Cuando un conductor con exceso de velocidad le cortó el paso bruscamente en una autopista californiana en mayo, Joanna Cloonan le hizo un gesto grosero. En respuesta, un pasajero del otro coche cogió una pistola y disparó contra el vehículo de ella. Mató a su hijo de seis años que iba en el asiento trasero.
La semana pasada, una mujer de Texas recibió un disparo en la espalda cuando protegía a su hija de siete años de disparos dirigidos contra su vehículo. En otro episodio, un conductor de Kentucky se está recuperando de las heridas de bala sufridas tras una discusión por un puesto de estacionamiento.
Este tipo de incidentes, bautizados como “road rage” o ira en la carretera, no han dejado de aumentar desde el 2018, pero alcanzaron su punto máximo en el 2020 en Estados Unidos, con 403 muertos o heridos por arma de fuego, según un informe de Every Town for Gun Safety publicado a finales de junio.
La organización sin fines de lucro que aboga contra la violencia armada predice que, a este ritmo, en el 2021 se batirá un récord histórico con unas 500 víctimas de violencia en la carretera.
Los datos muestran que las escaramuzas de tráfico que acaban con el uso de armas de fuego han ido en aumento desde el 2018, y el informe señala que, “si las tendencias actuales continúan, el 2021 está en camino de ser el año más mortífero del que hay registro” en este sentido.
La pandemia, que introdujo muchas nuevas fuentes de estrés en la vida de las personas, también ha visto un aumento récord en las ventas de armas y en los tiroteos en Estados Unidos, dijo Everytown.
Privilegio” y “narcisismo”
Ryan Martin, un profesor de psicología que investiga la ira en la Universidad de Wisconsin-Green Bay, explicó que “la mera existencia de una enfermedad que pone en peligro la vida pone a la gente al límite”, lo cual lleva a responder de formas más extremas ante “frustraciones que habrían sido leves hace dos años”.
En un país en el que el derecho a portar armas es protegido ferozmente y garantizado por la Constitución, la omnipresencia de las armas magnifica el problema, según Martin.
Las armas de fuego son “un factor impulsor en muchos sentidos, porque ofrecen un mecanismo letal para exteriorizar esa ira”, comentó.
“Los datos también demuestran que llevar un arma en el coche te hace más propenso a enfadarte. Se llama el Efecto de las Armas”, manifestó.
Las actitudes individualistas de los estadounidenses también pueden tener parte de culpa.
“El individualismo que vemos en Estados unidos probablemente exacerba muchas respuestas de ira. Hay una sensación de privilegio, de que se tiene derecho a algo, que viene con la forma en que los estadounidenses tienden a pensar en la libertad”, dijo Martin.
Tanto Martin como la especialista en gestión emocional Pauline Wallin sugieren que las profundas divisiones políticas también contribuyen a la violencia.
Wallin, una psicóloga con sede en Pensilvania, dijo que debido a que los estadounidenses están cada vez más polarizados políticamente, es más probable que una persona que te corta el paso en el tráfico sea vista como un “enemigo” que como una “incomodidad”.
“Somos más propensos a culpar a otras personas por lo ocurrido”, dijo. “Siempre la culpa es de otro... se trata de narcisismo”, consideró.
Incluso las medidas de seguridad contra la pandemia, como los tapabocas, se enmarcaron en un debate político bajo el expresidente Donald Trump. Y los mensajes divisivos no desaparecieron con el fin de su administración, indicó Wallin.
“La mala gestión de la frustración” es la culpable de la mayoría de los incidentes de ira en la carretera, según la psicóloga.
“Hay que respirar profundamente. Hay que calmarse porque no es posible pensar con lógica cuando se está muy alterado”, aconsejó. “Pregúntate: ¿Esto será importante mañana? ¿Dentro de una semana?”.
Martin dijo que los conductores tienen que darse cuenta de que manejar de forma agresiva y hostil “nunca va a arrojar un resultado positivo”.