La natalidad es un tema preocupante para la mayoría de las economías asiáticas y sus gobiernos son capaces de invertir miles de millones para que los jóvenes tengan hijos.
El primero fue Japón, país que buscó motivar a las parejas a tener descendencia en los años 90. Siguió Corea del Sur en los 2000, y luego China decidió sumarse a ese club.
Las inversiones
El presidente surcoreano afirmó que su país destinó más de US$ 200,000 millones en los últimos 16 años para aumentar su población.
Aún así, el año pasado dicho país tuvo la tasa de natalidad más baja del mundo, con 0.78 bebés esperados por mujer.
En Japón, el primer ministros Fumio Kishida ha prometido duplicar el presupuesto para las políticas vinculadas a los niños, pero el años pasado tuvo menos de 800 mil nacimientos.
¿Por qué quieren más población?
Más niños, más gente en el futuro que trabajará y producirá más bienes y servicios. Lo que significa más crecimiento económico.
La mayorías de estos países están envejeciendo con rapidez. Por ejemplo, Japón cuenta con el 30% de su población mayor a 65 años.
Si bien China tiene un enorme potencial en crecimiento, pues más del 25% tiene entre 10 y 20 años, medidas como dejar de prohibir el hijo único no ha hecho que la natalidad suba. Todo lo contrario, continuó en bajada.
Aún así, las normas siguieron: pago a nuevos padres, educación gratuita, más guarderías públicas, incentivos, bajas de maternidad más prolongadas.
Antonio Fatás, profesor de economía del Instituto Europeo de Administración de Negocios, señala que no importa si dichas políticas funcionan, pues tienen que seguir invirtiendo en ellas.
“Las tasas de fertilidad no han subido, pero ¿qué pasaría si hubiese menos apoyos? Quizás serían más bajas todavía”, comenta Fatás.
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