La Bolivia que heredó Evo Morales hace trece años como un país considerado en desarrollo y estancado en convulsiones sociales es hoy admirada por su crecimiento económico y estabilidad política, con sus luces y sus sombras.
Más de un tercio de los bolivianos eran pobres cuando Morales llegó al poder en el 2006, tres años después de la "guerra del gas", el enésimo conflicto social que padecía el país suramericano y que desembocó en decenas de muertos.
Un conflicto más entre sucesivos cambios de presidente, cinco en cinco años, hasta que se encumbró al frente del país el primer mandatario indígena salido de las urnas en Bolivia, convertido trece años después en el jefe de Estado con más tiempo en el poder en la historia boliviana.
La nacionalización
Evo Morales eligió un 1 de mayo, día del trabajador, para dar recién llegado al poder en el 2006 su primer aviso al mundo: la nacionalización de los hidrocarburos.
Las imágenes de militares entrando en pozos de gas de conocidas multinacionales despertaron la admiración de unos, por la victoria del humilde contra el poderoso, y el temor de otros, por el miedo a una estatalización salvaje que despertaba fantasmas del comunismo.
Los miedos se fueron disipando en estos años y ahora Morales se codea con trasnacionales como la española Repsol o la rusa Gazprom para firmar importantes acuerdos, cuyos beneficios revierte luego el Estado en carreteras, puentes y otras obras.
Tras los temores entonces de una inseguridad jurídica, Bolivia es hoy un país atractivo para la inversión exterior, como prueba el interés de muchos países por sumarse a la fiebre del litio.
No obstante, el sindicalista cocalero que liderando protestas sociales se ganó la confianza del pueblo ahora se le acusa de haberse alejado de sus bases con el paso del tiempo para plegarse a empresas extranjeras como las chinas, sin mirar por el medio ambiente ni los derechos laborales.
O a los grandes empresarios agrarios de Bolivia, con grandes incendios para convertir bosques en tierras de cultivo, mientras muchos bolivianos siguen inmersos en la economía informal.
De la república colonial al estado plurinacional
Evo Morales se jacta de haber dado un paso histórico en Bolivia al dejar atrás la República de herencia colonial para convertir al país en un Estado Plurinacional que reconoce a las comunidades indígenas tras siglos de marginación.
El icono de este cambio es el traslado del despacho presidencial del viejo Palacio Quemado en La Paz, con adornos neoclásicos europeos, a la moderna Casa Grande del Pueblo, decorada con símbolos de los pueblos originarios.
Reflejo del progreso del país para unos, la nueva sede de gobierno estrenada en el 2018 es en cambio para otros el exponente del despilfarro en que ha desembocado la era de Morales en el poder, con un coste de más de US$ 34 millones en un país que tiene pendientes de construir casi medio centenar de hospitales.
El desempeño macroeconómico
"Resumiría los logros de este tiempo probablemente con dos palabras, una estabilidad y segunda previsibilidad", dijo la ministra de Planificación del Desarrollo de Bolivia, Mariana Prado.
La inflación controlada, que no suele superar el 1.5% anualmente, con un tipo de cambio fijo y una economía interna en la que el boliviano prevalece ante el dólar, es una de las claves que destaca la ministra.
Otras cifras de relevancia son el crecimiento del producto bruto interno (PBI), de unos US$ 10,000 millones en el 2005 a US$ 40,800 millones en el 2018, y la reducción de la pobreza extrema de 38% a 15% en este periodo, apuntó Prado.
La ministra dio rédito a dos decisiones que hicieron posible ese desempeño, primero la nacionalización para "recuperar la soberanía" y luego la "apuesta por el mercado interno" a partir del 2014, cuando bajaron los precios del gas y por ello los ingresos del Estado.
En los últimos años unos tres millones de personas han cruzado la línea de la pobreza para ser parte de la clase media del país, que representa el 62% de los 11.5 millones de habitantes de Bolivia, según datos del Ministerio de Planificación del Desarrollo.
Las dudas en economía 13 años después
En cambio, para el economista y profesor de la Universidad Católica Boliviana de La Paz Gonzalo Chávez el desempeño económico boliviano se puede dividir en dos periodos, uno que abarca del 2006 al 2014, con buenos precios internacionales de materias primas como el gas, y de 2014 hasta la actualidad con la "desaceleración" de la economía.
A juicio de Chavez, una de las ventajas que tuvo Morales al llegar al Gobierno es que se benefició con una "bonanza externa fabulosa", a la que se sumó la reducción de la deuda externa, lo que hizo posible un progresivo incremento del PBI.
Para este economista tampoco es tan "significativo" el crecimiento económico de Bolivia, uno de los más altos de toda América Latina, que no ha bajado de 4% en los últimos años, porque el país ya experimentó periodos similares a finales de la década de los años setenta y principios de los noventa.
Chavez alertó de que ese crecimiento no se libra de dificultades por las que pasa ahora Bolivia, como el déficit público, que el año pasado llegó al 8% del PBI.
También observó la reducción de las reservas internacionales, que de casi US$ 15,000 millones en su pico del 2015 bajaron ahora a unos US$ 8,300 millones, y la acumulación de la deuda, externa e interna, que según los datos del economista llegan al 54% del PBI.
La inclusión de indígenas y mujeres
Pero algo que tanto oficialistas como opositores reconocen al Gobierno de Morales es el proceso de inclusión social de indígenas y de las mujeres en la participación en el Estado.
Esa inclusión se ha producido en la política, la economía y la sociedad, esferas en las que hubo sectores que "anteriormente estuvieron marginados", como indígenas, campesinos y trabajadores, declaró el vicepresidente del Senado boliviano, Rubén Medinaceli.
Una prueba de esa inclusión para este legislador del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido de Morales, es que la mitad de los parlamentarios bolivianos son mujeres, uno de los porcentajes más altos del mundo.
La diputada por la opositora Unidad Demócrata Jimena Costa, si bien reconoció este avance, apuntó que esa incorporación "no tiene una vocación democrática", ya que muchos de estos actores se incorporaron en "confrontación" con otros sectores de la sociedad.
Costa destacó la necesidad de incorporar a plataformas ciudadanas que no necesariamente poseen militancia política, que por lo general se han opuesto a reelección de Morales para un cuarto mandato.
El miedo a una deriva autoritaria
Esta última cuestión es la que ha sido la más polémica en el último tiempo, ya que la nueva candidatura del mandatario ha sido avalada por el Tribunal Constitucional de Bolivia en contraposición a un referéndum en el 2016 que negó a Morales la posibilidad de ser candidato por cuarta vez.
A juicio de Medinaceli, la reelección presidencial responde al "clamor" de una parte de la población que pide que Morales continúe al frente del Gobierno, porque la democracia es "hacer caso a lo que diga la gente".
En cambio para Costa, la habilitación del mandatario para ser candidato indefinidamente es un "retroceso" y muestra que los oficialistas "no cumplen su propia Constitución" que el propio Morales promulgó en el 2009, que prohíbe un tercer mandato seguido.
Una de las principales críticas hoy a Evo Morales es haber dado protagonismo en la vida pública a quienes le apoyan mientras iba relegando a los críticos, con acciones como ahogar financieramente a medios de comunicación "enemigos".
Morales se encumbró al Gobierno con promesas de acabar con las oligarquías que tradicionalmente dirigían la nación sudamericana, para dar protagonismo al pueblo, pero con el paso de los años muchos ven al oficialismo como una corte cerrada.
Los bolivianos deciden
La Bolivia donde en la década del 2000 fracasó McDonald's es hoy un país que por un lado mantiene su idiosincrasia a la vez que se ha plagado de autos asiáticos último modelo, franquicias de marcas internacionales y centros comerciales.
El próximo domingo los bolivianos deciden si dan al líder indígena cinco años más para continuar sus proyectos hasta el 2025, cuando Bolivia celebre el bicentenario de su independencia.
O ponen fin a estos trece años en los que con sus luces y sus sombras se transformó el país