Parece probable que dos de los proponentes de la acción climática más memorables del último debate del Partido Demócrata no estén en el escenario en el próximo.
Uno de ellos, Andrew Yang, será recordado principalmente por su aseveración cruda de que "ya es demasiado tarde" para abordar el problema y "necesitamos empezar a trasladar a las personas a terrenos altos".
Es justificado hacer sonar las alarmas, pero mi moderadamente desarrollado instinto político me dice que un eslogan del tipo "estamos perdidos" no arrojará las cifras necesarias en un frío martes de noviembre. Debo admitir, sin embargo, que me habría gustado ver cómo sale el plan de Yang de los terrenos altos.
Más importante es la probabilidad de que el gobernador de Washington, Jay Inslee, con menos de 1% de favorabilidad en las encuestas antes del circo del miércoles, no asista al próximo debate.
Ha hecho del cambio climático el principio guía de su campaña, haciendo sonar las alarmas ("la casa se está incendiando"), pero con un tono más optimista de la capacidad de Estados Unidos para manejarlo (siempre y cuando haga caso a la alarma).
Con esto, Inslee logró que el asunto del cambio climático tuviera más tiempo al aire que en cualquier otro debate, tanto en sus comentarios de apertura y cierre como cuando se planteó la pregunta al respecto a los candidatos. También puso al candidato a la cabeza de la carrera, Joe Biden, a la defensiva, al descalificar el plan climático del exvicepresidente como una "solución tibia".
¿Puede el cambio climático sobrevivir como tema en el debate demócrata si Inslee no está ahí para promoverlo? Incluso con él, asuntos como la salud y la inmigración recibieron mucho más tiempo y atención.
Como escribí antes de las elecciones del 2016, es difícil lograr que los estadounidenses se enfoquen en asuntos energéticos cuando los precios de la energía no son particularmente altos (como sucede actualmente).
Una votación para crear un impuesto al carbono fracasó en el propio estado de Inslee, a pesar de que Washington parece ser un terreno particularmente fértil para este tipo de iniciativas.
No obstante, parece haber una buena razón para creer que el tema seguirá vivo incluso si la campaña de Inslee se desvanece: el Nuevo Pacto Verde.
La importancia del Nuevo Pacto Verde no recae tanto en sus oportunidades de convertirse en ley –no muy diferentes a las de Inslee de convertirse en presidente según las encuestas–, sino en su mera existencia.
Al atraer críticas por no ser realista, implícitamente plantea una réplica: ¿cuán realista es simplemente absorber los riesgos crecientes de inundación, sequía, migración, y todas las otras posibles consecuencias del cambio climático?
Por encima de todo, sin embargo, al adoptar un enfoque amplio y radical, más con la intención de avivar las pasiones fuera del Congreso que de lograr la aprobación de la legislación, el Nuevo Pacto Verde se ha convertido en la piedra angular de las propuestas sobre el cambio climático.
El miércoles, el exsecretario de Energía Ernest Moniz dio un discurso ante la Cámara de Comercio de Estados Unidos en el que delineó su propio plan para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, al que llamó el "Verdadero Pacto Verde" (una burla que contrasta con el Nuevo Pacto Verde pero que, al hacerlo, se aprovecha de su reconocimiento).
Incluso algunos importantes políticos republicanos, pese a su odio hacia el Nuevo Pacto Verde, se han visto obligados a seguir el hilo y presentar sus propias propuestas.
Hablando específicamente de los candidatos demócratas, Kevin Book, de ClearView Energy Partners, una firma de análisis con sede en Washington D.C., lo pone en estos términos: "Las campañas hacen énfasis en la diferencia, y gracias al Nuevo Pacto Verde, los demócratas por fin pueden estar en desacuerdo respecto al cambio climático".
La capacidad de mostrar posiciones diferentes en un asunto importante para los votantes demócratas es la razón por la cual, incluso en ausencia de Inslee, el cambio climático no desaparecerá.
También ayuda que, como señaló Inslee, el cambio climático y la responsabilidad ambiental están relacionados con muchos temas candentes como la salud y la desigualdad económica, por lo que los candidatos pueden definir posiciones diferenciadas en un eje de prioridad u otro.
Además, la posición extrema del presidente Donald Trump de no hacer nada respecto al cambio climático significa que casi cualquier otra posición puede usarse para atacar al adversario final.
Eso fue evidente el miércoles cuando la Senadora Kamala Harris de California, una de las partidarias del Nuevo Pacto Verde, se alineó con Inslee durante el debate, pero enfocada en que Trump "promueve la ciencia ficción en vez de los hechos" en lo que a cambio climático se refiere.
Para los productores de combustibles fósiles, el poder permanente del cambio climático en esta campaña no es lo único que importa. La otra dinámica promovida por el Nuevo Pacto Verde es un giro hacia la izquierda.
Por ejemplo, en el a veces acalorado tire y afloje del miércoles, Biden parecía obligado a prometer acabar con el uso del carbón y el fracking para el gas y el petróleo.
Mientras tanto, la senadora Kirsten Gillibrand de Nueva York, otra partidaria del Nuevo Pacto Verde, evocó el espíritu del programa Apollo para liderar la lucha contra el cambio climático –para agitar las cosas, también sorprendentemente intervencionista como marco de política–.
Gillibrand también propuso un impuesto al carbono para poner las "fuerzas del mercado" en movimiento, pero como muchos otros en el escenario en las noches del martes y del miércoles, el movimiento más generalizado del cambio climático parece centrarse más en las fuerzas regulatorias.
Esto se debe en parte tanto a la urgencia del problema como al tiempo ya desperdiciado ignorándolo o complicándolo. Con o sin Inslee, el “término medio” se está desmoronando.