En los últimos años, viñedos y bodegas, donde tradicionalmente solo se cultivaba y procesaba la uva, se han convertido en áreas de esparcimiento con servicios de hotelería y gastronomía. Así, haciendas y negocios del rubro vitivinícola que surgieron como fabricantes de pisco y vino acondicionan sus instalaciones, a modo de proporcionar una oferta enoturista al consumidor.
En la lista figuran empresas ya consolidadas en el sector vitivinícola como La Caravedo, Tacama o Santiago Queirolo, las cuales apostaron por diversificar su propuesta al público a partir de los destilados de uva.
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“En el 2011 nace el hotel Viñas Queirolo con 20 habitaciones, luego pasa a 40 y hoy estamos en 93. Recibimos a turistas nacionales, pero también internacionales que muestran interés por una experiencia diferente”, sostiene José Antonio Bellina, gerente comercial del hotel propiedad del holding Santiago Queirolo.
La infraestructura de este alojamiento, además del restaurante El Intipalka, se encuentra en medio del viñedo de 700 hectáreas que tiene la empresa en Ica. Junto al hospedaje se sitúa la bodega, donde se realiza el procesamiento de piscos y vinos.
Bellina explica que la iniciativa partió de la necesidad de hospedar, en un principio, a amigos de la familia y a los especialistas que supervisaban la fabricación de los licores. Posteriormente, se descubrió un mercado interesado en el alojamiento a la par de la propuesta gastronómica y enóloga.
Actualmente, el concepto crece, impulsado también por la oferta gastronómica y paisajística a través de los tours.
Similar situación ocurre con Tacama, cuyos viñedos en Ica tienen cerca el restaurante El Tambo de Tacama, además de una variedad de tours que consisten en la cata de licores, recorrido por las viñas y hacienda, así como la explicación del proceso de fabricación de las bebidas.
“Esto surge como resultado de brindarle al consumidor una experiencia integral, como las que ahora existen en todas las zonas vitivinícolas del mundo. La experiencia vitivinícola Tacama empezó en el 2015″, recalca José Antonio Olaechea, presidente del directorio de Tacama.
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Bodegas también en camino
El presidente del Comité Vitivinícola de la Cámara de Comercio, Industria y Turismo de Ica, Alan Watkin, afirma que la propuesta enoturista todavía es nueva en nuestro entorno, con mayor auge después de la pandemia del covid-19.
“Las empresas con mayor respaldo económico la implementaron hace años; sin embargo, las bodegas más pequeñas todavía están en proceso como parte de una diversificación de sus servicios con foco en el turista”, refiere.
De este modo, indica que la apuesta de las bodegas se inclina preferentemente a un servicio gastronómico con la implementación de restaurantes, cuya comida regional junto con los vinos locales termina siendo una agradable fusión.
“El otro motivo por el que estos negocios miran con interés el ampliar sus instalaciones con otro tipo de oferta, es que de ese modo también aumentan las posibilidades de vender pisco y vino en sus propias bodegas. Esto les permite un ahorro de distribución a Lima u otras ciudades”, expresa.
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Este es el caso de Bodega Sotelo, cuyo 10% de ventas vitivinícolas se realiza en sus instalaciones en Ica. El propietario Julio Sotelo, precisa que a inicios de este año entraron en operación tres habitaciones, edificadas en forma de toneles de vino y con revestimientos de madera.
“Este proyecto viene teniendo buena aceptación de nuestro público. Ayuda que está cerca de nuestros viñedos y la bodega; el público busca alternativas diferentes”, resalta.
La inversión inicial de los tres toneles demandó S/ 150,000 y en cartera tienen la construcción de una segunda etapa, donde se implementarán otros tres ambientes.
Si bien existen viñas que apuntan a la hotelería o la gastronomía como complemento a su negocio principal, que es la producción de vinos y piscos, en experiencias como las del Hotel Hacienda El Carmelo, la situación se ha invertido.
El propietario del negocio, Manuel Bernales, comenta que, aunque inicialmente su familia priorizó la producción y venta de las bebidas espirituosas, actualmente su ingreso más importante ocurre a través de su servicio de alojamiento, ubicado también cerca de su bodega, en un área de aproximadamente 8,000 metros cuadrados.
“La producción de pisco y vino no significa un porcentaje importante dentro de nuestra facturación. Hoy, nuestro negocio es el hotel, principalmente; lo que producimos en licores es para consumo en el restaurante y la compra de las personas que llegan a nuestro alojamiento”, señala.
Actualmente, esta bodega artesanal produce 8,000 litros de pisco al año. “Hubo una época en que llegamos a los 300,000 litros de pisco al año en una planta industrial”, dice Bernales.
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Bachiller en Comunicación Social de la Universidad Nacional del Santa. Con 11 años de experiencia profesional en comunicación escrita y digital. Trabaja en el Diario Gestión desde noviembre del 2021. Laboró anteriormente en la Sociedad Nacional de Industrias y el diario La Industria de Chimbote.
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