Finalmente, los muchos adversarios políticos del presidente de Perú, Martín Vizcarra, parecen haberlo puesto al borde de la destitución. Tras innumerables acusaciones, denuncias, bloqueos y presiones de las que siempre salió airoso, ha sido el oscuro caso “Swing” con el que parecen haber mordido hueso.
Como también es habitual en la política peruana, han sido unas grabaciones las que parecen poner al borde del abismo a Vizcarra, realizadas aparentemente por Karem Roca, asistente muy cercana al mandatario y evidentemente despechada por un supuesto maltrato presidencial y por haber sido usada como “cabeza de turco” para protegerlo.
A falta de un análisis completo de los tres audios que fueron difundidos, de sus implicaciones legales y sus intenciones políticas, está claro que son un golpe demoledor a Vizcarra, que tendrá que responder rápida y convincentemente para evitar su caída.
Con casi total seguridad, en las próximas horas el Parlamento, hostil a Vizcarra y en donde éste no cuenta con apenas apoyos, convocará al pleno para tomar decisiones sobre lo sucedido, que es grave se mire como se mire.
Mentiras o coordinaciones
La primera y más consecuente apreciación es que Vizcarra no fue del todo honesto respecto a su relación con el caso “Swing”, una cuestión aparentemente menor que ahora está a punto de destruir su presidencia.
En su momento, cuando estalló el escándalo en junio pasado, Vizcarra negó categóricamente conocer a un tal Richard “Swing” Cisneros, un músico casi desconocido que habría cobrado del Estado por ofrecer consultorías de difícil justificación durante la pandemia.
La oposición intentó, sin mucha fortuna hasta hoy, vincular más profundamente a Vizcarra a este caso, que en su momento le costó el cargo a la ministra de Cultura.
Las interpretaciones de las grabaciones entrarán en juego, y pasarán por escuchar allí a un presidente que “coordinaba” con sus asistentes cómo responder sobre el tema o un mandatario que “mentía” e instruía cómo mentir para salir del paso.
En cualquier caso, la revelación lo que hace es poner en las manos de un Congreso hostil al presidente argumentos muy aprovechables para poner en marcha su destitución.
Triunfo del contador
Tal y como están las cosas, este es el momento de gloria del congresista Edgar Alarcón, acérrimo enemigo de Vizcarra y un oscuro legislador sobre el que pesan también graves acusaciones por acciones cometidas cuando era contralor de la República.
Alarcón, de hecho, fue responsable cuando ocupaba ese cargo en el 2017 de forzar la caída del entonces ministro de Economía, Alfredo Thorne, después de que hiciera pública una grabación privada entre ambos que revelaban presiones para que la Contraloría aceptara el polémico contrato de construcción del aeropuerto de Chinchero (Cusco).
Vizcarra, que en esa época era ministro de Vivienda, Construcción y Saneamiento, y responsable de desarrollar Chinchero, también se vio forzado a dejar su cargo y marcharse como embajador a Canadá, ante el enojo de un Alarcón, que desde entonces parece habérsela jurado al mandatario.
Varios analistas apuntan que es Alarcón el que coordinó con Roca y “Swing” éstas grabaciones, y no dejan de recordar que sus intereses en atacar a Vizcarra son poco honestos, ya que él mismo está bajo el foco de graves acusaciones de corrupción.
Poco halagüeño
Las perspectivas son poco halagüeñas, se mire como se mire, para el presidente. Un proceso de destitución requiere 87 votos en el Congreso para ser aprobado, y varias bancadas ya apuntan, incluso sin haber escuchado los descargos presidenciales, que votarán en ese sentido.
Omar Chehade, diputado del partido Alianza para el Progreso, poco amigo de Vizcarra, ya afirmó que “el presidente ha mentido” y que eso “es un acto de inmoralidad”, una sugerencia que apunta a la activación de la vacancia por “incapacidad moral” que recoge la Constitución.
Por su parte, Pedro Cateriano, el efímero primer ministro de Vizcarra que fue obligado a renunciar por el Congreso al rechazar su investidura el pasado julio, apuntó que es evidente “el ánimo de buscar la vacancia” tras este movimiento. “Hay un intento de tomar el control del Gobierno”, razonó.
Apuntó también a una tesis que sostienen muchos usuarios y periodistas en las redes sociales, quienes, más allá de querer saber si Vizcarra fue honesto en sus relaciones con “Swing”, apuntan el motivo por el que estas grabaciones aparecieron justo en este momento.
Este mes de setiembre es el último que el Congreso tiene para aprobar las normas de reforma política que son impulsadas por el Ejecutivo, pero que los parlamentarios están demorando en confirmar.
La reforma es muy popular entre la población, y de palabra son pocos los legisladores que la niegan. Sin embargo, esta reforma impone normas como la prohibición de presentar candidaturas a personas con denuncias penales o condenas, y eso puede afectar las aspiraciones de muchos líderes políticos y actuales congresistas peruanos.