El estadounidense Jeffrey Z. Rubin, psicólogo experto en resolución de conflictos, falleció en 1995 cuando intentaba escalar una montaña en Maine, Estados Unidos.
Se trata de una montaña que forma parte de un circuito de 100 picos muy populares entre los montañeros, cuya meta es escalarlos todos. Rubin, amante de este deporte, estuvo cerca a lograrlo pues ya había escalado 99 picos.
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Según la BBC, un estudiante que lo ayudaba a escalar le dijo que no siguiera, pues era peligroso debido a la mínima visibilidad que había. Rubin decidió continuar solo y su cuerpo fue hallado dos días después.
Es así que Rubin fue pionero en desarrollar su propia teoría llamada “entrapment”, una teoría donde señala que somos propensos a quedar atrapados en situaciones o proyectos, aún cuando hay claros indicios de que no resultará.
Prueba mental
En 1970, décadas antes de su muerte, Rubin realizó un experimento base para su futura teoría. Invitó a participantes a completar un crucigrama con 8 respuestas, algunas muy complicadas.
Cada uno recibiría US$ 8 sin importar cuántas palabras acierten, más US$ 2 por cada respuesta correcta.
Eso sí, el tiempo de entrega era limitado y podían perder dinero si pasaban del límite, incluso podían perder todo.
No obstante, para las preguntas más difíciles, el investigador brindó la oportunidad de consultar un diccionario de crucigramas. Solo había uno y tenían que esperar. La pregunta era “¿esperarán esa ayuda, aun con el riesgo de perder todo?”.
Sí, muchos no se dieron por vencido y perdieron todo. Tal como al propio Rubin.
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Involucramiento emocional
De acuerdo con los investigadores consultados, los humanos quedamos atrapados en callejones sin salida cuando nos encontramos involucrados emocionalmente en dichas situaciones.
Los expertos se consultaron qué procesos mentales estarían detrás de esta decisión.
Es así que encontraron errores lógicos en la forma en la que pensamos y que se interponen con la toma de decisiones. Las guerras son un ejemplo clásico de cómo este fenómeno puede mantener como rehenes a algunas de las personas más poderosas.
“Creo que hay dos razones por las que es tan difícil salir de una guerra”, comenta la psicóloga Annie Duke al programa The Spark de la BBC.
La primera es la “trampa cognitiva”, a la que los economistas llaman “falacia del costo hundido”. Se da cuando ya hemos invertido tanto que no lo puedes dejar, pese a que sabemos que habrán mayores pérdidas. Esta puede influir en nuestras decisiones, más allá de lo económico.
Se puede dar cuando nos quedamos en un restaurante una hora y ni toman el pedido, un trabajo o una relación sentimental donde nos prometen que cambiarán.
El segundo motivo es la opinión pública, razón por el que líderes no quieren abandonar batallas fallidas.
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Falacia del costo irrecuperable
Es uno de los procesos mentales que conducen al bloqueo en la toma de decisiones. La especialista Duke señala que estamos programados con múltiples sesgos que no nos permiten desistir:
- Sesgo status quo. Preferimos lo que estamos haciendo aun cuando sabemos que hay otras opciones mejores.
- Sesgos de omisión. Tratar la falta de acción de manera diferente a cómo tratamos una acción.
- Sesgo de aversión a las pérdidas. Verse más afectado por las pérdidas que por las ganancias.
Duke argumenta que lo mejor es adoptar mecanismos de protección antes de tomar un proyecto. “La idea es asegurarnos de que sabremos si vale la pena continuar con algo lo antes posible. Cuanto más rápido decidas, menor será el costo de salir cuando ya estás profundamente involucrado”, sostiene.
La autora del libro “Quit: The Power of Knowing When to Walk Away” (“Parar: el poder de saber cuándo desistir”) cita el ejemplo de darte la posibilidad de ganar mucho dinero si le enseñas a un mono a hacer malabares sobre un pedestal.
¿Qué es lo primero que harías? “No el pedestal”, responde Annie.
“Sabes que eres capaz de construir el pedestal. Si lo construyes, tendrás la sensación de que estás avanzando con tu proyecto, pero es un falso avance, pues si no puedes entrenar al mono, no necesitarás el pedestal. Esto nos enseña a abordar primero el problema más difícil porque si no podemos resolverlo, no tiene sentido trabajar en los demás”, añade.
La especialista recomienda buscar un mentor, pedir un consejo y obtener un punto de vista desde la distancia de lo que tienes encaminado.
“No estoy proponiendo que se valore más la deserción, sino que se considere en términos de equidad”, concluye.