(Foto: Inoloop)
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Por Leonid Bershidski

Era casi inevitable que el desagrado cada vez mayor por las plataformas tecnológicas y, particularmente, por las , debido a su rol en el debilitamiento de la democracia, también atrajera su propio rechazo. Teorías fundamentales como la burbuja de filtros y la cámara de eco están siendo desafiadas.

En una publicación de Medium esta semana, Jeff Jarvis, profesor de periodismo y bloguero, reseña parte del trabajo académico reciente en la materia. En particular, analiza un artículo de Axel Bruns de la Universidad tecnológica de Queensland en Australia, titulado provocativamente “It’s Not the Technology, Stupid: How the ‘Echo Chamber’ and ‘Filter Bubble’ Metaphors Have Failed Us” (No es la tecnología, estúpido: así nos han fallado la "Cámara de Eco" y la "Burbuja de filtros").

En él, Bruns argumenta que no seleccionamos a nuestros amigos exclusivamente bajo criterios ideológicos. En cambio, “los contactos de las muchas facetas de la vida personal del usuario: familia, amigos, conocidos, compañeros de trabajo y otros, se conectan y se comunican entre sí en una mezcla desordenada y, a menudo, incontrolable”.

Por esta razón, los usuarios se encuentran con una mayor variedad de puntos de vista que los no usuarios. No están encerrados en burbujas herméticas por los algoritmos de selección de contenido de las redes sociales, asegura Bruns.

Por ende, las redes sociales no son responsables de la proliferación de noticias falsas y los comentarios radicales partidistas. De hecho, según Bruns, este debate nos distrae de una pregunta mucho más importante: ¿por qué las personas se vuelven más intolerantes cuando se enfrentan a opiniones opuestas?

No es el único académico en cuestionar las cámaras de eco (un término acuñado por mi colega de Bloomberg Opinion Cass Sunstein) y las burbujas de filtros (un concepto desarrollado por el cofundador de Upworthy Eli Pariser).

En el 2016, Seth Flaxman de la Universidad de Oxford, Sharad Goel de la Universidad de Stanford y Justin Rao, un empleado de señalaron que las redes sociales y los motores de búsqueda incrementan la exposición de las personas a material de su lado menos preferido del espectro político, incluso luego de reducir “la distancia ideológica media entre los individuos”. Ambos efectos, sin embargo, fueron relativamente modestos.

Tal vez por coincidencia, estos hallazgos son similares a los de los investigadores propios de En un artículo de Science del 2015, Eytan Bakshy y sus colaboradores escribieron que los algoritmos de las redes sociales exponen a los usuarios a “puntos de vista contrapuestos”, pero que son los usuarios quienes no suelen hacer clic en esos enlaces.

“Nuestro trabajo sugiere que el poder de exponerse a perspectivas del otro lado del espectro político en las redes sociales yace primero y principalmente en los individuos”, escribió Bakshy.

Son puntos válidos. Algunos usuarios de las redes sociales –y no solo los periodistas– a menudo hacen un esfuerzo consciente por seguir a personas con puntos de vista opuestos, como una forma de mantenerse conectados con la realidad. Además, la mayoría de las personas tiene amigos del otro lado del espectro político, lo que las expone a diferentes puntos de vista.

Sin embargo, no sería correcto desestimar la idea de la burbuja de filtros como “la metáfora más tonta sobre la Internet”, como lo hace Bruns, ya que es muy probable que la manera en que funcionan las redes sociales afecte directamente el comportamiento de los individuos ideológicamente rígidos y sus reacciones a los puntos de vista opuestos que se encuentran.

Un amplio corpus académico señala el rol de las redes sociales en la organización de la acción política en la vida real. Preocupantemente, esto también aplica a la violencia política.

El año pasado, Karsten Mueller, de la Universidad de Princeton, y Carlo Schwarz, de la Universidad de Warwick, publicaron un artículo en que el mostraban que en los pueblos alemanes con más usuarios activos de Facebook, la violencia contra los inmigrantes también aumentaba.

En abril del 2019, Mattias Wahlstrom y Anton Tornberg, de la Universidad de Gothenburg, llevaron esos hallazgos aun más lejos al describir los mecanismos que traducen las interacciones en redes sociales a la violencia xenófoba de la vida real en Suecia.

En el momento en el que se escribía el artículo de Wahlstrom, el grupo político más grande del segmento sueco en Facebook era el grupo ultranacionalista "Stå Upp För Sverige" (De pie por Suecia), con casi 170,000 miembros.

Comunidades en línea tan grandes, escriben los investigadores suecos, sirven para dar legitimidad moral a las acciones violentas, dándole a los individuos “retroalimentación, reconocimiento mutuo y respuestas emocionales que motivan la acción”. Colectivamente, también forman un discurso de noticias y análisis alternativo que contradice lo que consideran habitual o contrapuesto.

Antes de las redes sociales, era difícil para las personas hiperpartidistas y violentas encontrarse, y los grupos que formaban eran pequeños. Ahora, cualquiera que haya visto una turba de sabe lo fácil que es conocer a personas con una mentalidad similar y reforzar y legitimizar el odio.

Las cámaras de eco y las burbujas de filtros no tienen que estar perfectamente aisladas para producir un efecto turba, ni para darle la oportunidad a personas que reciben pagos de incitar el acoso y, en últimas, la violencia. El principal riesgo de las redes sociales no es el aislamiento, sino la amplificación.

Por supuesto, como señala Jarvis apropiadamente en su publicación de Medium, cualquier periodista (yo incluido) trabaja para una industria que compite contra las redes sociales. Colectivamente, puede percibirse que estamos intentando preservar nuestro monopolio sobre la mediación del contenido.

Para mí, sin embargo, no hay ningún problema en ser abierto al respecto. El monopolio de la mediación solía ser un factor de moderación. Mantenía civilizado el discurso y se aseguraba de que el odio fuera de control quedara marginalizado.

Ahora, las turbas en línea proliferan. No estoy seguro de que sea posible volver a meter este genio en la botella, pero si el rechazo del público contra las redes sociales crece, en vez de retroceder, las oportunidades de que ocurra serán mayores.