Convertidos en científicos voluntarios, casi dos centenares de buceadores aficionados se han sumado a la tarea de rastrear bajo el mar del sur de Florida (EE.UU.) casos de una agresiva enfermedad bacterial que desde el 2014 viene atacando a varias especies de coral.
Sesiones de un solo día, que hasta antes de la pandemia se impartían de forma presencial y ahora de forma virtual, han dado el entrenamiento a buzos de todas las edades para que puedan identificar casos de la Enfermedad de Pérdida de Tejido del Coral Pedregoso (SCTLD, en inglés) en el Arrecife de Coral de Florida, el tercer sistema coralino más grande del mundo.
En esa gran extensión de coral de más de 300 millas (más de 480 kilómetros), que abarca los condados floridanos de Monroe, Miami-Dade, Broward, Palm Beach y Martin, esta enfermedad que se transmite de uno a otro coral por la circulación de la corriente marina ha devastado a más de 26 especies coralinas en los últimos siete años.
Contra ella han salido en respuesta unos 200 buzos que desde el 2019 recibieron formación para ubicarla y han producido más de 50 reportes sobre el avistamiento de este mal, el cual destruye el tejido de los corales (el animal en sí) y hace que se despegue de la estructura sólida que es su esqueleto.
“Ha sido muy útil. De hecho, uno de nuestros primeros estudiantes fue responsable del primer avistamiento confirmado de esta enfermedad en el área de Cayo Hueso”, en los Cayos de Florida, dijo a Efe Ana Zangroniz, que ejerce en Miami-Dade como agente de extensión del programa Florida Sea Grant.
Esta especialista es responsable de los entrenamientos junto a su colega Shelly Krueger, que enseña en el condado Monroe, donde se asientan los cayos floridanos, y para el que recientemente se ha registrado una respuesta positiva, como lo refleja que las vacantes para la próxima sesión, a celebrarse el sábado, se llenaron rápidamente.
Zangroniz incluso, y aunque no es parte de la formación, ha acompañado a grupos de buzos a expediciones bajo el agua, ya que es la mejor manera de aprender cómo identificar casos de la enfermedad.
“Mucha gente tiene diferentes ideas de lo que cree haber visto, de lo que realmente han visto”, explicó.
Recuperación de los arrecifes de coral
Los buceadores que han recibido formación son divididos en niveles, y mientras están bajo el agua son capaces de identificar “algo que no luce natural” para luego añadir esa información en una base de datos específica que será utilizada por las autoridades estatales con miras a controlar la recuperación del arrecife.
“En el océano es un desafío especial porque hay mucho debajo del agua, pero solo un número limitado de la población puede llegar ahí, y ellos son los buceadores”, resaltó Zangroniz sobre la importancia del programa.
Se calcula que el Arrecife de Coral de Florida, el único sistema de barrera de arrecifes en Estados Unidos continentales y que alberga aproximadamente a 45 especies de corales que forman arrecifes, genera por lo menos unos US$ 8,500 millones anuales en turismo y respalda más de 70,000 empleos en el sur de este estado.
De acuerdo con la Comisión de Conservación de Pesca y Vida Silvestre de Florida (FWC, en inglés), los corales de Florida sustentan uno de los ecosistemas con mayor biodiversidad en la tierra, proporcionan hábitat para peces e invertebrados, ofrecen protección costera contra las tormentas y tienen beneficios farmacéuticos.
Signos positivos
Zangroniz destacó que los arrecifes de coral en Florida han sufrido por factores como la contaminación y el calentamiento del océano, la explotación de la pesca, los daños causados por la construcción y hasta las anclas de buques, a los que ahora se suma esta enfermedad que además empieza a expandirse a otras partes del Caribe.
“Los arrecifes han empezado a mostrar signos de resistencia ante algunos de estos factores, y en algunas áreas han empezado a recuperarse de esta enfermedad, pero mientras haya más gente debajo del agua ello nos ayudará a entender qué está pasando realmente”, señaló.
La iniciativa con los buzos aficionados forma parte de un esfuerzo más amplio del Gobierno de Florida para atajar el brote de la enfermedad, sobre la que aún no hay cifras concluyentes sobre sus efectos en los arrecifes de coral.
Compuesto por diez diferentes grupos que analizan diferentes aspectos del brote iniciado siete años atrás, esta iniciativa en Florida ha podido desarrollar tratamientos o rescatar corales del mar para tratarlos en acuarios.
Los resultados de ese esfuerzo, dijo la especialista, serán útiles incluso para otros países del Caribe donde los casos de esta “agresiva” enfermedad empiezan a ser más comunes.
“Si un coral resulta infectado muy probablemente morirá si no hay intervención humana”, aseveró Zangroniz.
“El océano es un solo cuerpo de agua y no importa si los corales están en Florida o en Cuba, igual pueden sufrir de esta u otras enfermedades”, añadió.