Partiendo de una historia pequeña y local, el cineasta peruano Óscar Catacora ha construido una denuncia universal en contra de la globalización y del abandono de los ancianos en "Wiñaypacha", la primera película rodada íntegramente en aimara, con la que busca hacerse un hueco en los Óscar y los Goya.
Un paisaje tan bello como desolador, el altiplano peruano, sirve de marco para mostrar una realidad que se repite en todos los rincones del mundo, ya sea en una montaña aislada o en el centro de una megalópolis: la soledad en la que viven muchos ancianos en el mundo de hoy.
Una historia que le resulta muy cercana a Catacora, que para hacer el filme partió de su vida, del tiempo que pasó con sus abuelos cuando tenía apenas seis años y de cómo veía el dolor que les causaba el alejamiento de sus hijos, atraídos a las ciudades por la reducción de oportunidades en el mundo rural, uno de los problemas -según señaló- derivados de la globalización.
"El abandono de las personas mayores es un hecho tangible" en todo el mundo, señaló Catacora, que presentó su trabajo en España, donde en apenas diez días se conocerán las nominaciones a los Premios Goya, a los que opta el filme, que también representa a Perú para el Óscar a mejor película en lengua no inglesa.
En los Andes "hay inmensidad de terrenos de bellos paisajes a los que la gente toma una foto sin saber que detrás de esa foto hay historias trágicas, de personas mayores viviendo en soledad", lamenta Catacora, que debuta en la dirección de largometrajes con esta película.
Es algo que también se repite en las grandes ciudades pese a que estén llenas de gente. Ni siquiera en las urbes los hijos visitan a sus progenitores con asiduidad.
Eso es lo que quiso contar con una película que es la primera rodada íntegramente en aimara, lengua del pueblo indígena del mismo nombre que hablan más de dos millones de personas que habitan principalmente en la región del lago Titicaca, entre Perú y Bolivia, aunque también en Chile y en una pequeña zona de la puna de Argentina.
Es el idioma en el que se comunican Willka y Phaxsi, interpretados por Vicente Catacora, abuelo del realizador, y Rosa Nina.
Una incursión en un mundo, el del cine, completamente ajeno para ellos, que ha servido para mostrar en ficción su realidad cotidiana.
Porque "Wiñaypacha" es pura ficción pero también pura realidad y el cineasta juega con esa frontera difusa para construir un relato que podría ser un documental en estado puro pero que no lo es.
"Me gusta mucho el neorrealismo italiano, su forma de transmitir la realidad y me gusta mucho que me digan que la película parece más documental que ficción porque uno de mis propósitos es transmitir realismo", resalta Catacora.
Lo logra con poco artificio. Dos personajes, una casa de piedra, unos cuantos animales y la naturaleza, con todo lo que da y lo que quita.
Esos son los elementos con los que ha construido una película que aporta la particular cosmovisión del pueblo aimara, su resistencia ante las culturas globalizantes y su defensa de la tranquilidad y la paz de una vida rural cuya existencia se ve cada vez más amenazada.
Algo difícil de explicar, como reconoce el cineasta.
"Culturalmente si lo miramos desde una perspectiva externa, son un par de ancianos sumidos en la miseria, expuestos a los riesgos del clima, pero desde un punto de vista más local, vemos a una pareja de ancianos viviendo en felicidad, en pareja, en completo respeto con su entorno y afectados por la globalización, que les arrebata a sus hijos".
Una película dura y que contagia la soledad de sus protagonistas con la que Catacora nunca pensó que llegaría a las puertas de los Óscar o los Goya. "Cuando la rodábamos y la editábamos, créeme que nunca se nos pasó la idea de que tuviera este recorrido, solo queríamos hacer una buena película y quedar bien ante quienes nos habían financiado".
Ahora e independientemente de que logre estar entre los filmes nominados, asegura sentir orgullo por lo que ya ha conseguido y por la posibilidad que este trabajo le ha dado de continuar en el mundo del cine.
Así que ya trabaja para conseguir los fondos para su siguiente proyecto, una historia épica de acción sobre la rebelión indígena de 1780 en el sur de Perú, un proyecto ambicioso por su parte y por la población "que quiere ver reflejado su pasado histórico".