(Foto: EFE)
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Con su currículum impecable, Snehapoo Padavattan debería haber hecho carrera rápidamente pero como pertenece a la casta más baja de , los dalits u “oprimidos”, antes llamados “intocables”, esta mujer ha tenido que sortear una infinidad de obstáculos.

A sus 35 años, esta ejecutiva del sector de la comunicación en Chennai sufrió problemas de salud y tuvo que cambiar de trabajo varias veces a causa de la discriminación.

Los dalits, en lo más bajo de la escala social según el rígido sistema de castas hindú, representan una sexta parte de los 1,300 millones de indios. El presidente Ram Nath Kovind es dalit, como B.R. Ambedkar (1891-1956), artífice de la Constitución de 1950 que abolió la discriminación de casta.

Pero, en realidad, el estigma sigue siendo omnipresente, especialmente en las empresas. Incluso ha afectado a Silicon Valley donde el gigante tecnológico Cisco se enfrenta a demandas por ello.

Con un máster bajo el brazo, Padavattan (nombre ficticio) entró en 2008 en un conglomerado indio. En cuanto sus colegas de casta superior supieron que ella era dalit, empezaron las burlas. Con 29 años ya sufría hipertensión por estrés.

“India vive y respira en el sistema de castas”, declara. “Te des cuenta o no, tu pertenencia te persigue desde que naces”.

Un superior jerárquico la trató de palurda cuando se le cayó un tenedor; otros, de la casta superior de los brahmanes, tradicionalmente vegetarianos, la reprendieron por comer carne.

Control

La obsesión por la “pureza” de las castas superiores se refleja desde hace mucho tiempo en los rituales religiosos, los hábitos alimentarios y las prácticas segregacionistas que prohíben los templos a los dalits, asignados a oficios “impuros”, como limpiar excrementos.

Las castas altas siguen predominando en los buenos puestos laborales. Un estudio indoestadounidense mostró en el 2009 que los candidatos con nombres de castas altas tenían casi el doble de probabilidades que los dalits de obtener una entrevista.

En el 2012, según un estudio canadiense, el 93% de los administradores de las mil principales empresas indias procedían de las castas superiores (15% de la población).

El año pasado, un estudio estadounidense sobre 4,005 empresas indias que cotizan en bolsa halló solo tres dalits o miembros de minorías en cargos de dirección de entre unos 35,000 puestos.

Pocos dalits tienen la carrera de Padavattan. Pero vio como colegas más jóvenes pasaban por delante de ella en el escalafón y le aconsejaron que dimitiera. Según ella incluso algunas multinacionales discriminan por casta.

“El problema con las iniciativas de diversidad e inclusión es que provienen de contextos extranjeros”, declara Christina Dhanaraj, asesora de la red social Smashboard sobre las castas. Las multinacionales “se preocupan por el género y la sexualidad, no por las castas”.

“Ya es difícil que un dalit sea contratado, más aún escalar” y muchos ocultan su identidad, añade.

Varios dalits no quisieron responder a las preguntas de la AFP sobre la discriminación, una realidad invisible, ya que el sector privado indio carece de datos al respecto. “No se percibe el alcance del problema. Esto refuerza la desigualdad”, señala Hari Bapuji, profesor de estrategia empresarial y asuntos internacionales en la universidad de Melbourne.

Muchos indios creen que la discriminación solo afecta a las aldeas alejadas. La casta está en todas partes, hasta en los restaurantes vegetarianos que promocionan su comida “pura”, explica Bapuji.

Aquellos de castas superiores que dicen estar horrorizados por los delitos contra los dalits no ven ningún inconveniente en los matrimonios concertados que refuerzan los lazos de casta.

La discriminación positiva en la contratación se vuelve en contra de sus beneficiarios, sospechosos de estar menos cualificados.

“No hay discriminación de casta”, asegura Sougata Choudhury, a cargo de la discriminación positiva en la Confederación de Industrias Indias que se dedica a distribuir becas y formación. “Las empresas deben poder trabajar y no dedicarse a un programa de inclusión”, dice.

Pero “la diversidad es necesaria para que las empresas comprendan las necesidades del mercado”, advierte Bapuji.

Las demandas contra Cisco podrían hacer sonar las alarmas en todo Silicon Valley, donde más de 250 dalits se han puesto en contacto con el grupo Equality Labs.

En India “incluso los crímenes horribles contra los dalits pasan desapercibidos”, sostiene Padavattan. “Tenemos que seguir luchando”.