Los emprendedores cubanos Henry y Yendri García llevan mucho tiempo vendiendo helados caseros en su pequeña ciudad de Bauta, en las afueras de La Habana, pero ahora están soñando en grande.
En agosto, Cuba levantó una prohibición a las empresas privadas vigente desde 1968, medida que tiene a empresarios como “los heladeros” luchando por oportunidades dentro de una economía anticuada dominada por el Estado que se contrajo un 13% en los últimos dos años durante la pandemia de coronavirus.
Gracias a la reforma, los hermanos García, conocidos como “chicos de los helados”, dicen que esperan mover su pequeña operación en el hogar, improvisada con equipos desechados, a una instalación más grande y aumentar su fuerza laboral de 12 personas a quizás 30 empleados, o más.
El gobierno ha registrado ya su operación a la empresa privada y hay alrededor de 900 pequeñas y medianas empresas que se han constituido desde setiembre, según al Ministerio de Economía.
“Hemos sido reconocidos como empresa y habrá oportunidades que anteriormente no se veían. Nosotros ya directamente podemos vender helados en la Zona de Desarrollo Mariel, a hoteles”, declaró Henry, uno de los hermanos.
En una de las mayores transformaciones económicas desde Fidel Castro con la revolución de 1959, Cuba apuesta por la creación de cientos, incluso miles, de pequeñas empresas para ayudar a la economía que se recupera del devastador impacto de la pandemia, una inflación vertiginosa y las sanciones de Estados Unidos que sumaron al embargo de la era de la Guerra Fría.
Las nuevas reglas, dijo Henry, implican que ahora se puede operar con moneda extranjera, obtener crédito y vender helados a hoteles, tiendas estatales e incluso en línea.
“Mi sueño de toda la vida es tener una fábrica de helados y una empresa de tamaño industrial”, manifestó Henry.
Todavía quedan muchos obstáculos por superar, según economistas consultados por Reuters. Las regulaciones requieren empresas que pasen por el Estado como intermediario para dedicarse al comercio exterior, también prohíbe que empresarios sean propietarios de más de una empresa y hay un límite de solamente 100 empleados individuales.
“Hay deficiencias reales que espero que superen rápidamente”, indicó el economista cubano Ricardo Torres, profesor invitado en la American University en Washington.
“Pero esto es muy positivo. Marca una nueva era. Se puede empezar a hablar de una economía mixta”, agregó.
Decenas de nuevas compañías
Desde que el ministro de Economía anunció las medidas como parte de las reformas económicas del presidente Miguel Díaz-Canel en agosto, decenas de empresas se han incorporado, lo que les permite participar en el sistema estatal mayorista, aliarse con firmas estatales y buscar préstamos e inversores.
Los negocios abarcan desde la construcción hasta el procesamiento de alimentos, panaderías y reparación industrial de obras hidráulicas, entrega a domicilio online y producción de software.
Según el gobierno, alrededor del 40% son nuevas iniciativas mientras que el resto ya estaban en funcionamiento, pero en un limbo legal y con derechos mucho más limitados como autónomos “cuentapropistas”.
El gobierno ha dicho que espera aprobar miles de pequeñas y medianas empresas privadas más en los próximos meses, como restaurantes, bares y hostales.
Dforja es otra pequeña empresa que se beneficia de las reformas. La compañía de seis personas de La Habana cambió su enfoque de la construcción para la restauración de muebles de hierro y madera para patios e interiores, con la esperanza de aprovechar el mercado de exportación.
“Las reformas nos han permitido madurar y regularizar la entrada de materiales y venta de nuestro producto en coordinación con empresas estatales”, dijo el propietario Luis Betancourt en las afueras de su taller rústico.
“Ahora tenemos que trabajar duro y crecer de una pequeña a mediana empresa”, consideró.
Apoyo estatal
El entusiasmo y el coraje de Betancourt tras la crisis económica que ha provocado una caída de las importaciones del 40% y un aumento de la inflación, es compartido por siete emprendedores cubanos consultados por Reuters, quienes sostienen que por primera vez están experimentando apoyo estatal.
Sin embargo, quedan muchos escollos para el incipiente sector privado de Cuba.
La pandemia, combinada con las sanciones estadounidenses que limitan el acceso cubano a bienes y financiamiento, ha afectado profundamente los flujos de divisas “convertibles” necesarios para importar del exterior, donde el peso local no tiene valor, comentó Óscar Fernández de “Habana Deshidratados”, una empresa que procesa frutos secos.
“En nuestro caso, trabajando con una empresa estatal creada para ayudar a pequeñas empresas y una financiera extranjera, logramos comprar maquinaria en Europa para una nueva pequeña fábrica. Pero me temo que somos una excepción”, apuntó sin más detalles.