró que “ponerse en corto” con el dólar era la segunda operación más concurrida. JPMorgan y Goldman Sachs eran alcistas, mientras que el mensaje de Morgan Stanley en ese momento era: “¡Hay que comprar todo el ME!”.
Posteriormente, el dólar subió casi un 7% y los principales índices de acciones y bonos de los mercados emergentes perdieron dinero.
“Ya se sabe cómo funciona un reloj roto: en un momento dado da bien la hora”, dijo el gestor de carteras de ME de abrdn, Viktor Szabo.
Razones para la cautela
Además de la guerra de Ucrania, la inflación obstinadamente alta y los confinamientos en China, el aumento de la deuda y los costos de los préstamos hacen que las agencias de calificación crediticia adviertan del alza de los riesgos de impago de países como Nigeria, Ghana, Kenia, Pakistán y Túnez.
Nomura ve siete posibles crisis monetarias y, aunque UBS es optimista en cuanto a los activos de los países emergentes, estima que este año se ha producido la mayor reducción de las reservas de divisas desde 1997. Su previsión de crecimiento mundial del 2.1% sería también la más lenta de los últimos 30 años, si no se cuentan las crisis extremas de 2009 y 2020.
“Nuestra esperanza es que una Reserva Federal más flexible se combine con un pico en el ciclo de inventario global/recuperación en la tecnología de Asia a partir del segundo trimestre, creando un terreno más fértil para el rendimiento superior de los mercados emergentes en ese momento”, dijo UBS.
Si las perspectivas mejoran, los inversores internacionales están bien situados para volver a entrar en la escena después de haber vendido mucho en los últimos años.
JPMorgan calcula que sólo este año se han deshecho de unos US$ 86,000 millones en bonos de mercados emergentes, lo que cuadruplica la cantidad vendida durante el año de la “molestia en los mercados” del 2015.
“Los ME están nadando hacia la seguridad”, resume Morgan Stanley. “Aunque todavía en aguas profundas”.