Hace unos cinco años el Ministerio de la Producción y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) acordaron incentivar la cooperación entre universidad y empresa bajo un esquema de fondo concursable, que hasta el día de hoy tiene por objetivo cofinanciar proyectos de innovación.
Así, la creación del Fondo de Investigación y Desarrollo para la Competitividad (Fidecom) ha sido positiva, "porque motivó a que las empresas busquen a las universidades para establecer alianzas con miras a concretar sus proyectos", explica Verónica Montoya, jefa de la Oficina de Innovación-DGI (PUCP).
Esto ha permitido que el Perú cuente con un escenario más optimista en lo que respecta a innovación gracias a la labor conjunta de equipos de jóvenes talentosos y empresarios a diferencia de diez años atrás, sustenta.
Y es con S/.200 millones disponibles para promover la investigación y desarrollo de proyectos de innovación productiva y de utilización práctica en las empresas, Fidecom puede cofinanciar hasta el 75% del monto total de cada proyecto.
De acuerdo a las estimaciones de Montoya, la iniciativa hizo posible el desarrollo de cinco proyectos de innovación durante el primer año, 12 proyectos en el segundo año, la lista aumentó a 30 en los años posteriores, y ahora, al menos, la PUCP cuenta con 55 proyectos en marcha.
Las firmas peruanas han puesto la mira en, sobre todo, especialistas en mecánica, ingeniería de software y electrónica. La innovación para el caso de esos rubros está orientada, por ejemplo, a mejorar los sistemas de producción.
Pero ¿qué significado cobra el concepto de innovación en el Perú? Para la también economista, innovar no consiste en "descubrir la pólvora o la rueda". Al margen de que algunas cosas se produzcan o no en otros países, "la innovación es hacer cosas que, en el Perú, simplemente no se fabrican".
"Lo que importa es que sea un producto hecho con material peruano, adaptado a la realidad peruana y dirigido al consumidor peruano. Eso es una innovación. Basta que eso suceda para que la innovación sea reconocida", prosigue.
En tanto, uno de los beneficios generados a raíz de la cooperación entre universidades y empresas es que sus respectivos representantes puedan juntarse para conversar sobre un tema afín. Eso propicia, según Verónica Montoya, que "el académico piense en función a las necesidades del mercado y el empresario piense en efectuar una investigación y un desarrollo".
Para conseguirlo, es indipensable que el empresario logre adaptarse y amoldarse a una nueva realidad. "Los que mejor hacen vínculos con la universidad son los que muestran una disposición a aprender, por eso se hacen eventos como el Encuentro de Innovación, donde puedan escuchar otras experiencias", finaliza.
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