Por Noah Smith
Tradicionalmente, los economistas han pensado que el crecimiento de la productividad a largo plazo se debe a la mejora tecnológica y organizacional. Los ingenieros aprenden cómo crear un mejor motor de automóvil, los empresarios descubren cómo organizar sus equipos de trabajo de manera más eficiente, y así sucesivamente.
Estas ideas se acumulan y, como poco se olvida, salvo el agotamiento de los recursos, la degradación del medio ambiente o los principales errores políticos, la humanidad se vuelve cada vez más rica. Desde mediados de la década de 2000, Estados Unidos ha vivido una desaceleración en el crecimiento de la productividad:
Aunque es difícil hacer comparaciones entre países, por las diferencias en cómo se reportan los datos, el desplome parece un fenómeno mundial. Incluso China ha estado creciendo más por la inversión física y no por las ganancias de productividad desde la crisis financiera.
La economía mundial se ha recuperado en gran medida de la Gran Recesión en términos de empleo, pero la productividad sigue siendo lenta.
Dado que los economistas a menudo equiparan la productividad con la tecnología, hay una tendencia a interpretar esto como una desaceleración en la tasa de nuevos inventos. Robert Gordon, de la universidad Northwestern University, ha sido el exponente más destacado de esta tesis.
Pero hubo al menos otro cambio global importante que ocurrió a fines de la década de 2000. La crisis financiera mundial parece haber detenido e invertido una tendencia de larga duración hacia una mayor globalización. De 1993 a 2008, el comercio se hizo cada vez más importante para la economía mundial:
Esta rápida globalización fue el resultado de una confluencia de factores: innovaciones como el transporte en contenedores e Internet, así como desarrollos políticos como el final de la Guerra Fría y un menor uso de políticas proteccionistas. Pero como muestra el gráfico anterior, el ritmo del comercio mundial se desaceleró mucho cuando la economía se desplomó. Además de la globalización física, la globalización financiera también se ha desacelerado.
¿Podría la desaceleración de la globalización tener algo que ver con la desaceleración de la productividad? La investigación ofrece una serie de razones que permiten pensar que podrían estar relacionadas.
En primer lugar, los estudios indican varias formas en que la globalización podría aumentar la productividad de las empresas individuales. Una revisión bibliográfica de 2010 realizada por los economistas Kazunobu Hayakawa, Tomohiro Machikita y Fukunari Kimura enumera muchos de los mecanismos.
La globalización puede fomentar la inversión extranjera directa que conduce a una asignación más eficiente del capital a través de las fronteras y ayuda a que la tecnología se propague de país en país. Puede incitar a las empresas a abandonar su cómodo y familiar mercado interno y comenzar a exportar, lo que a su vez los lleva a aumentar la eficiencia y les permite comprender mejor su propia especialización. O puede amenazar a las empresas con la competencia de importación, obligándolas a mejorar o quebrar.
La globalización puede sacar por completo a las empresas ineficientes fuera del mercado. O puede mejorar los grupos industriales regionales superproductivos: fabricantes automotriz en Tianjin, China, o compañías de software en Silicon Valley.
La deslocalización se ha convertido en una mala palabra en EE.UU. Los políticos y los expertos denuncian a las compañías cada vez que trasladan los empleos de las fábricas del Medio Oeste a México o China.
Y, en cierto sentido, por una buena razón, la gran oleada en la competencia de importación de China asestó un duro golpe a los trabajadores manufactureros estadounidenses, especialmente en el Medio Oeste y el Sur. Pero al mismo tiempo, la deslocalización probablemente fue un motor del crecimiento de la productividad y, por lo tanto, de la expansión económica.
En un artículo reciente, los economistas Andrew Bernard, Teresa Fort, Valerie Smeets y Frederic Warzynski muestran que cuando las empresas comienzan a deslocalizar, tienden a reorganizar sus fuerzas de trabajo, empleando menos trabajadores de manufactura y más trabajadores de servicios. También tienden a hacer más investigación y desarrollo e inventar más productos. Otros estudios han hallado una correlación entre la deslocalización y el crecimiento de la productividad en Japón, Bélgica, España, Dinamarca, EE.UU. y otros lugares.
El estudio de compañías individuales, por supuesto, no necesariamente da respuestas concluyentes sobre cómo la deslocalización y la globalización afectan la productividad de toda la economía. Esta pregunta es muy difícil de responder, ya que la globalización es un fenómeno que afecta a todos los países simultáneamente. Pero la teoría sugiere que la libre circulación de capitales a través de los países permite que las redes de producción mundiales más productivas remplacen a las regionales que son menos productivas.
Esto se suma al conocido fenómeno del comercio que permite a los países y regiones especializarse en sus ventajas comparativas. En todo caso, los beneficios macroeconómicos del comercio probablemente potencien los aumentos de productividad a nivel de empresa.Así, aunque la deslocalización y la globalización fueron disruptivas y dolorosas para muchos, especialmente para los trabajadores de manufacturas en países ricos, es posible que haya sido necesario para mantener el rápido crecimiento de la productividad.
Y con el auge de la guerra comercial entre EE.UU. y China y la lucha de las empresas multinacionales para cambiar sus cadenas de suministro fuera de China, es probable que continúe la pausa de la globalización. El mundo desarrollado agonizó sobre la deslocalización, pero ahora podría tener la oportunidad de decidir si le gusta la alternativa: una economía global estable pero estancada.