Hace pocas semanas, un estudio publicado en The Economist estimó el impacto de la maternidad en la carrera laboral de las mujeres en 134 países, incluido el Perú. El informe definió “la penalidad por maternidad” como el porcentaje en que disminuye la probabilidad de que una mujer esté empleada diez años después del nacimiento de su primer hijo o hija. Los resultados revelaron, una vez más, la marcada desigualdad de género que existe.
En promedio, en los países evaluados, el 24% de las mujeres abandonaron el mercado laboral durante el primer año de nacido su primogénito. Cinco años después, el 17% permanecía ausente. Diez años más tarde, el 15% seguía en dicha situación. En el Perú, el caso es aún más severo, pues el indicador es de aproximadamente 40% tras el paso de una década.
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Las disparidades en el mercado laboral peruano persisten pese al paso del tiempo. La brecha de ingresos mensuales entre hombres y mujeres en el país es de 33.3%. Es un número que no ha variado mucho. Lo cierto es que los esfuerzos desde el Estado para acortar la desigualdad muchas veces no son sensatos.
El Congreso de la República, por ejemplo, ha tratado de cambiar la realidad con alguna ley (como si eso fuese posible) que prohíbe la discriminación remunerativa. Obviamente esto no ha tenido éxito, lo que es apenas el recordatorio de que la desigualdad es un problema estructural que tiene que abordarse desde distintos frentes.
Al revisar las cifras, la realidad se vuelve más crítica. En la informalidad, los derechos laborales son inexistentes, los ingresos más reducidos y el riesgo a la integridad personal es mayor. Es en ese ámbito donde la fuerza laboral femenina tiene una mayor participación: mientras que el 69.3% de los hombres tiene un empleo informal, la proporción aumenta cuando se trata de mujeres, pues la cifra alcanza el 73.4%.
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En el sector privado, las disparidades se observan en distintos niveles. Como indica el estudio de EY que publicamos hoy (Pág.6), apenas un 4% de las presidencias de directorios son ocupados por mujeres. Aunque se pueden resaltar los esfuerzos por promover la igualdad y romper el “techo de cristal”, lo cierto es que los resultados aún no son del todo auspiciosos.
Hoy se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Necesitamos que esta fecha deje de ser un momento para mirar el repertorio de disparidades y que, desde el sector público y privado, se impulsen acciones concretas para reducir brechas y alcanzar una verdadera igualdad.
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