Promesas y Déficit Fiscal en el Perú
Durante la campaña electoral, el presidente electo, se comprometió a reducir el impuesto general a las ventas de 18% a 15% con el objetivo de reducir la informalidad. ¿Se puede hacer o fue una “promesa de campaña”? Veamos.
En primer lugar, debemos tener claro y más allá de tecnicismos qué es el déficit fiscal. Al igual que una familia, los gobiernos tienen ingresos y gastos; los primeros provienen, en su mayoría, de impuestos y justamente sirven para financiar a los segundos. El actual gobierno deja una “herencia” complicada pues la economía peruana enfrenta un déficit fiscal, es decir, los gastos del gobierno son mayores que los ingresos. Y cuando eso ocurre la diferencia se cubre con deuda. Algo es claro en economía: más deuda hoy significa más impuestos mañana para poder pagarla.
En segundo lugar, no hay conexión entre la reducción del IGV y el aumento de la formalidad. ¿Mediante qué canales se conectan ambos? No está claro. Desde mi punto de vista, el informal se verá incentivado a ser formal cuando vea que los beneficios de la formalidad superan los costos que tiene que asumir. En términos simples, “´pago impuestos si veo resultados”. Ciertamente el problema de la informalidad es mucho más complejo pero me parece que por ahí va el análisis.
Entonces, existen dos razones para no reducir el IGV: por un lado, crecerá más el déficit fiscal, con lo que el gobierno tendrá que endeudarse para cubrir la reducción de ingresos y por otro, no incentivará la formalidad; no conozco estudios empíricos que demuestren que la caída del IGV aumenta la formalidad.
¿Qué se puede hacer ante el déficit fiscal? Pues lo mismo que haría una familia si tiene un exceso de gastos sobre ingresos y ya no tiene ahorros para cubrir la diferencia: gastar menos. Esto nos lleva a ver los gastos del gobierno. En general se dividen en dos rubros: gasto corriente (planillas) y gastos de capital (inversión pública). Lo que ha aumentado en los últimos dos años, de acuerdo con información oficial, es el gasto corriente y lo que se ha reducido es la inversión pública. La peor trayectoria posible. Algunos señalan que endeudarse para financiar infraestructura o cualquier otra inversión pública con alta rentabilidad social es un buen camino; pero, todos coinciden que endeudarse más para financiar planillas del gobierno no es lo correcto, pues el uso del dinero no genera los recursos para pagar la deuda.
Complicada situación para el nuevo gobierno; promesas de mayor gasto público, combinadas con menores impuestos, no es una receta adecuada; esperemos que solo hayan sido promesas de campaña.