El sector automóvil, durante décadas uno de los pilares fundamentales de la economía alemana, se está convirtiendo ahora en su talón de Aquiles por su falta de preparación para el futuro y sus puntos débiles, que podrían destruir miles de puestos de trabajo.
La salud del sector del automóvil “evoluciona peor de lo previsto”, apunta Marc Förstermann, un experto de la consultora EY, en una semana en la que la atención está puesta en el Salón del automóvil de Fráncfort.
"Los desafíos tecnológicos y estructurales son enormes", asegura.
En los ocho primeros meses del año, la producción de autos cayó un 11% con respeto al mismo periodo del año anterior, según cifras de la federación de constructores alemanes, VDA.
La caída se explica por la guerra comercial Estados Unidos-China, el freno de la economía china, la incertidumbre sobre el Brexit, pero también por la necesidad de hacer enormes inversiones en los nuevos coches eléctricos.
“El efecto sobre los proveedores [del sector del automóvil] es muy grande”, dice a la AFP Stefan Bratzel, director del Center of Automotive Management.
Es el caso de Eisenmann, una empresa familiar fundada en 1951 y especializada en el lacado de autos, que en julio anunció su quiebra y podría suprimir 3,000 puestos de trabajo.
En el segundo trimestre del año, el beneficio operativo de los tres constructores alemanes cayó un 38%, muchos más que la media mundial del sector (-18%), según EY.
El sector del automóvil representa una quinta parte de la industria alemana, casi un 5% del PBI y emplea directamente a 800,000 personas.
Además, indirectamente también da trabajo al sector químico o al de la maquinaria, lo que hace temer una posible recesión en Alemania, la primera economía europea.
En total, “los pedidos industriales cayeron, de media, un 1% cada mes en lo que va de año”, indica Carsten Brzeski, un economista de ING.
Entre las compañías más afectadas hay las del llamado "Mittelstand", una red de pequeñas y medianas empresas que exportan mucho y están consideradas la clave del éxito de la economía alemana.
La crisis del diésel
Pero el temor por el sector del automóvil no se debe sólo a circunstancias coyunturales.
Mucho antes de la guerra comercial de Estados Unidos y China, el sector ya se vio afectado desde el 2015 por el ‘dieselgate’, el caso de 11 millones de autos diésel que tenían instalado un programa fraudulento para trucar sus niveles de emisiones contaminantes.
Desde entonces los autos diésel pierden popularidad, bajo la amenaza de prohibición de circulación en varias ciudades.
En total, la mutación hacia el coche eléctrico podría destruir 75,000 puestos de trabajo, según un estudio publicado hace unos meses por el instituto Frauenhofer.
La empresa Bosch justificó por esta razón la supresión de 6,500 puestos de trabajo y anuncia que suprimirá más. "La empresa no está amenazada porque tiene varias actividades", apunta Bratzel.
Sin embargo, "al Mittelstand le falta en muchos casos dinero para adaptarse. Es un preocupación para muchas pequeñas y medianas empresas", apunta el experto.
En junio, decenas de miles de personas se manifestaron en Berlín, convocadas por el sindicato IG Metall, para pedir un proceso de transformación digital y ecológico "justo" para los trabajadores.
La cuestión del diésel es muy delicada en Alemania, tanto para los automovilistas como para los trabajadores, al punto de que los políticos han intentado evitar las prohibiciones de circulación impuestas por los tribunales.
El partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) ha convertido la defensa del diésel en uno de sus caballos de batalla y la formación está ganando presencia en los comités de empresa del sector del automóvil.