Escribe: Ljubica Vodanovic, socia de Vodanovic.
Los tres años de vigencia de la famosa “ley de usura” ha permitido corroborar lo que muchos adelantamos: la ralentización del crédito y el freno a la inclusión financiera en el segmento de personas naturales y mypes. Según el BCR y Asbanc, se ha excluido del sistema financiero formal a cerca de medio millón de pequeños deudores, empujándolos a tomar créditos informales con tasas de hasta 2,300% anuales. Por ello, el Congreso discutirá en breve un proyecto de ley para suspender dicha norma, con miras a su derogatoria futura.
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Si bien la libertad para fijar tasas de interés es muy necesaria para que las entidades financieras incursionen en sectores con mayor riesgo, esta debe ir acompañada de una mayor transparencia, competencia y más innovación. Transparencia para que, teniendo dicha libertad, las entidades difundan el costo total de sus préstamos para que cualquier persona pueda comparar y saber cuáles son los préstamos más baratos y los más caros. En esta tarea ya hay importantes avances en el sistema financiero (TEA y TCEA).
En cuanto a la competencia, necesitamos tener más agentes financieros que presten y así se generen incentivos para que las empresas sean costo-eficientes en sus productos, mejoren la experiencia del usuario y de esa manera ganen mercado. Y aquí el enfoque debe ser abrir la cancha a nuevos jugadores, con requisitos proporcionales a su tamaño y nivel de complejidad. No llegar al extremo de exigir licencias muy rígidas o, por el contrario, a tener empresas informales prestando sin ninguna supervisión. Y el tercer elemento es la innovación. Si vemos las experiencias de Nigeria, Kenya, Brasil y la India, hay excelentes ejemplos de innovación en préstamos con la tecnología de la que más se habla hoy: la inteligencia artificial (IA). Los casos de las fintech Yabx y Nubank son emblemáticos.
La potencia de la IA puede ser aplicada en la evaluación de la capacidad de pago de los deudores, a través de la información que puede ser obtenida por el uso de celulares y las redes sociales. Según Osiptel, hay 41 millones de celulares activos y nueve de cada 10 peruanos tienen acceso a internet en su hogar o en su celular. La IA permitiría ofrecer mejores préstamos centrados en las necesidades de los clientes, optimizar el onboarding identificando a los clientes con biometría y otros factores de autenticación, gestionar los riesgos asociados a lavado de activos o fraude, hasta facilitar la recaudación y cobranza. Todo lo anterior lograría reducir de manera significativa el costo de prestar, incentivando la inclusión financiera.
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Sin duda, toda innovación genera riesgos y el uso de la IA no es la excepción. La reciente ley europea sobre IA confirma que debemos cuidar objetivos esenciales como la seguridad y los derechos fundamentales; y, ciertamente, la IA aplicada a servicios financieros ha sido categorizada en Europa como de “alto riesgo”, lo que significa que tendrá seguramente requisitos más estrictos.
Finalmente, los que estamos en la industria financiera sabemos que no es tarea sencilla prestar de manera inteligente e inclusiva, pero hoy tenemos mejores herramientas tecnológicas para ello. Falta consolidar la cultura de innovar y hacerlo con mucha responsabilidad.
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