Decano de la Facultad de Ingeniería de la UTP
El Perú es un país con tradición textilera. Hace más de 5,000 años, los antiguos peruanos hacían tejidos multicolores con fibras animales y vegetales que, hasta el día de hoy, asombran al mundo.
Más adelante, el algodón pima peruano, con su fibra extra larga, marcó la diferencia con otros algodones del mundo, mientras que los tejidos de nuestros camélidos se posicionaron en las principales tiendas especializadas en Europa y Asía. Adicionalmente, contamos con toda la cadena productiva integrada desde la fibra hasta la prenda final.
Pese a esto, los indicadores de la industria textil y confecciones en los últimos años han venido cayendo, lo cual es preocupante no solo por su historia, sino porque es un importante generador de empleo. El sector ha reducido su participación en el PBI Nacional, al pasar de 1.7% en el 2010 a 0.8% en el 2019, como consecuencia de su menor actividad productiva.
Si analizamos su contribución al sector manufactura, ha pasado de representar el 10.6% en el 2010 a un 6.6% en el 2019. Igualmente, las exportaciones alcanzaron el 2012 los US$ 2,177 millones y, en el 2019, solo se exportaron US$ 1,354 millones, siendo su principal destino Estados Unidos, que representa el 51.7% del total vendido al exterior.
A nivel de empleo, de 1′519,000 personas que trabajan en forma directa en la actividad manufacturera, 398,000 laboran en Textil y Confecciones, lo que indica la importancia de este sector en la generación de puestos de trabajo.
Ante esta situación, la Sociedad Nacional de Industrias (SNI) viene realizando el evento denominado “Perú Agenda al 2031 para el Progreso Social y Económico”, donde en su mesa sectorial los empresarios textiles, con la participación de la academia, vienen analizando alternativas para retomar la senda del crecimiento en la etapa post COVID-19.
Dentro de los aspectos a corto plazo que se necesitan revisar para alcanzar un crecimiento sostenido, están la legislación laboral, el contrabando y la sub valuación, que afectan el mercado doméstico y el incremento de tarifas de energía y agua industrial. Pero los grandes retos son los que se van a presentar en el largo plazo.
Hay nuevas tendencias en el mercado, los estilos de vida de los consumidores han cambiado y esto no solo implica nuevos diseños y desarrollo de marcas, sino que el nuevo consumidor busca productos sostenibles y eco amigables. En muchos países ven a la industria textil como un alto consumidor de agua, que descarga residuos peligrosos, produce emisiones de CO2 y no cumple las leyes laborales.
Para diferenciarnos, los productores peruanos debemos ir a optimizar el consumo de agua, tratar los efluentes, disminuir la huella de carbono, aplicar una economía circular que permita reutilizar sus desperdicios, uso de energías renovables y cumplir, como lo viene haciendo, con todas las leyes laborales y tratados internacionales.
Adicionalmente, es importante obtener las certificaciones que demuestren las acciones implementadas, así como desarrollar acciones de compliance, buen gobierno corporativo y responsabilidad social empresarial.
Con estas acciones, el sector a nivel mundial no sólo se posicionaría como socio de las principales marcas para fabricar prendas y productos textiles de alta calidad, sino que sería visto como el sector más sostenible del mundo que elabora productos de manera responsable.
El reto es grande y urge cambiar la tendencia de esta milenaria actividad, pero juntos, el estado, sector privado y la universidad, vamos a lograrlo.