(Foto: Congreso)
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Periodista

La discusión de la vacancia se ha postergado hasta después de la semana de la representación, los primeros días de noviembre. Puede tomar mayor impulso o enfriarse.

Son dos posiciones en pugna. La que sostiene que no puede quedarse como presidente una persona a la que diversos testimonios y -se supone- pruebas, aportadas por los aspirantes a colaboradores eficaces, acusan de haber recibido varios pagos ilícitos de distintas empresas en diferentes ocasiones; y que además le ha mentido al país reiteradas veces, y lo sigue haciendo en cada oportunidad que trata de refutar o explicar los señalamientos o los hechos.

Quienes defienden esta posición añaden que mantener como presidente a esta persona no solamente es indigno, sino que se le da la oportunidad de mantener el poder suficiente para tratar de borrar todas las huellas que sus presuntos delitos han dejado, y pone en riesgo la transparencia de las elecciones. Ellos prefieren cualquier otra persona en el gobierno (presidente del Congreso o un primer ministro que sea el que gobierne) antes que a Vizcarra.

La otra posición señala que aunque hay muchos indicios, testimonios, acusaciones muy graves, y explicaciones insuficientes y muy poco claras del presidente, él debe ser investigado y, eventualmente, acusado al terminar su mandato, y que lo que habría que hacer es impedir que salga del país durante los siguientes seis meses de culminada su gestión, pero que debe seguir al frente del gobierno.

Sustentan además su posición en que una vacancia en plena pandemia con la posibilidad de una segunda ola, y con la crisis económica que vivimos, agravaría la situación y –añaden– se pone en riesgo las elecciones de abril porque entre los “vacadores” hay quienes quieren alterar el cronograma electoral. Estos prefieren a Vizcarra antes que a cualquier otra persona al frente del gobierno.

Los primeros seguramente confían en que sigan saliendo a la luz –este domingo o el siguiente– denuncias y testimonios que convenzan o dejen sin más alternativa a los segundos, y que el nerviosismo del presidente lo haga seguir diciendo inexactitudes o cometiendo errores. Y los segundos seguramente esperan que la postergación enfríe las cosas, que ya no haya más denuncias, y ello desanime a varios de los primeros.

En el camino habrá muchas decisiones y acciones para tratar de ganarse alguito.

¿Es la decisión de permitir el ingreso de cinco mil hinchas al estadio para “alentar” a la selección, en momentos en que el mismo gobierno nos advierte sobre la posibilidad de una segunda ola y nos impide ir a la playa o nos dice que los templos se abrirán solo con el 30% del aforo, una forma de tratar de desviar la atención?, ¿calentar el fútbol para enfriar la política?

¿Es responsable alentar este tipo de “excepción” cuando en todo el mundo los partidos se siguen jugando a estadios vacíos?, ¿acaso es posible pensar que solo cinco mil personas estarán en o cerca del estadio?, cinco mil personas que asistan a un estadio traerán consigo otra legión de personas entre ambulantes, policías, boleteros, acomodadores, choferes, hinchas esperanzados en entrar, barristas y curiosos.

¿Es una buena idea o un recurso irresponsable?


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