Bruno Espinoza Huby, Presidente de ADECOPA
Una de las certezas que nos ha dejado este tiempo de aislamiento en el ámbito educativo es que los colegios públicos y la gran mayoría de los privados, no estábamos preparados para ofrecer un programa de educación a distancia, mucho menos uno de educación en línea. Esto ha originado que los docentes estén viviendo largos procesos de capacitación, planificación y experimentación respecto al manejo de herramientas y estrategias adecuadas a este fin; pero, por otro lado, ha originado que los padres de familia tengan que involucrarse de manera activa en la dinámica escolar de sus hijos, especialmente de los más pequeños.
El gran desafío en cada institución educativa es valorar el aprendizaje por el que estamos atravesando y aprovecharlo para que nuestra forma de educar cambie de manera definitiva. De nada valdría todo el esfuerzo si nos quedamos solo con la experiencia del tiempo de aislamiento, por el contrario, debería ser un momento de quiebre que permita esbozar una educación para estos tiempos, una educación para todos. Una educación que centre su atención en el desarrollo de las competencias fundamentales que toda persona necesita para ser feliz y deje de lado la centralidad de los contenidos.
Este desafío incluye a los padres de familia, pues el vínculo que han generado en el hogar al acompañar los procesos de aprendizaje, de alguna forma, debería mantenerse en adelante si en verdad queremos fortalecer nuestras familias y al mismo tiempo alcanzar niveles de logro satisfactorios y significativos. En el mismo sentido, es también una oportunidad para fortalecer el binomio escuela-familia ya que ha quedado demostrado que sólo juntos es posible llevar a buen puerto un proyecto educativo.
El COVID 19 nos ha mostrado nuestra fragilidad, pero también la necesidad de volver a nuestra humanidad. Las instituciones educativas tenemos la oportunidad de aprovechar lo vivido para priorizar en nuestra propuesta lo que nos hace plenamente humanos: nuestra capacidad de decidir por el bien y la de hacer el bien a otros. Ejemplos positivos hemos visto muchos y aunque no parezca, son más que los negativos.
Lo mejor que nos puede pasar es que el mundo, el Perú, nuestra familia, nuestros colegios, no sean los mismos después de esta pandemia, sino que nos despertemos hacia el cambio, hacia la mejora; pero sobre todo que este cambio se dé principalmente en cada uno de nosotros. Ese es el verdadero significado de una crisis, el aprendizaje. Ojalá que, en 30 años, cuando nos pregunten qué hicimos en este histórico 2020, podamos responder que aprendimos a hacer nuestra vida más humana, más familiar y más consciente de cuánto podíamos hacer por los demás y por el planeta.