El experto en tecnología Martyn Williams aseguró que la futura instalación de una red 4G en Corea del Norte puede reforzar aún más la capacidad que tiene el régimen de Kim Jong-un para espiar a sus ciudadanos.
Williams, uno de los investigadores del programa 38North del estadounidense Instituto Stimson, recordó hoy en una comparecencia en el Club de Corresponsales de Seúl que la red de telefonía móvil norcoreana funciona aún con tecnología 3G y que aún no se dispone de “mucha información sobre su (futura) red 4G”.
Ya sea porque en el futuro el régimen podrá, por ejemplo, dar instrucciones de manera remota a sistemas de cámaras de seguridad o establecer sistemas de comunicación con los teléfonos de toda la población, el experto considera que la adopción de la tecnología de banda ancha inalámbrica de cuarta generación en el hermético país asiático promete comprometer aún más la privacidad de una ciudadanía ya de por sí sometida a un espionaje sistemático del Estado.
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“Creo que Corea del Norte sigue funcionando una generación por detrás del resto del mundo porque le permite comprar equipamiento para redes más barato o de segunda mano, ya que los proveedores extranjeros van cerrando o reduciendo sus antiguas redes en beneficio, en este caso, del 5G y todo ese equipamiento sale entonces al mercado”, explicó Williams, coautor del reciente informe “Vigilancia digital en Corea del Norte” para 38 North.
A ese respecto, cree que la futura red 4G se establecerá seguramente a partir de equipos 100% importados y no descarta que Corea del Norte cuente con asistencia de una compañía china para hacerlo, algo que técnicamente podría violar sanciones de la ONU.
Williams, fundador también de la web especializada northkoreatech.org, recuerda que, en todo caso, “Corea del Norte está importando un montón de cosas que no debería”, y que lo hace ante la dificultad de controlar lo que China, gran fábrica del mundo y su principal socio comercial, transfiere a través de la frontera que comparten.
Los teléfonos móviles y tabletas que usan los norcoreanos a diario -y que solo pueden conectarse a redes locales y navegar una intranet controlada por el régimen- son el mejor ejemplo de esto, ya sea porque han sido manufacturados en China e importados o incluso ensamblados en Corea del Norte a partir de componentes fabricados en China, como se cree que ha podido suceder desde la pandemia.
Estos dispositivos, recuerda Williams, cuentan con “extraordinarios mecanismos de seguridad” que impiden que el usuario los use para ver materiales o archivos no autorizados o que incluso sirven para espiar qué hace con el terminal.
Aunque el experto no ha podido acceder a aparatos lanzados después del inicio de la pandemia (el estricto cierre fronterizo aplicado desde entonces por Corea del Norte lo ha hecho de momento imposible), los teléfonos norcoreanos en 2019 contaban ya con un mecanismo de autorización previa para reproducir o visualizar cualquier archivo.
Este mecanismo impide abrir los ficheros que no tengan los formatos autorizados por el régimen y, de hecho, los elimina automáticamente al detectarlos.
Williams sabe de norcoreanos que lograron piratear en su día los aparatos para burlar estos cerrojos, pero descubrió que, en los últimos dispositivos a los que pudo tener acceso, el régimen ya había conseguido deshabilitar toda “puerta trasera” para engañar al sistema.
Todos los teléfonos y tabletas en Corea del Norte llevan además incorporada una aplicación que toma capturas de pantalla cada cierto tiempo para que quede constancia de lo que el usuario está haciendo con el terminal.
Esas fotos se almacenan en una carpeta interna que el usuario no puede visualizar ni destruir, pero a la que las autoridades aparentemente pueden acceder para revisar “conductas impropias”.
Esas capturas de pantalla no abandonan el dispositivo, pero eso podría cambiar con el advenimiento de la tecnología 4G.
“Creemos que la red 3G no tiene capacidad suficiente para que todos los teléfonos del país estén transmitiendo fotos automáticamente (a un nodo estatal). Pero la red 4G puede cambiar eso, puede hacer que haya una vigilancia más activa sobre los teléfonos de la gente cuando llegue”, aseguró el experto.
Williams concluyó que “la confianza del Estado a la hora de incitar a la gente a que use teléfonos inteligentes, muestra lo seguros que están de que el sistema no puede usarse a gran escala para hacer ‘cosas malas’”.
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