Luego de casi un día de suspenso, ayer por la noche Alberto Otárola renunció a la presidencia del Consejo de Ministros . Lo hizo tras una conferencia en la que acusó al expresidente Martín Vizcarra de estar detrás de su salida mediante un complot, minimizar los rumores de participación del hermano de la presidenta Dina Boluarte en su remoción y criticar al canciller Javier González-Olaechea por haber anunciado un relanzamiento de la política general del Gobierno.
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Cabe recordar que el también exministro de Defensa y exabogado de la presidenta de la República, venía cuestionado por un aparente caso de contrataciones irregulares. Concretamente, se le acusaba de haber beneficiado indebidamente con contratos públicos a mujeres con quienes habría tenido una relación personal.
Como comentamos más extensamente en nuestro Editorial de ayer, la difusión del reportaje de Panorama que hizo público el audio entre Otárola y Yaziré Pinedo –una de las supuestas beneficiadas– el último domingo, la suerte del saliente premier parecía echada. Varios congresistas y bancadas habían pedido su salida, e incluso anunciado su pronta interpelación si ello no ocurría pronto.
Sin embargo, el panorama se complicó más tras las declaraciones de Pinedo, quien afirmó además que detrás de todo estaría un complot de Vizcarra, Nicanor Boluarte y César Figueredo (exdirector de Cofopri y secretario general del partido del expresidente). Ello, supuestamente, con el fin de influir en quien sería el reemplazante de Otárola tras su caída.
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Si bien lo dicho por Pinedo debe ser investigado, ciertamente es difícil pensar que ello pueda librar completamente a Otárola de las acusaciones en su contra. Los contratos de Pinedo sí se emitieron, por ejemplo, cuando Otárola ya era ministro. Sabemos ahora también que mintió cuando dijo no conocer personalmente a Pinedo. Más aún, el de Pinedo no es el único caso de contrataciones indebidas a personas cercanas al entorno de Otárola que se han denunciado y que amerita investigarse.
Más allá de lo que ocurra con Otárola, la pregunta que queda es cómo lucirá un Gobierno de Boluarte sin él. ¿Será capaz el sucesor de tener el liderazgo propio de plantear su agenda y hacer frente al Congreso cuando proponga normas populistas? ¿O terminará demostrando tener incluso menos poder del que tuvo Otárola para eso?
Sin duda, y como hemos destacado antes, la posición del Gobierno ya era débil antes de la renuncia de Otárola: no tiene partido, bancada, más vicepresidentes, ni apoyo popular. Pero en esa estructura precaria que había, Otárola parecía ser una piedra angular. Por más anunciada que haya sido su caída, el Gobierno podría tardar en recuperarse. Si lo logra.
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