- En su defensa, ellos aseguraron que habían sido víctimas de todo tipo de abusos por parte de sus progenitores
- Ellos contaron que sus vidas se volvieron una pesadilla desde que eran niños
A fines de los años 80 e inicios de los 90, una noticia acaparó las portadas de todos los medios de comunicación luego de que dos hermanos asesinaron a sus padres. Debido a que este hecho conmocionó al mundo, Netflix presenta “Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menendez”, la serie que se basa en dicho suceso. Pero ¿qué pasó realmente aquel 20 de agosto de 1989? Mientras que la justicia condenó a los jóvenes por querer heredar la fortuna familiar, su defensa aseguró que ellos querían librarse de los abusos físicos, emocionales y sexuales a los que habían sido sometidos a lo largo de su vida por parte de sus progenitores. En esta nota, te contamos la verdadera historia en la que se basó el true crimen.
Los creadores de este drama aseguraron que la producción no tiene como fin justificar las acciones de los hijos que en aquel momento tenían 21 y 18 años, sino presentar un análisis de todo lo que ocurrió antes, durante y después del parricidio que dio de qué hablar por un buen tiempo.
Los esposos José Menendez, un exitoso hombre de negocios cubanoamericano, y María ‘Kitty’ Menendez eran millonarios ejecutivos del mundo del entretenimiento. Fruto de su matrimonio nacieron Joseph Lyle, el 10 de enero de 1968, y Erik Galen, el 27 de noviembre de 1970, quienes crecieron y estudiaron en un barrio adinerado de Princeton, Nueva Jersey. Cuando el patriarca consiguió trabajo en la productora de cine Carolco, la familia se mudó a California en 1987.
Una vez instalados en su nuevo hogar, Erik asistió a un instituto en Calabasas, mientras que Lyle, quien antes de mudarse había ingresado a la Universidad de Princeton, fue puesto en probatoria académica de dicha casa superior de estudios por su bajo rendimiento y en libertad condicional disciplinaria; al final, tuvo que abandonar la universidad tras ser acusado de plagio.
Aparentemente era una familia feliz, que posaba muy amorosa para las más prestigiosas revistas, pero cuando los flashes se apagaban, la realidad era distinta, pues detrás de ese falso cariño, se escondía un infierno, al menos eso es lo que dieron a conocer los hijos de la pareja. Según ellos, eran víctimas de abusos sexuales, físicos y emocionales por parte de sus padres, hechos que los llevaron a tomar la decisión de matarlos.
Días antes de acabar con sus vidas, los dos habían tenido discusiones muy fuertes con sus progenitores. Uno porque se enteraron de que iban a desheredarlos y otro porque estaban cansados de todo lo que estaban viviendo, publica ABC.
La noche del 20 de agosto de 1989, los esposos fueron al salón de su mansión de Beverly Hills para ver la película de James Bond “La espía que me amó”. Para ese momento, sus hijos estaban fuera, pero no por mucho tiempo, ya que regresaron con escopetas para cometer el crimen.
Ni bien entraron, descargaron una brutal ráfaga de disparos: José Menendez recibió cuatro tiros, uno en la parte de atrás de su cabeza; mientras que Kitty nueve, en el rostro y cabeza. Tras ello, se fueron al cine como parte de su coartada y regresaron poco antes de la medianoche. A su retorno llamaron desesperados al 911; es más, la angustia y sufrimiento de Lyle era evidente.
Los asesinatos fueron la noticia más importante, incluso se dio a entender que la muerte del cubano podía tener una conexión con el crimen organizado. Para ese momento, nadie sospechaba de los hermanos.
Debido a que los dos meses posteriores a los asesinatos, los hermanos empezaron a llevar una vida llena de lujos y derroche de dinero, despertaron las sospechas de la policía; y no era para menos, pues Lyle se había comprado un costoso reloj Rolex, un Porsche 911 y el Chuck’s Spring Street Cafe, un restaurante en Princeton; y Erik contrató a un entrenador de tenis a tiempo completo para competir en torneos. No sólo ello, se mudaron a dos áticos de lujo, viajaron en el Mercedes-Benz SL de su difunta madre por Los Ángeles y se fueron al Caribe y Londres.
Seis meses después se convirtieron en sospechosos. La noticia conmocionó a todos, pues no entendían por qué los jóvenes asesinaron a sus padres.
Aunque existían sospechas sobre los hermanos, todo se confirmó luego de que Erik Menendez confesó a su terapeuta que habían asesinado a sus padres. Pese a que hubo discusiones para admitir el testimonio, por haber sido dado cuando estaba como paciente, al final fue aceptado como prueba.
Las indagaciones continuaron y la Fiscalía determinó que ambos gastaron un millón de dólares tras la muerte de sus progenitores, pues llevaban una vida de opulencia.
El 8 de diciembre de 1992, el gran jurado del condado de Los Ángeles acusó a los hermanos de haber asesinado a sus padres.
Cuando se inició el primer juicio en 1993, los jóvenes señalaron que actuaron en defensa propia, pues estaban cansados de los constantes abusos, no sólo físicos y emocionales, también sexuales por parte de sus progenitores. Lyle contó que empezó a vivir esa pesadilla a los 6 años y se extendió unos dos años más, mientras que Erik también contó una historia similar, pero él aseguró que se prolongó hasta la muerte de su papá.
“[La relación con mi padre] era brutal, dolorosa, tortuosa; sin embargo, lo admiraba porque era tan fuerte y representaba todo lo que significaba el éxito, tal como me habían enseñado que era”, dijo Erik en una entrevista con Barbara Walters en 1996.
Por su parte, Lyle lamentó la muerte de su mamá en una entrevista a ABC News. “Amo a mi madre, y aún lloro por ella, pero no la perdono. Su vida terminó y nuestras vidas esencialmente terminaron debido a esta fatídica decisión [asesinarla]. Ella tuvo que tomar una serie de decisiones para no contar lo que estaba sucediendo (supuesto abuso sexual). ¿Qué tipo de madre deja que eso ocurra?”, manifestó.
El juicio fue declarado nulo, pues el jurado no se puso de acuerdo si los hermanos eran culpables de asesinato o de homicidio. Por su parte, la gente los condenó asegurando que ellos estaban defendiéndose con un arma peligrosa contra quienes no podían defenderse: abuso sexual de sus propios padres.
En 1995 comenzó el segundo juicio, pero esta vez no se permitieron como testimonios abusos y traumas familiares, pues no estaban comprobados. Todo se centró en la muerte de Kitty y José Menendez. Al final, Lyle y Erik fueron declarados culpables de asesinato en primer grado y conspiración para cometer asesinato, pues el jurado no creyó que mataran a sus padres por miedo, sino por quedarse con toda su fortuna. Ellos fueron sentenciados a dos cadenas perpetuas sin libertad condicional.
El 10 de septiembre de 1996, el Departamento de Correccionales de California separó a los hermanos, enviándolos a cárceles diferentes bajo el argumento de evitar que conspiren futuros crímenes. Fue así que no volvieron a verse ni comunicarse por teléfono por más de 20 años, algo que cambió en 2018 cuando pudieron reunirse en un centro penitenciario de San Diego.
Diane Vander Molen, prima de Lyle y Erik Menéndez, quien testificó en el primer juicio aseguró que sus primos decían la verdad sobre el abuso de sus progenitores. En entrevista con ABC News, contó que cuando ella tenía 17 años, su primo Lyle, de entonces 8 años, le reveló que su papá le hacía daño.
“Una noche estaba en mi habitación cambiando las sábanas de mi cama y Lyle entró. Se puso muy serio y me preguntó si podía dormir en la otra cama al lado de la mía y dijo que tenía miedo de dormir en su propia cama porque su padre y él se habían estado tocando ahí abajo [indicando que era su área genital]. Tenía miedo de dormir en su propia cama porque temía que su padre viniera y abusara de él esa noche”, relató en 2017.
Al ver el miedo del pequeño, ella se lo contó a Kitty, quien se llevó a la fuerza a su hijo. Como el chico jamás volvió a tocar el tema, Diane asumió que su tía había tomado cartas en el asunto, pero no fue así.
Pero eso no quedó ahí, pues también contó algo perturbador. Cuando José Menendez no estaba en su casa, los adolescentes, de 15 y 12 años, peleaban por quién podía dormir en la cama con su madre. Declaración que tiene relación cuando Lyle dijo en el juicio que a veces tocaba a su madre “en todas partes” cuando dormían juntos. Esto fue rechazado por el hermano de la fallecida.
Según Diane Vander Molen, sus primos mataron a sus padres porque no les quedaba otra opción, ya que no querían seguir siendo abusados.
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