En Argentina y Bolivia, el FMI será, de facto, quien haga la política macroeconómica. (Foto: Bloomberg)
En Argentina y Bolivia, el FMI será, de facto, quien haga la política macroeconómica. (Foto: Bloomberg)

Por Waldo Mendoza Bellido, profesor del Departamento de Economía de la Pontificia Universidad Católica del Perú

En varios países de América Latina (AL) se están registrando episodios de crisis y convulsión social. Tiempos recios en la región, y oportunidad para que reaparezcan dos viejos conocidos: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la demanda por una Asamblea Constituyente (AC).

Los casos recientes de deterioro económico y/o estallido social han sido los de Argentina, Bolivia y Chile. En todos ellos la sombra de la política fiscal aparece como causa o remedio para los problemas, y en Chile ha levantado cabeza la demanda por una AC para reemplazar la Constitución vigente. Se sienten pasos también en el Perú.

¿Qué va a pasar en adelante? En Argentina y Bolivia, el FMI será, de facto, quien haga la política macroeconómica. Sucede que estos países se han metido en un enorme problema fiscal y de balanza de pagos, no tienen quién les preste plata, se lo pedirán al FMI, este se los dará, pero a cambio de mil condiciones.

En Argentina y Bolivia ha pasado lo de siempre. Han gastado más de la cuenta, produciendo déficits fiscales que han hecho saltar la deuda pública y deteriorado la balanza de pagos.

En Argentina, la deuda pública ha subido de 43% del PBI en el 2010 a 93% en este año, y en Bolivia de 38% a 60% en el mismo periodo. En Argentina el Ministerio de Hacienda (MH) está sobreviviendo con los préstamos del Banco Central de la República de Argentina (BCRA). Pero el MH tiene obligaciones en dólares, que el BCRA no fabrica. Debería vender bonos en el extranjero, pero la prima de riesgo del bono es tan alta que nadie quiere comprarlos. En Bolivia, el déficit fiscal es de 8% del PBI y, como Argentina, tiene también obligaciones en dólares que no puede financiarlos.

Cuando los prestamistas desaparecen y los países tienen obligaciones de corto plazo, pueden convertirse en parias internacionales. A no ser que recurran al FMI.

Por otro lado, en Argentina, desde julio pasado, el tipo de cambio ha subido en 35% y las reservas internacionales han caído en 40%. En Bolivia, el tipo de cambio sigue fijo, pero las reservas internacionales han descendido a la mitad de su nivel del 2014. Una crisis de balanza de pagos, pérdida rápida de reservas internacionales y salto virulento del tipo de cambio, está a la vuelta de la esquina en estos países. A no ser que recurran al FMI.

En consecuencia, argentinos y bolivianos, para no ser parias internacionales y para que no les reviente una crisis de balanza de pagos, van a tener que bailar el tango y la morenada al ritmo de la música que imponga el FMI.

La receta del FMI es la de siempre: suba los impuestos, baje el gasto público, eleve los precios de los bienes estatales, deje flotar el tipo de cambio, deje de controlar precios, venda las empresas públicas y suba la tasa de interés.

Con una presión tributaria que da vueltas alrededor del 14% del PBI, tendríamos problemas más serios que nuestros vecinos del sur.


Esta receta es recesiva e inflacionaria. Argentina y Bolivia estarán peor que hoy en los siguientes trimestres. Si tienen éxito y logran surfear la protesta social, el déficit fiscal irá bajando poco a poco y las reservas internacionales se recuperarán, y al cabo de unos 5 años podrán liberarse del FMI. En este recuento lo que pasó en Bolivia es un pie de página. El proceso iba a ocurrir, con o sin Evo.

El caso chileno es distinto. Un país con los mejores indicadores macroeconómicos y de pobreza, enfrenta a una revuelta social memorable. El gran problema es que las demandas planteadas no tienen fácil solución.

Para poner un ejemplo, el tema de las pensiones. En el actual sistema de las AFP, a los chilenos les descuentan un 10% de sus remuneraciones y cuando se jubilan reciben algo así como el 30% de sus sueldos de trabajador activo. Para que estas pensiones sean más altas habría que elevar la cotización de los trabajadores, subir la presión tributaria en un par de puntos del PBI o quizá eliminar la gollería que tienen los pensionistas militares.

Como las tres medidas mencionadas son muy difíciles de poner en marcha, la lucha por pensiones dignas continuará. Este problema, de naturaleza crematística, no podrá ser resuelto con la AC que están impulsando los vecinos del sur para reemplazar a la Constitución pinochetista de 1980. La nueva Constitución será un placebo potente para tranquilizar a la población, pero no proveerá los miles de millones de dólares que el Gobierno necesita para financiar las demandas de tipo OECD de nuestros vecinos.

¿Y si en el Perú apareciesen demandas como en Chile? Con una presión tributaria que da vueltas alrededor del 14% del PBI desde hace medio siglo, tendríamos problemas más serios que nuestros vecinos del sur.

Tiempos recios en AL, con el FMI y la AC como actores centrales de la década del 20: ¿la nueva década perdida?