Después de las traumáticas guerras mundiales del siglo pasado, la decisión de los países hegemónicos del mundo, y muchos otros de menor desarrollo, fue la de crear un sistema global que pudiera asegurar un equilibrio mínimo de paz entre las naciones. Es cierto que se obtuvo un equilibrio precario, incluso en medio de una “guerra fría”; pero el mundo occidental evitó guerras por más de 70 años. Para lograr esa paz relativa, se generó un sistema de instituciones y reglas básicas de relacionamiento y cooperación multilateral, lo que los economistas llamamos un bien público global. De allí, la creación de la Organización de Naciones Unidas (ONU), sobre la base de su antecesora la Sociedad de las Naciones, concebida en el Tratado de Versalles del 1919, como el espacio de construcción de mecanismos de cooperación para la paz y la seguridad global. A su vez, se consideró que las reglas económicas y comerciales fueran parte de ese andamiaje para la creación de confianza y consolidación de las interacciones entre países, a través de la estabilidad macroeconómica y financiera, el financiamiento del desarrollo y el libre comercio. En primer lugar, en 1944 nacieron, a partir de los acuerdos de Bretton Woods, dos instituciones claves: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Casi al mismo tiempo, a partir de la carta de la Habana en 1947, se logra el Acuerdo General de Comercio y Aranceles (GATT por sus siglas en inglés), aunque su institucionalización como entidad multilateral se logra en 1995, con la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC). La OMC es un foro de negociación multilateral y tiene a su cargo las reglas que rigen el comercio internacional. Promueve un comercio más libre entre las 164 economías que hoy la conforman. A partir de esta institucionalidad, hemos visto una economía global en crecimiento y en capacidad de reducir la pobreza global. La creciente apertura comercial dentro de un sistema de comercio multilateral con reglas permitió que los flujos de comercio multilateral, en volumen, se multiplicaron por casi 5,000 veces desde la mitad del siglo pasado a la fecha, generando empleo, mejorando la vida de la población. Aun siendo un proceso en desarrollo, un comercio global con reglas comunes para todos los países, permite darle seguridad a las decisiones de comercio e inversión a las empresas de todos los tamaños, que finalmente son las generadoras de empleo y riqueza para las naciones. La literatura económica demuestra que estas reglas, adicionalmente, permiten generar confianza e integrar a las naciones y reducir las tentaciones de conflicto entre ellas.