Las Líneas de Nazca son un conjunto de cientos de figuras geométricas, de animales o plantas situadas en un inmenso desierto en la región de Ica.
Las Líneas de Nazca son un conjunto de cientos de figuras geométricas, de animales o plantas situadas en un inmenso desierto en la región de Ica.

Paula Bayarte

La dedicación y curiosidad extrema de una joven alemana que descubrió por casualidad unas enigmáticas figuras en mitad del desierto peruano en los años cuarenta, le llevó a investigar y defender una de las joyas del patrimonio de Perú, pero las famosas siguen necesitando el halo de protección de su guardiana, .

El hallazgo y misterio de los cientos de geoglifos de civilizaciones pasadas trazados en el suelo fue acompañado de una incomprensión por parte de la clase política y la sociedad hacia Reiche que duró décadas, pues no entendían qué hacía una mujer sola en el desierto determinada a encontrar y preservar rastros del pasado.

“Mientras María estaba trabajando le llamaban bruja, loca y otros adjetivos horrendos. Ella no entendía la razón de estos insultos, pero llega un momento en el que no claudica y dice que a ella nadie le iba a parar”, detalló a Efe la presidenta de la Asociación María Reiche, Ana María Cogorno, en el parque limeño que lleva el nombre de la astrofísica alemana.

Las Líneas de Nazca son un conjunto de cientos de figuras geométricas, de animales o plantas situadas en un inmenso desierto en la región de Ica, al sur de Lima, realizados por la cultura nazca (siglo I-VII) y cuya función y significado no están claros, como tampoco lo está la forma en que fueron hechas, ya que algunas superan los 100 metros y solo se pueden contemplar desde el aire.

Un observatorio astronómico, mensajes y ofrendas a dioses y divinidades que verían las líneas desde el cielo, cultos al agua -que era un escaso recurso en la zona- o un calendario agrícola son algunas de las teorías que envuelven a las líneas y que Reiche cultivó durante su carrera, dedicada a estudiarlas.

Reiche llegó a Perú en 1932 como maestra de los hijos del cónsul alemán en Cuzco, en un momento que fue caldo de cultivo de descubrimientos de vestigios prehispánicos por parte de arqueólogos del mundo. Poco después de llegar, la joven trabaja en traducciones de investigaciones con el considerado padre de la arqueología peruana, Julio César Tello Rojas.

Pero un 21 de diciembre, día del solsticio de verano en el hemisferio sur, acompaña al doctor estadounidense Paul Kosok a un viaje a Nazca que cambiaría el destino no solo de María, sino del patrimonio de Perú.

Cogorno detalló que ambos sobrevolaron en avioneta la zona para llegar a unos acueductos, cuando vieron cientos de caminos desde el aire. Al aterrizar no divisaban nada hasta que subieron a una loma, momento en el que el sol se enmarcó en uno de los caminos y este “prendió como neón esta línea”, gracias a los nitratos del suelo.

En ese momento, la geógrafa se dio cuenta de que esto no era una casualidad y que se trataba de un fenómeno realmente importante.

Dedicación de toda una vida

Desde este momento, “la curiosidad le mata” y Reiche se traslada de forma permanente a Ica, donde dedica su vida a buscar, limpiar, medir e investigar. También allí se enfrenta a políticos, vecinos y empresarios que no entendían el valor de estas figuras y que durante décadas María tuvo que defender incluso en el Congreso del país.

“Para que las Líneas de Nazca hayan podido ser declaradas y sustentadas patrimonio de la humanidad, el valor del trabajo de María Reiche, no solo en la conservación sino también en la promoción e investigación de estas resultó fundamental”, señaló a Efe en Nazca el coordinador del sector Cultura de Unesco Perú, Enrique López-Hurtado.

La célebre figura del mono, que mide 135 metros, guarda la conexión más especial entre la civilización nazca y la alemana, puesto que Reiche, durante un accidente en su juventud, se quitó la bota y un clavo atravesó su dedo, y años más tarde, mientras limpiaba una espiral en el suelo se dio cuenta que realmente a esta le seguía un cuerpo de animal, un mono que tenía cinco dedos en una mano, y cuatro en otro, igual que ella.

“María se puso a reír a carcajadas cuando se dio cuenta. No hay casualidades para ella, son causas y efectos”, contó Cogorno, quien se crió junto a Reiche y vela por la protección de su legado.

Protección necesaria

Desde un cerro en el desierto del que parten cientos de pequeñas líneas de diferentes grosores, Cogorno mira también resignada un trazado más grueso, la carretera panamericana que atraviesa el desierto y a la que la fundación María Reiche acusó en su momento de haber dañado las líneas.

También comenta que eventos deportivos celebrados en el área o la falta de colaboración del Estado han afectado la conservación de este lugar.

Es por esta razón que, este julio, se firmó en Nazca un pacto de colaboración entre la propia fundación, el grupo AJE, la Unesco y el Ministerio de Cultura para poner en valor, sensibilizar a la comunidad local e instituciones, en cuanto a la protección de las líneas.

“De todos los factores que inciden negativamente sobre el patrimonio cultural: guerras, el cambio climático, el saqueo, etc, los dos que tienen mayor incidencia son el desconocimiento y el desinterés”, dijo López-Hurtado, al destacar que las labores de protección del patrimonio cultural tienen que ir centradas en estos dos factores y promover el conocimiento y la apropiación de los significados del patrimonio.