Rusia sufrió este jueves un duro revés en su ofensiva en Ucrania con el incendio del buque “Moskva”, en el mar Negro, que Kiev asegura haber alcanzo con misiles, mientras Moscú acusa a las fuerzas ucranianas de bombardear pueblos rusos cerca de la frontera.
El Comité de Investigación ruso afirmó que dos helicópteros ucranianos “equipados con armamento pesado” habían entrado en Rusia y llevado a cabo “al menos seis disparos contra viviendas residenciales del pueblo de Klimovo”, en la región de Briansk, a una decena de kilómetros en el interior.
Siete personas, entre ellas un bebé, resultaron heridas “de diversa consideración”, según esta fuente. Estas acusaciones no han podido ser verificadas de forma independiente.
Kiev rechazó estas afirmaciones acusando a Rusia de poner en práctica “ataques terroristas” en la región fronteriza para alimentar la “histeria antiucraniana”.
En paralelo, el Parlamento ucraniano aprobó este jueves por mayoría una resolución que califica de “genocidio” las acciones del ejército ruso en Ucrania, y pide a gobiernos parlamentos y organizaciones internacionales que hagan lo mismo, indicó su canal de Telegram.
“Las acciones de Rusia están dirigidas a aniquilar sistemática y coherentemente al pueblo ucraniano, privándolo del derecho a la autodeterminación y de un desarrollo independiente”, indica la resolución.
Revés
Horas antes, el ministerio ruso de Defensa informó del incendio y evacuación en su buque insignia “Moskva”, en el mar Negro.
Este navío lanzamisiles de 186 metros de eslora quedó “gravemente dañado” por un incendio causado por una explosión de municiones y su tripulación de más de 500 hombres tuvo que ser evacuada, declaró el ministerio. Más tarde aseguró que el fuego había sido contenido y no había más explosiones. El barco “mantiene su flotabilidad”, añadió.
Las autoridades ucranianas afirmaron que el “Moskva” fue alcanzado por “misiles Neptune” lo que provocó “importantes daños en este buque ruso”, según el gobernador de Odesa, Maxim Marchenko.
El “Moskva” comenzó sus operaciones en la era soviética en 1983 y participó en la intervención rusa en Siria a partir de 2015.
El buque insignia del ejército en el mar Negro ganó notoriedad al principio de la guerra por el ataque en la isla de las Serpientes, en la que 19 marineros ucranianos fueron capturados e intercambiados por prisioneros rusos.
En el Donbás, en el este de Ucrania, las autoridades afirmaron que van a reiniciar las evacuaciones de civiles, tras haberlas suspendido porque Kiev estimó que eran demasiado “peligrosas”.
“Los corredores humanitarios en la región de Lugansk van a funcionar a condición de que cesen los bombardeos de las fuerzas de ocupación”, indicó la vice primera ministra ucraniana, Irina Vereshchuk.
Las autoridades ucranianas han instado a la población de la zona a evacuar hacia el oeste ante el temor de una ofensiva rusa a gran escala, para controlar esta región donde están las autoproclamadas “repúblicas” separatistas prorrusas de Donetsk y Lugansk, escenario de enfrentamientos con las tropas de Kiev desde 2014.
Más de 4.7 millones de refugiados ucranianos huyeron del país en los 50 días transcurridos desde el inicio de la invasión, el 24 de febrero, según las cifras reveladas el jueves por el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
El 90% de ellos son mujeres y niños, ya que las autoridades ucranianas no permiten la salida de hombres que estén en edad de combatir.
“No hay electricidad ni agua”, dice Maria, desde Severodonetsk, la ciudad más al este aún bajo control del ejército ucraniano.
“Pero prefiero quedarme aquí, en mi casa. Si nos vamos, ¿adónde iremos?”, afirma esta mujer que aguanta en esta ciudad desierta, junto a su esposo, su hijo de seis años y su suegra.
Amenaza sobre Kiev
Moscú amenazó el miércoles con atacar Kiev si se producían “intentos de sabotaje y bombardeos de las fuerzas ucranianas contra posiciones en el territorio de la Federación de Rusia”.
Desde el inicio de la guerra, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, se ha mantenido atrincherado con su administración en el centro de la capital, desde donde no ha dejado de reclamar a los países occidentales armamento pesado para resistir a la ofensiva rusa.
“Rusia trajo miles de tanques, piezas de artillería y todo tipo de armas pesadas a la región, esperando aplastar simplemente a nuestro ejército”, dijo el jueves su ministro de Exteriores, Dmytro Kuleba, en una entrevista a la cadena alemana ARD, en alusión a la inminente ofensiva rusa en el Donbás.
El presidente estadounidense, Joe Biden, prometió el miércoles una nueva entrega de ayuda militar por US$ 800 millones, tras haber dudado por los temores a agravar más las tensiones con Moscú y ser considerado como una parte en el conflicto.
Este paquete incluye artillería de última generación como los cañones M777 Howitzer, 40,000 obuses, 300 drones “kamkaze” 500 misiles antitanque Javelin, radares antiartillería y antiaéreos, 200 vehículos blindados de transporte y 100 blindados ligeros.
Todas las miradas están puestas en el estratégico puerto de Mariúpol, en el sureste. Su conquista sería una victoria importante para las fuerzas rusas, ya que les permitiría consolidar su posición en el mar de Azov, uniendo el Donbás y la península de Crimea, que Moscú se anexó en el 2014.
El alcalde de Mariúpol, Vadim Boishenko, desmintió el jueves que las fuerzas rusas controlen su zona portuaria, como anunció el ministerio ruso de Defensa la víspera.
“Los rusos despliegan nuevas fuerzas, pero mantenemos nuestra línea y Mariúpol sigue siendo una ciudad ucraniana, lo que hace que Rusia está furiosa”, dijo.
Varios expertos consideran ahora que la caída de la ciudad es inevitable, pero los militares ucranianos no se han rendido y los combates se concentran en el vasto complejo metalúrgico de Azovstal.
Repercusiones económicas mundiales
Los analistas creen que el presidente ruso, Vladimir Putin, enfrentado a la feroz resistencia ucraniana, quiere asegurarse una victoria en el este antes del desfile militar del 9 de mayo en la Plaza Roja, que conmemora la victoria soviética contra los nazis de 1945.
La guerra está trayendo consecuencias en materia económica en todo el mundo.
Del lado ruso, Putin pidió en una reunión de gobierno reorientar las exportaciones de energía hacia Asia.
Hay que “reorientar nuestras exportaciones hacia los mercados del sur y este, que crecen rápidamente”, dijo el mandatario ruso, quien también habló del posible descenso de las entregas al oeste por las sanciones internacionales.
A nivel global, el Fondo Monetario Internacional (FMI) rebajó sus previsiones de crecimiento mundial para 2022 y 2023, pero pronostica aun así una subida del PIB en la mayoría de los países.
En la zona euro, la guerra tiene repercusiones “severas” según Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), por el alza de los precios de la energía, las perturbaciones de la cadena de aprovisionamiento y la caída de confianza que ensombrecen las perspectivas.