¿Por qué es necesario reactivar la economía?
Terminadas las elecciones, es fundamental esbozar las razones por las cuales la reactivación debe ser una de las primeras tareas del nuevo gobierno. Comencemos por algunas definiciones. La expresión “reactivación” se entiende como la recuperación de las tasas de crecimiento del producto interno bruto (PIB) luego de un período de desaceleración. A su vez, la desaceleración es una característica de la evolución del PIB en el Perú desde 2010, que consiste en una tasa de crecimiento cada vez menor. Por último, entendemos al PIB como el valor de todos los bienes y servicios finales producidos dentro de un país en un período de tiempo. El PIB solo mide cuánto se produce.
Dicho esto, ¿por qué es importante reactivar? En general pueden mencionarse dos razones: en primer lugar, porque genera empleo. Si se produce más, es esperable que las empresas demanden más personas para hacerlo. Sin embargo, para que eso ocurra deben existir personas sin empleo que además tengan las calificaciones requeridas para que sean contratadas por las empresas. En segundo lugar, producir más lleva a aumentos en la recaudación tributaria por lo que se eleva la capacidad de gasto del gobierno. El crecimiento económico financia el mayor gasto público. No obstante una cosa es tener el dinero y otra muy distinta, saber gastarlo bien en objetivos que se relacionen directamente con al bienestar de los ciudadanos.
Ahora que está claro por qué debemos reactivar, ¿es posible hacerlo? En primer lugar, la estrategia económica peruana tiene dos grandes motores: la inversión privada y las exportaciones. El crecimiento económico, definido como el aumento en el PIB, mostró tasas muy altas, por encima de 6% anual entre 2003 y 2011 (a excepción de 2009), mientras China crecía a tasas mayores que 10% anual. China nos compra metales. Y esa situación externa cambió desde 2012. Ahora China solo crece 6% anual.
Si bien es cierto el entorno externo es desfavorable, en especial porque China crece a tasas muy por debajo de las que mostró en la primera década de este siglo, no es imposible hacerlo, aunque sí difícil. En el Perú, el entorno externo importa. Basta decir que las cifras positivas observadas en diciembre de 2015 y en los tres primeros meses de 2016 se deben a minería (específicamente, al cobre), que se mueve al ritmo de la economía mundial, que ciertamente presenta varios nubarrones. Como consecuencia puede esperarse un crecimiento de las exportaciones, no al estilo 2003-2011, pero sí en torno de 3 o 4% anual.
En segundo lugar, la inversión privada, grande, mediana y pequeña, debe retomar cifras positivas de variación, después de caer 2014 y 2015. Debe volver a crecer. Y para hacerlo, quienes invierten su dinero deben volver a creer. Y por eso es clave la gobernabilidad, pues la inversión se contrae en entornos inciertos. Además, también influyen la volatilidad del tipo de cambio y las decisiones que adopte la reserva federal con respecto a su tasa de interés, pues incide en el costo de financiamiento.
¿Qué podemos esperar? No crecer a tasas mayores de 6% anuales pero tampoco deberíamos estar en niveles de 3%. Es cierto que el mundo atraviesa por una desaceleración, pero la tasa de crecimiento que Perú puede sostener es de alrededor de 5% anual y a eso debería apuntar el nuevo gobierno.