Director de la Carrera de Economía de la U. de Lima
Se requiere de un ajuste fino al modelo de desarrollo aplicado en el Perú para continuar por la senda de mejoría de la calidad de vida de todos sus habitantes. Treinta años de avances en los indicadores económicos y sociales, a través de nueve presidentes, no pueden ni deben perderse. Es fundamental estudiar qué se hizo para lograr la mejoría de los indicadores mencionados en las últimas tres décadas y qué hay que hacer para seguir avanzando.
Sabemos que, en lo económico, se implementó un modelo de estabilidad macroeconómica y de integración al mundo; y en lo político, se optó por la democracia representativa. En lo primero, el avance ha sido notable para mejorar la calidad de vida en el Perú, y basta recordar dónde estaba el país en 1990 para tener conciencia de ello. En lo segundo, se ha logrado mantener el sistema democrático a pesar de que los actores principales, los partidos políticos, no han estado a la altura de las expectativas de la población.
Es obvio que no se han resuelto todos los problemas –no somos un país con la calidad de vida del norte de Europa, aunque algún día deberíamos serlo–, pero se ha avanzado y nos hemos convertido en una de las naciones más estables macroeconómicamente, según el Foro de Davos, y con una de las tasas de reducción de la pobreza más significativas a nivel global hasta antes de la pandemia. Estos son logros que hay que reconocer y consolidar, pero pensemos en el futuro, en lo que se debe hacer para convertirnos en un país desarrollado.
A pesar de lo expuesto, hay quienes buscan la destrucción de este modelo exitoso en sus resultados, especialmente algunos grupos políticos, lo que podría ser considerado como contrario a la lógica y la razón. Los principales argumentos de los críticos radicales contra este modelo se fundamentan, primero, en ideologías que no valoran la libertad individual; segundo, en la desesperación por obtener resultados inmediatos que descuidan el largo plazo; y tercero, en las ansias de poder en un entorno electoral, más que en la búsqueda de una mejor sociedad, de un mejor Perú.
¿Qué se debería hacer? Mantener en lo esencial el modelo económico, recuperando la sostenibilidad fiscal a largo plazo, pero generando un piso social que elimine la pobreza y favorezca las oportunidades para los sectores más vulnerables de nuestra sociedad. Propongo dos acciones en concreto: mejorar nuestra competitividad, para lo cual se debería convertir en política de Estado el seguimiento de nuestros indicadores en el sistema Doing Business del Banco Mundial. Ese sistema muestra el largo camino que hay que recorrer en aspectos tales como el análisis y la solución de los factores que generan inestabilidad social, en los problemas de gobernanza regional y nacional, y en la falta de infraestructura. Adicionalmente, se deben mejorar las políticas de apoyo social, sobre todo si se parte del supuesto de que el crecimiento del producto bruto interno es una condición necesaria, aunque no suficiente, para resolver todos los problemas que enfrenta este país.
Probablemente, aunque parezca contradictorio, se requiere más mercado transparente y competitivo, y más Estado eficiente y sensible socialmente, tal y como ocurre en los países del norte de Europa. Construyamos todos los que habitamos en esta tierra al sur del mundo ese país con el que soñaban aquellos que hace doscientos años constituyeron la República Peruana.