Por Chris Hughes
El índice británico FTSE 100 ha registrado la primera venta rápida de acciones que incluye a inversores minoristas.
La tecnología ha permitido que Compass Group Plc incluya a pequeños accionistas en una ampliación de capital de 2,000 millones de libras (US$ 2,500 millones), mediante la venta a través de una aplicación, por lo que otras compañías sentirán presión para seguir su ejemplo. La función de los bancos de inversión como guardianes de las grandes transacciones se está reduciendo gradualmente.
Compass está en el negocio de la hostelería, una víctima corporativa de la crisis de COVID-19. Sus ingresos subyacentes cayeron casi un 50% en abril. El grupo quiere captar más del 10% de su valor de mercado actual para reducir una deuda demasiado alta.
Ello normalmente la obligaría a realizar una oferta de derechos costosa y que llevaría mucho tiempo, poniendo acciones a disposición de todos los inversores existentes para protegerlos de una dilución.
Pero las reglas británicas se relajaron en abril y compañías como Compass ahora pueden vender acciones a quien quieran, que por lo general ha significado los inversores institucionales que mejor conocen. Esa forma de proceder ha sido polémica ya que los pequeños accionistas existentes quedan diluidos sin posibilidad de hacer nada al respecto.
El pequeño tramo minorista de Compass en la nueva ampliación de capital, limitada por los reguladores a 7 millones de libras, no afecta en nada a su objetivo de 2,000 millones de libras. Pero respeta el principio de que los pequeños accionistas tienen los mismos derechos que los grandes.
Sin embargo, la transacción pone de manifiesto las rarezas del régimen actual. Primero, el tramo minorista de la venta no es para accionistas existentes exclusivamente. En ese sentido, solo es una réplica de la oferta principal para los inversionistas institucionales. No evita que los nuevos accionistas diluyan a los existentes, solo proporciona un nuevo canal de distribución.
El tamaño pequeño de la oferta limita el número de personas que podrían salir perdiendo si las acciones caen más tarde. Pero, o bien la oferta es adecuada para la inversión minorista (en cuyo caso el límite no tiene sentido, quizás), o no lo es.
Colocaciones como estas parecen superficialmente ventajosas para los involucrados. Después de todo, las condiciones deben ser atractivas frente a las compras en el mercado; de lo contrario, no tendría sentido que nadie participara. Y si los inversores minoristas pueden comprar acciones en el mercado, entonces es lógico permitirles comprar acciones en una colocación.
El peligro es que se disparen las expectativas sobre estas transacciones y las acciones, a menudo vendidas a bajo precio, terminen considerándose una apuesta segura por parte de inversionistas ingenuos. La realidad es que las compañías que están recaudando capital rápidamente lo hacen principalmente porque, de lo contrario, estarían en dificultades. El rendimiento de las acciones vendidas en este tipo de colocación ha sido muy variable.
Pero la dirección del trayecto es clara. La tecnología está avanzando en el proceso de venta de acciones y permite una participación más amplia y una distribución más justa de las acciones dilutivas. Eso beneficiará a los accionistas institucionales más pequeños y los negocios de gestión de patrimonios familiares, así como a los inversores minoristas. Para los grandes bancos de inversión, el papel se centrará gradualmente en el asesoramiento antes de estos acuerdos y menos en colocar las acciones.