¿Postergar el riesgo o reducirlo ahora? (Agencias/Foto referencial)
¿Postergar el riesgo o reducirlo ahora? (Agencias/Foto referencial)

Desde el Gobierno hemos tenido durante esta cuarentena dos versiones. El presidente nos dijo el 3 de abril que “en 8 o 10 días llegaremos al pico y después comienza el descenso” (Gestión); y el 13 de abril que “…ya la tendencia tiende a la baja…”, y “… ya estamos llegando a un posible punto de inflexión…” (Andina). Pero también hemos escuchado a la doctora Pilar Mazzetti decir este 5 de mayo, con total realismo y franqueza, que el tercer martillazo contra el covid-19 no dio los resultados esperados; y al ministro de Salud señalar apenas este 8 de mayo que: “Nadie puede decir si en dos semanas vamos a tener la enfermedad controlada”.

En medio de estas versiones se ha ampliado la cuarentena una quincena más. Ya no serán 54, sino 70 días de aislamiento.

¿Es una nueva quincena en aislamiento general “obligatorio” -que muchos ya no cumplen y el Gobierno ya no puede controlar eficazmente- la única solución? El mismo ministro de Salud reconoció el domingo que la medida ha perdido fuerza y efectividad.

Casi todos reconocieron la necesidad de la medida el 16 de marzo, y luego se apoyó la primera ampliación. Era necesario cumplir ciertos objetivos: alejarse del virus, cerrar fronteras para evitar su “importación”, proteger a los vulnerables, ganar tiempo para fortalecer el sistema de salud, para comprar cientos de miles o millones de kits de pruebas moleculares y respiradores mecánicos, para tener más de mil camas UCI. Hoy se reconoce que si no se hubiera tomado esta medida el daño hubiera sido mayor.

“Se trata de adaptarnos y enfrentar ahora –pero bien preparados- lo que será inevitable: caminar por la calle con el virus amenazando”.


Pero la segunda ampliación ya generó dudas e incumplimiento. Y esta tercera (hasta el 24 de mayo) ya genera malestar. Y no porque no haya conciencia de que hay que proteger la vida a cualquier precio, o porque no se reconozca que la cuarentena puede ser necesaria, sino porque van casi dos meses de encierro y no se ha avanzado mucho ni a la velocidad requerida en el cumplimiento de los objetivos; la cuarentena -a vista y paciencia de todos- está siendo ya incumplida, por formales o informales, en todos los distritos, y, en la práctica, hasta por el mismo Gobierno con sus convocatorias al cobro de bonos; todos se dan cuenta de que hay una tremenda demora en la evaluación de la estrategia, así como poca capacidad, escasa coordinación, y falta de decisión para su corrección.

54 días después recién se han dado cuenta de que los bancos y mercados son focos de contagio; que a mayor encierro -como en Semana Santa-, más salidas los días previos y posteriores; que la reducción de horarios de atención genera mayor concentración de personas y mayor contagio.

Pero las contradicciones y descoordinaciones continúan. Se cambian los protocolos todos los días. Hoy no pueden ir a trabajar los obesos grado 1, mañana sí. Hoy no los de 60, mañana sí. Hoy hay que ir al banco y al mercado con guantes, mañana ya no. Unos ministros hacen anuncios que otros corrigen apenas en horas. Y no es que la epidemia ni el riesgo cambien todos los días.

Así, se genera la sensación de que en estos casi dos meses hemos enfrentado al virus con la única estrategia de cuarentena, bonos y persecución a los “irresponsables”. Martillazo puro.

El tema es que el virus no se va a ir porque estemos en cuarentena. No se va a ir en fecha fija (ahora el 25 de mayo). Va a seguir ahí, esperándonos. Todos los especialistas dicen que el virus llegó para quedarse. Por eso lo de “la nueva normalidad”. Y no podemos vivir encerrados.

El reto es -y debió ser en estos 60 días- diseñar una verdadera estrategia, coherente y bien coordinada, que nos prepare para enfrentar eficazmente al virus con y sin cuarentena, y hasta para convivir con este, reduciendo el riesgo al mínimo. ¿Qué es mejor, hacer de cuenta -por quince días más- que la cuarentena funciona y se cumple, que se siga perdiendo el principio de autoridad, y que una gran parte de la población siga saliendo desordenadamente y sin protección; o ser realistas, generar las condiciones para que salga con el mínimo riesgo, y preparar en los hechos esa lamentable “convivencia” con el virus?

No se trata de relajar medidas. Tampoco de elegir entre salud y economía. Se trata de adaptarnos y enfrentar ahora -pero bien preparados- lo que será inevitable: caminar por la calle con el virus amenazando. No improvisar ni seguir con el ensayo y error a estas alturas.

Se trata de identificar dónde circula más el virus, dónde se necesita una mayor atención y protección. Concentrar, racionalizar y utilizar mejor los recursos para los que más lo necesitan. Establecer aquello de lo que todos ya hablan, la cuarentena por regiones y por distritos. Esto servirá para que los pobladores de las regiones o distritos en aislamiento se cuiden más para poder salir también.

Se trata de que en las regiones o distritos “libres” salga a la calle la cantidad suficiente de personas para que haya espacio de esquivar el contacto y el contagio. Y para eso tiene que haber suficiente espacio de tiempo, más horas de atención en servicios, incluido el domingo. ¿Por qué no se puede salir el domingo?, no hay bancos para cobrar bonos, no hay restaurantes, cines, ferias, ni misas, y muy pocos van a esperar el domingo para hacer compras estando en casa de lunes a viernes.

Se trata de que las empresas y negocios, sin distinción de sectores, operen en esas regiones o distritos “libres”, pero lo hagan con el mínimo razonable de personal (por turnos, por posibilidad de mantener la distancia, por horarios). Que mantengan en sus casas a todos los que pueden hacer el trabajo desde ahí, sin distinción de edad o peso. Que protejan -y exijan que se protejan- a los que se consideran vulnerables sin distinción de edad o peso (¿una persona de 40 años y de 50 kilos no puede ser tan vulnerable como una de 65 años y/u obesa?), y a los que necesariamente deben ir al centro de labores por la función que cumplen. El mundo informal o independiente no puede ser invisible a la hora de elaborar estrategias.

Se trata de tener protocolos exigentes pero adecuados y bien aterrizados, oportunos y estables, con controles exigentes y eficaces, y sanciones disuasivas, realistas, para minimizar los riesgos. Pero sin tirarle la pelota al que no sabe o no puede jugar. ¿Tienen la mayoría de municipios la capacidad, capacitación, recursos humanos y económicos, criterio, o son confiables para supervisar el cumplimiento de protocolos ad hoc para esta pandemia en todas las empresas y negocios de sus jurisdicciones?, ¿puede hacerlo la Sunafil a nivel nacional?

No se puede tener un policía por cada persona ni multar a todos los que salen. Por ello, se trata de insistir en que el que quiere y puede quedarse en casa, lo haga; pero que los que salen -por cualquier motivo- asuman la responsabilidad de hacerlo con todas las condiciones necesarias para evitar el contagio, y sepan exigir que los centros de trabajo y los lugares públicos (desde bancos, supermercados, galerías, centros comerciales o ambulantes) tengan las condiciones necesarias para evitar el contagio. Proveedor y cliente deben ser exigentes con el otro y consigo mismos. A esto debe estar orientada la comunicación del Gobierno, pero con versiones que no cambien diariamente, ni se contradigan.

No hay ni debe haber reuniones de cualquier índole que congreguen público o grupos de personas hasta nuevo aviso, sean públicas o privadas. Por esto no habrá educación presencial, de cualquier nivel y modalidad, hasta nuevo aviso tampoco. Pero los niños y los jóvenes no pueden estar encerrados “hasta nuevo aviso”.

Una necesidad vital es tener un sistema de transporte público suficiente, eficiente, y realmente preparado y concientizado para evitar los contagios. ¿Vamos a poder evitar el transporte informal sea en taxis, colectivos o mototaxis?, seamos realistas, no. Aun ahora con cuarentena existe. Hay que preparar a la población para que lo evite o minimice el riesgo. ¿Y por qué no se puede salir con vehículo particular, acaso no es más seguro y saludable que el transporte público ahora?.

No se trata solo de meter miedo, o de recriminar todos los días. Se trata de crear conciencia, de dar “palo” -en este caso “martillazos”- y “zanahoria”.

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